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Blair

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Blair

Mi vida aún consiste en seguir las reglas; no obstante, nada quiere decir que lo haga con voluntad propia, simplemente es mi única opción y una responsabilidad.

Ya saben, las típicas frases de los padres que imponen firmemente a la mayoría de los hijos que pasan por esa típica etapa de revolución: Mientras vivas en este techo, se hará lo que yo diga.

Y si, mi madre es una de ellos. Aunque, rara vez que Jared y yo intentamos justificarnos sobre algo que no nos parece. Normalmente, no soy la que le pide salir algún sitio cada viernes a la semana, o pedirle dinero para atuendos. El único dinero que pido es para comida de hámster, y se lo pido a papá.

Es por esto que no quiere darme permiso; porque piensa que poco a poco seré arrastrada hacia ese mundo de la rebeldía. Pero las cosas no son así, simplemente quiero ver a mi crush lanzándose unos pasitos de baile. Y hasta tal vez... acercarme y mantener una verdadera charla.

Wow, ¿dónde quedó la Blair gelatina?

No la invoques.

—Dilo ya ma —me rindo.

La vista de mi madre sigue puesta en mi, como si estuviéramos charlando de temas irrelevantes como el clima o sobre que comida cocinará hoy.

Hace un mohín con sus labios, se levanta, se queda frente a mi, y coloca sus manos sobre mis hombros; somos casi del mismo tamaño, de no ser por los pocos centímetros que me diferencian de ella.

—Pasearás a los perros de tu tío Roman el domingo por la mañana hijita.

Basta, mi misión aquí en la vida a terminado. Aborten, repito, aborten la misión.

—¿E-en serio mamá? —reprocho; achico el ojo izquierdo con fastidio y hago una mueca con los labios.

No es que no me gusten los perros, los tolero y no tengo nada contra su naturaleza; pero no me considero una doglover. Aún con los enormes canes que posee tío Roman... prefiero pasar.

Es por eso, mi inclinación hacia los hámsters y la razón de no poseer las mascotas más comunes.

Los hámsters no pueden hacer piruetas o trucos —y posiblemente se puedan perder fácilmente en una casa— pero son unas mascotas fáciles de cuidar y son extremadamente tiernos.

Nunca tuve mucho acercamiento con Poppy y Copito, son unos cachorros muy lindos y obedientes —sólo de lejitos—; pero, siendo sincera, me producen cierto temor.

Y pasearlos... Madre mía, un domingo por la mañana. ¡Y ni siquiera conozco los domingos por las mañanas!

—Si, tómalo o déjalo. —sentenció dejando libres mis hombros. Tomó nuevamente su asiento y se colocó sus gafas—, Shay no puede porque tiene que hacer unos trámites. Y los pequeños no pueden dejar de salir un domingo como siempre lo hacen.

Sujétame muy fuerte [AG #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora