Capítulo 4

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Desperté mirando a mi alrededor, estaba en una habitación donde habían cajas y estantes, era un poco amplia, vi que había un cúmulo de bolsas en un rincón hacia la pared. Es extraño, aquí no es el lugar donde recuerdo que había estado la última vez.

Logré ver a Leon, sin su chaqueta, solamente tenía una camiseta gris, sentado en el suelo, amarrado de las manos a espaldas del hombre a quien habíamos hallado en la otra casa, ambos estaban inconscientes.

Intenté moverme pero me fijé que estaba amarrada a un pilar, me sentí un poco frustrada y agaché mi cabeza, comencé a sentir un fuerte dolor, como si llegase a estallar, al igual que en mi cuello.

Cerré mis ojos tratando de recordar lo último que aconteció cuando encontramos a aquel hombre.

Me acuerdo cuando me desmayé y luego no sentí nada, pero sí, sí, había una voz que me sonaba familiar... una tenebrosa voz que decía:

“Humanos débiles...”

Una risa malvada.

“Pronto no podrán resistirse...”

Luego no recuerdo nada más, todo era negro, sentía que flotaba, hasta que desperté aquí.

Pero ¿qué demonios pasó? ¿Por qué aún seguimos vivos?

- ¡Ah! - Escuché un murmuro, era el norteamericano quien despertó.

Él había despertado bruscamente con todos sus sentidos en alerta. Se movió y se dió cuenta de que estaba amarrado junto al otro hombre, observó por todas partes hasta que me encontró con la mirada.

- ¿Te encuentras bien? - Me preguntó.

- Sí ¿y tú?

- Yeah. - Dijo para luego mover al otro sujeto. - ¡Hey, hey! Despierta.

- Ay, ay ,ay. - Se despertó aquel. - Salimos de la sartén para caer en las brasas.

- ¿Quieres decirme qué diablos está ocurriendo aquí? - Preguntó Leon.

- Americanos, ¿sí? - Preguntó el otro en español. - ¿Ahora que trae a niñatos como vosotros a esta parte del mundo? - Cuestionó esta vez en inglés pero manteniendo su acento.

Parece que Leon se ofendió por aquello y lo estiró un poco, motivo por el cual el sujeto chilló de dolor.

- Él es norteamericano, yo soy sudamericana, de Paraguay. - Interrumpí.

Él me miró y sonrió.

- ¿Eres uno de los turistas? - Me preguntó y yo asentí. - Lamento lo ocurrido, cariño.

Yo sólo rodé los ojos y decidí ignorar aquella última palabra. Leon lo volvió a estirar.

- ¡Au! Tranquilo, quienquiera que seas. - Dijo el español.

- Ah, mi nombre es Leon. - Se presentó el rubio y con esfuerzo quitó de su bolsillo una foto para mostrárselo al español. - Vine aquí por esta chica. ¿La ves?

Entonces el hombre se recostó un poco por el norteamericano.

- ¿Qué? ¿Se supone que eres un policía o algo? - Preguntó. - Naaah, no tienes la pinta.

- Tal vez. - Contestó el rubio mirando para otro lado.

- Okay, déjame adivinar. - El español miró la foto de la chica. - ¿Ella es la hija del presidente?

Yo miré confundida y, a la vez, asombrada, ¿la hija del presidente de los Estados Unidos?

- Ja, demasiado certero para solo adivinar. - Se giró Leon intentando mirarlo. - ¿Quieres explicarte?

- Poderes psíquicos. - Murmuró aquel y Kennedy quedó un poco sorprendido. - Naah, solo estoy bromeando contigo, amigo.

Yo sonreí negando.

¿Quién es tan idiota para creer en poderes psíquicos?

- He oído a uno de los aldeanos hablando algo acerca de la hija del presidente en la iglesia.

- ¿Y tú eres? - Preguntó el norteamericano.

- Me llamo Luis Sera, solía ser un policía en Madrid. Ahora solo soy un bueno para nada, pero sigo siendo el  preferido de las chicas. - Dijo lo último mirándome pervertidamente y yo casi vomité.

- Pendejo. - Murmuré disgustada.

- ¿Por qué lo dejaste?

- Umm, policía, arriesgas tu vida a diario pero nadie reconoce tu trabajo. Los héroes no se valoran mucho en estos días.
- Yo también fui policía. - Comentó Leon. - Sólo por un día.

- Creía que yo era malo. - Dijo Luis.

- ¿Qué pasó? - Interrumpí curiosamente.

Leon Kennedy me miró algo apenado seguro fue un pasado duro para él.

- No sé como me involucré en el incidente en Raccoon City, en mi primer día en el cuerpo.

- No sería ese el del brote del virus, ¿no? - Pregunté y el asintió.

Creo que estoy comenzando a entender por qué no quería contármelo antes.

