Capítulo 10

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Los cuatro nos habíamos quedado un rato en la cabaña, mientras Leon veía el mapa, Ashley curioseaba el sitio y yo explicaba a mi amiga lo que apenas ocurrió. Luego el agente nos indicó el punto de extracción y la ruta que debíamos tomar.

A veces el camino por donde íbamos era muy oscuro y usábamos las linternas, oímos truenos y vimos rayos en el lúgubre cielo, parecía que iba a llover.

Habíamos llegado a un sitio desolado, no había nadie caminando por allí a excepción de nosotros. Estábamos a la altura del pueblo, un lugar más alejado de la iglesia, jamás había llegado antes hasta aquí.

Habíamos cruzado una puerta, y arribamos un camino con un relieve un poco alto para finalmente llegar a un puente, bien construido por cierto. Pudimos admirar un enorme pero enorme y siniestro castillo que estaba ubicado del otro lado del puente. Para ser aún más espeluznante, los destellos de unos rayos iluminaron sobre la dantesca arquitectura y yo me aterroricé ante dicho escenario.

- Tranquila, ruli. - Me dijo mi amiga.

- Esto sí que da miedo, Pamelita. - Comenté tratando de calmar los nervios.

De pronto escuchamos pasos de una multitud, logramos ver a un grupo de aldeanos viniendo a nuestra dirección corriendo.

- ¡Al otro lado del puente! - Exclamó Kennedy y corrimos para el otro lado. - Encárgate de esa. - Me dijo y lo ayudé a girar la manivela de modo que los pueblerinos no pudieron cruzar a tiempo.

Nos quedamos mirando como quedó el puente, nada mal para lucir antiguo, al menos nos salvamos de esos pendejos.

Cuando nos giramos para seguir nuestro camino, apareció el “Pez Gordo” y me empujó con su fuerte brazo lanzándome a la orilla, apenas me sujeté de una gruesa soga que atajaba el enorme puente, si me soltaba caía al vacío.

Escuché algunos gritos provenientes de Ashley. Mi respiración se agitaba y comencé a sudar, estaba al borde del abismo, un error y podía morir.

Para no mirar el precipicio me fijé que Leon estaba disparando con su pistola al mandamás para distraerlo y Ashley corrió, apartándose, para no llamar la atención del barbudo.

Mierda, mis fuerzas estaban desvaneciéndose, sentía mis brazos adormecerse y repentinamente ya no lo soporté... me solté.

Cerré mis ojos, ya era mi fin, sentía como caía lentamente y mi alma se desprendía de mi cuerpo, en unos flashes venían a mi mente los rostros de mis padres y mi tío, la paz y la alegría...

Sentí una mano, primeramente pensé que era Diosito recibiéndome en el “paraíso”, pero al abrir mis ojos vi a mi amiga. La miré sorprendida, ella me había salvado. Con todas sus fuerzas me levantó poniéndome en tierra firme.

Yo me acosté sobre la superficie y suspiré aliviada, luego miré a Pamela que estaba sentada en el suelo.

- Woow. - Dije sin poder creerlo, pero de pronto reaccioné. - Si esperas un abrazo de mi parte, no lo conseguirás, pero gracias por salvarme la vida, señorita Santos. - La dije y ella sonrió.

- No puedo creer que acabo de salvar a un hipopótamo. - Dijo sarcástica y yo le quité el dedo del medio, ella solo rió.

Fuimos interrumpidas por el grito chillón de la rubia norteamericana, nos pusimos de pie y nos fijamos que el pelado agarró a Leon del cuello en un intento por asfixiarlo.
- ¡Rayos! - Murmuré.

Me quité la mochila en busca de la metralleta y lo dejé en el suelo. Respiré profundamente y comencé a dispararlo. El grandulón liberó al agente y giró a verme, ya no lo tenía miedo, corrió a mi dirección y yo esperé a que llegara a mí, había un barril con combustible y Leon lo tumbó.

- Hasta luego. - Dijo en español para luego dispararlo y este explotó por el mandamás.

Había mucho humo,  pensé que ya habíamos acabado con esa escoria, pero entre las llamas pude ver que aquel calvo se convirtió en un monstruo, parecía que su cuerpo mutó, el resto de su chaqueta cayó hecha cenizas al suelo y de su abdomen salieron algunas patas de insectos, era muy asqueroso.

Todos estábamos asombrados ante su mutación. Sin dudar, recargué la metralleta y lo disparé hasta partirle por la mitad, sus piernas cayeron al suelo. Sin embargo, aún sin estas, no parecía detenerse.

Sangraba bastante, que horror casi vomité, pero pese a eso, rápidamente consiguió atrapar, con sus patas de insectos, a mi amiga. La elevó al aire y antes de que la clavara, con algo afilado que salía de su espalda, lo volví a disparar.

Aquella cosa me vió y me siguió con la intención de hacerme lo mismo, pero lo continué disparando sin cesar y el monstruo cayó al suelo.

Nos acercamos al cuerpo del “Pez gordo”.

- ¿Ha muerto? - Pregunté y de pronto el cuerpo del mandamás se movió.

Leon lo disparó con su pistola directo a la cabeza ocasionando su muerte definitiva.

- Ahora, sí. - Respondió el hombre.

