Capítulo 6

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- A qué esperáis? - dijo el profesor abriendo la puerta - vamos!

Los acompañó al despacho, cuando dió golpecitos, oyeron un "adelante" y abrió la puerta.

- Te traigo a tres revoltosos - dijo dejándolos pasar.

- Es la segunda vez que estás hoy aquí, Becca - dijo el director.

Apoyándose en la pared, Becca se encogió de hombros.

- Alguien puede decirme que a pasado? - preguntó el director mirándolos a los tres, pero ninguno habló  - ya me enteraré. Mientras tanto tendréis un castigo...

En ese momento a Becca le sonó el móvil; al leer en la pantalla quién era lo cogió sin importarle la mirada del director.

- Grace!

- ...

- Está bien, cálmate, voy ahora mismo...

- Apague ese móvil - replicó el director - tengo que deciros vuestro castigo!

Becca tapó el móvil con la mano y le miró.

- Me importa una mierda el castigo, tengo cosas más importantes que hacer, así que me largo! - se dió la vuelta y mientras abría la puerta, volvió a hablar con Grace - no te muevas de ahí, de acuerdo? Yo voy para allá!

- Señorita Johnson!! - dijo el director levantándose de la silla.

Mientras la observaban alejarse, el director volvió la mirada a los dos muchachos.

- Si ella no va a hacer el castigo - comenzó Christopher - yo menos!

- Tendrá su castigo - afirmó el director - ahora vosotros...

                                                     ~~

Cuando Becca llegó corriendo a su casa, se encontró con Grace esperándola en la entrada.

- Se a encerrado en su despacho!

- Tranquila, tengo una llave de repuesto - dijo cogiéndola.

Cuando abrió la puerta, lo que vio la sobrecogió; todos los utensilios que solía haber sobre la mesa, estaban tirados en el suelo. Las lamparitas parecían haber sido estrelladas contra la pared y los trozos de las bombillas se encontraban esparcidas por la tarima junto a los papeles que solían estar en carpetas de colores apiladas en la mesa. Una de las sillas había sido volcada de lado como si la hubieran empujado con rabia mientras que la silla de ruedas estaba echada hacia atrás. Incluso los marcos de fotos de familia estaban destrozados y su padre se hallaba en el suelo apoyado contra la pared agarrando con fuerza uno de los marcos con la foto de su mujer y su hijo.

- Papá, por dios, que a pasado? - dijo arrodillándose a su lado.

Becca le quitó el marco despacio y vio que tenía heridas en las palmas de las manos a causa de los cristales.

- Se rompió - dijo Óscar en tono lastimero señalando el marco.

- No te preocupes - dijo ella - te prometo que compraré otro y le pondremos la foto - miró a Grace - puedes traer dos cuencos con agua y jabón? Hay que limpiar estas heridas.

Grace fue a por lo mandado.

- También gasas y mercromina que hay en el botiquín! - gritó.

Becca se levantó caminando hacia el baño. En clase de primeros auxilios el profesor había explicado que hacer en casos como éste;  así que lo primero que hizo fue lavarse bien las manos con jabón. Después salió encontrándose con Grace y agachándose, cogió una gasa hundiendola en el agua helada y empezó a limpiar las heridas desde el centro hacia fuera.
Óscar se quejó e intentó apartarlas por instinto.

- Tengo que limpiarte las heridas - dijo Becca - no tardaré, lo prometo.

Su padre se relajó y Becca cogió otra gasa mojada para seguir limpiandolas; después las secó y con mucho cuidado aplicó la mercromina, las tapó y fijó con un pequeño vendaje.

- Ahora te voy a llevar a la cama, de acuerdo?

En el momento que Óscar asintió con la cabeza, ella pidió la ayuda de Grace y entre las dos con mucho esfuerzo, lo llevaron a su habitación.

- Necesita mi ayuda en algo más?

- No gracias, puedes irte a casa - dijo acompañándola a la entrada - mañana no hace falta que vengas, me quedaré con él!

- E dejado la comida en el horno para que se mantuviera caliente.

- Te lo agradezco y por favor Grace, no le digas a nadie lo que a pasado hoy!

- No se preocupe, no lo haré!

Cuando cerró la puerta, Becca fue al despacho y comenzó a recoger dejando todo en su sitio. Barrió los cristales dejando todo limpio y fue a la cocina para sacar el pollo asado con patatas; preparó todo en una bandeja y caminó con cuidado de no tirar nada hacia la habitación de su padre para comer con él. Al principio, Óscar no quería pero la constante insistencia de Becca consiguió que comiera, no todo el plato pero si algo de pollo. Ahora tenía que hacer algo más difícil, convencerle de que la dejara ayudarlo para hacer ejercicio con las piernas. Se puso algo más cómodo y a pesar de las constantes quejas de su padre, ella insistió en que la imitara en todo. El médico le había dicho los movimientos que tenía que hacer todos los días; así que sentándose a su lado, estiró los brazos sobre su cabeza para luego estirarlos usando uno para tirar del otro.

- Vamos papá - dijo Becca viendo que solo la observaba - esto es para que no tengas lesiones o tendinitis en los brazos!

Óscar la miró durante unos segundos más y poco a poco levantó los brazos imitándola. Ella internamente se alegró de que pusiera de su parte pero no dijo nada por si decidía cambiar de opinión; siguieron con ese ejercicio durante un tiempo más y para terminar estiraron los brazos elevándolos sobre la cabeza y entrelazar los dedos.

- Ahora me dejarás ayudarte con las piernas?

Esperó pacientemente a que su padre asimilara lo que había dicho y cuando le vio asentir suspiró aliviada. Toda la tarde la pasó ayudándole a levantar las piernas, doblarlas y mover los pies; cada diez movimientos le daba un descanso. En todo ese tiempo intentó conversar con él pero solo la contestaba con monosílabos o la miraba callado, así que se limitó a concentrarse en los ejercicios. Llegó la noche y cuando terminaron de cenar, Becca dejó a su padre dormir mientras ella recogía los platos. Después salió a los escalones de la entrada para respirar la fresca brisa del​ anochecer y así poder calmar sus agitadas emociones.
Echaba de menos la unión que tenía con él; una unión de padre e hija que añoraba y no la que había adoptado ahora, solo quejas o el mutismo y no sabía cuál era peor.
En el momento que levantó la mirada, atisbó una silueta y por la poca iluminación de las farolas no pudo identificarlo bien aunque supo que no era una persona, más bien parecía un animal. Pensó que era un perro pero nunca había visto uno tan grande y fijando más la mirada pudo ver sus ojos, unos ojos rojos que no dejaban de observarla detenidamente y lo más curioso es que a pesar de lo lejos que estaba no sintió ninguna amenaza. Agarró las llaves volteandose para abrir la puerta y cuando volvió a mirar hacia la arboleda ya no había ningún animal.
De repente una frase que le decía su madre cuando tenía miedo del monstruo del armario vino a su mente.

Hija mía, el miedo da alas a la fantasía!

Y eso le dió por pensar que lo que había creído ver era su imaginación a causa del cansancio, porque sería remotamente imposible haber visto un perro de casi dos metros, no?

El guardian de su sueño final Donde viven las historias. Descúbrelo ahora