- 1998. Nunca lo olvidaré. - Comentó Kennedy. - En ese año ocurrieron los espeluznantes asesinatos de las montañas Arklay. Poco después, la noticia fue a todo el mundo revelando que era la culpa de un experimento viral secreto conducido por la empresa internacional farmacéutica, Umbrella. El virus brotó en una pequeña comunidad en las montañas, Raccoon City, asestándole un duro golpe que hizo temblar sus mismos cimientos. Sin arriesgarse, el presidente de los Estados Unidos ordenó un plan de contingencia para esterilizar a Raccoon City. Con todo el asunto se hizo público, el gobierno de Estados Unidos emitió una suspensión indefinida de las actividades empresariales de Umbrella. Pronto sus acciones cayeron en picadas lo que a efectos prácticos acabó con Umbrella.

- Woow. - Murmuré sorprendida.

- Creo que vi unas muestras del virus en el laboratorio del departamento. - Comentó Luis.

De pronto oímos un ruido y un hombre, con la cara ensangrentada y arrastrando un enorme hacha por el suelo, ingresó a donde estábamos nosotros.

- Te voy a matar. - Dijo con una voz ronca acercándose al norteamericano y al español.

Estos dos trataban de retroceder, yo era capaz de llamar su atención, pero tenía miedo, pensé que mi vida era más valiosa, pero de todos modos moriría.

- ¡Haz algo policía! - Exclamó Luis.

- Después de ti. - Dijo Leon.

El enemigo los atacó, pero le dió a las cadenas que los mantenían atados, así que estos dos lograron liberarse. Seguidamente se dirigió a Leon, quien estaba en el suelo, levantó su hacha para acabar con su vida, pero el rubio con una patada lo lanzó contra una pared y al caer al suelo boca abajo se fracturó el cuello, teniendo así una muerte trágica.

Yo miré con horror la escena, lo bueno era que se salvaron, pero el muy pendejo español se puso de pie y huyó. Kennedy se levantó y se acercó a mí para desatarme.

- ¿A dónde mierda se va ese pendejo? - Pregunté una vez libre.

- ¿Qué? - Dijo.

- El español. - Dije mientras tocaba los bolsillos de mi jean para asegurarme de que mi cuerpo estuviera intacto, de hecho soy muy delicada en ese aspecto.

- Ah, se ha ido.

- Oh ¿en serio? - Pregunté sarcástica y él solo negó haciendo una mueca.

Me di cuenta que Leon mantenía su mirada sobre mí, pues yo aún estaba inspeccionándome.

- ¿Qué? - Pregunté. - Me estoy asegurando de no haber sido violada, mírate rubia, no tienes tu chaqueta, probablemente te violaron a ti.

- Como sea... - Dijo para luego agarrar su pistola y la escopeta que estaban en una esquina sobre el suelo. - Cariño. - Sonrió burlándose y me entregó la escopeta.

- ¿Ahora tú? - Pregunté un poco ofendida y sujeté el arma. - Solo olvídalo, rubia. - Tosí para pasar desapercibida.

De pronto un encapuchado nos llamó desde afuera, a través de la ventana.

- Por aquí, extraños. - Nos dijo y se alejó.

¿Quién ha de ser?

Leon preparó su arma y yo lo seguí detrás cargando la escopeta a mis espaldas, salimos de la casa y nos dirigimos a un costado donde se supone que estaba ese hombre encapuchado.

- Bienvenidos. Tengo algo que podría interesarles. - Comentó y de su túnica nos mostró una variedad de armas, municiones y otras cosas.

Mi acompañante habló con él, era un habitante de la zona, pero diferente a los demás. Nos vendió algunas armas, yo tenía dinero para pagar pero Leon me negó, así que pasó a su cuenta.

Compró un rifle, una TMP, una pistola, más cartuchos para cada uno y granadas, a parte de un botiquín de primeros auxilios y una mochila para cargar con ello.

Regresamos a la casa. El norteamericano se estaba equipando y yo decidí darle la escopeta, él la tomó, colgándosela y me dió una pistola.

- ¿Y esto? - Pregunté confundida.

- Quédatela, la necesitarás. A parte, confío en ti.

- Ah, sí, claro, luego de que a poco comentaste toda tu vida a un extraño y encima español.

- Tengo mis razones. - Dijo entregándome unos audífonos. Me los puse y colocó una frecuencia para probar. - ¿Me oyes?

- ¡Au! Oye sí. - Exclamé frotándome el oído, pues el volumen estaba muy alto, así que lo reguló.

- ¿Qué tal ahí? - Probó nuevamente.

- Mucho mejor. - Dije.

Mi acompañante sacó el mapa y lo colocó sobre una mesa donde había una máquina de escribir.

- Esto es algo antiguo. - Comencé a jugar presionando las teclas. - Muy bien ¿cuál es el plan, agente?

- Tenemos que llegar hasta aquí. - Señaló.

- Es la iglesia. - Dije reconociendo la ubicación y él asintió.

- Aquí es dónde tienen a la hija del presidente.

- Y dónde atraparon a mi tío. - Murmuré y él me miró.

- Tal vez lo tienen aprisionado con ella.

- Eso espero. - Comenté.

- Tomaremos esta ruta. - Señaló en el mapa y yo simplemente asentí. - ¿Estás lista?

- Como los boyscouts. Siempre. - Decidí colgarme la mochila por mi espalda.

- ¿Estás segura de poder llevar eso? - Me preguntó.

- Sí, claro. - Dije firmemente.
- Entonces... - Leon guardó el mapa y recargó su pistola. - En marcha.

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