- Me debes una. - Miré a Leon, le tiré la metralleta por su pecho y él la sujetó.

- Nada mal. - Comentó colgando el arma a su espalda.

Agarré nuevamente la mochila y me lo colgué para luego así ponernos en marcha.

Nos habíamos adentrado más al enorme y antiguo lugar, era bastante lúgubre. Subimos a unas escaleras y nos percatamos que habían dos iluminados armados con armas medievales, específicamente algunos usaban mangual y guadaña.

Al parecer debíamos cruzar en la dirección que ellos estaban resguardando. Entonces Kennedy se acercó lentamente detrás de uno y lo desnucó, mientras que se vió obligado a disparar al otro, causando que más de ellos se dieran cuenta de nuestra presencia y los iluminados comenzaron a rodearnos con sus filosas armas.

Los tres preparamos nuestras pistolas.

- Tenemos que proteger a la hija del presidente. - Ordenó Leon.

- Copiado, capitán América. - Dije sarcástica.

Y comenzamos a disparar mientras cubríamos a la chillona majestad de los Estados Unidos. Me sentía como el guardaespaldas.

Luego de haber acabado con los iluminados que nos rodearon, dimos unos pasos para continuar pero pronto nos fijamos que habían dos más de ellos encima de una estructura apuntándonos con una enorme catapulta.

- ¡Carajo! - Exclamé y Leon estiró a Ashley de su mano para correr.

Justo cuando nos atacaron logramos zafarnos, y nos ocultamos detrás de unos pilares.

- No podemos quedarnos aquí. - Advertí al agente.
- Necesito el rifle. - Pidió y se lo entregué.

Él se preparó y apuntó para luego acertar a uno. Cuando se puso a recargar el francotirador ya fue tarde porque el que quedaba vivo lanzó fuego a nuestra dirección.

Ashley, mi amiga y yo logramos salir a tiempo pero Leon fue impulsado por la explosión. Yo corrí para ayudarlo a ponerse de pie y nos ocultamos detrás de una pared, mientras Pamela protegía a Ashley.

- ¿Estás bien? - Lo pregunté y el asintió.

- Ajá, pero el arma cayó en el suelo y está allí. - Señaló.

El rifle había caído justamente en medio de un sitio para un blanco fácil.

- Maldición. - Murmuré y por un breve momento me quedé pensando y mirando mi pierna. - Voy a tomarlo. - Suspiré.

- No, es peligroso. - Me detuvo.

- Muy tarde, agente. - Dije para luego dejar caer la mochila y correr.

Giré sobre el suelo y tomé el rifle, me puse de pie y continué corriendo esquivando un ataque, tuve que deslizarme sobre el suelo antes de que me alcanzara otro y logré llegar tendida en la superficie a los pies del norteamericano.

- Dispáralo. - Dije un poco exhausta y le entregué el rifle.

Leon lo tomó y apuntó para disparar contra el último tirador matándolo. Me dió una mano y me ayudó a ponerme de pie.

- ¿Estás loca? - Exclamó Pamela muy preocupada - ¡Te arriesgaste por un rifle!

- Es que me gusta correr, a veces me hace sentir que soy inmortal. - Bromeé.
- Boba. - Dijo mi amiga con una media sonrisa.

- Igual que vos. - Correspondí y guardé el rifle que el agente me entregó.

- ¿No quieres que lo lleve conmigo?  - Preguntó Pamela.

- Naah, creo que ya comencé a tomarle cariño. - Contesté un poco sarcástica y colgué la mochila en mi espalda. 

- Lo hiciste bien. - Interrumpió Leon tocándome la cabeza pero yo empujé su brazo.

- No me toques. - Lo advertí apuntándolo con mi dedo. - No me gusta que las personas toquen mi apreciado cabello.

Pamela empezó a reír, a pesar de no haber entendido lo que yo dije, ella sabía perfectamente que no me gusta que me toquen el cabello.

Entonces continuamos el trayecto hasta llegar a una enorme puerta, era la entrada principal del castillo. Cuando el agente iba a abrirla fuimos interrumpidos por nada más y nada menos que el pendejo español.

- Hijo de fruta. - Murmuré y cuando di un paso adelante para atacarlo, Leon puso sus manos en mi pecho para impedirlo.

Yo lo miré seriamente.

¿A éste qué le pasa para detenerme de esa forma?.

Empujé su mano y tomé su brazo para atraerlo rápidamente hacía mí y con la fuerza de mi hombro lo eché al suelo, oí el grito de susto de Ashley.

- Oye cariño, tranquila. - Dijo Luis acercándose a mí.

- No me llames así. - Di unos pasos rápidos para pegarlo pero Kennedy, aún tendido en la superficie, me estiró del pie y caí al suelo.

De pronto Pamela se entrometió y apuntó su pistola a la cabeza del hombre rubio.

- No la vuelvas a tocar. - Lo amenazó y él solamente la miró, Luis intentó acercarse más. - Vos no te muevas, pervertido. - También advirtió, mi amiga.

- Está bien, me rindo, tranquila. - Dijo el español levantando sus brazos. - Pero no es la forma de resolver esto, hablemos un poco niña, tengo algo importante que deciros a vosotros.

Resident Evil: Los Iluminados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora