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| ❂ | Capítulo 5.

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La tensión a la que me vi sometida por la situación en la que me encontraba avivó aún más la inquietud de la cercanía de la tercera prueba. En mis últimos entrenamientos con Marmaduc vivía con el temor de que apareciera de nuevo la silueta de la misteriosa mujer, logrando entorpecer al capitán de la guardia con mis continuos fallos y distracciones; mi hermano, por su parte, había decidido tenerme vigilada de cerca para comprobar que no seguía empeorando mi compromiso con Atticus.

Y mi prometido se había encerrado en un hermético silencio. Las invitaciones para que hiciéramos cosas juntos se cortaron de golpe, dejándome con demasiado tiempo libre; la advertencia de Keiran sobre su hermano solía asaltarme cuando me quedaba mucho tiempo sola, sin nada que hacer.

La noche anterior a la tercera prueba me resultó imposible poder dormir. No tenía idea alguna de qué nos esperaba en la arena, qué habría escogido la reina Mab para dar un buen espectáculo; había escuchado a Cathima entrando a mi habitación con sigilo, procurando no molestarme mientras ultimaba todo lo necesario para mi preparación.

Aquella mañana no pude probar bocado, desesperada por el desconocimiento que tenía, por no haber logrado descubrir qué se escondía tras el mensaje que nos había hecho llegar la reina Mab a todos los campeones; el uniforme para aquella ocasión dejaba mis brazos casi al descubierto y parecía mucho más ceñido que los anteriores. Me sorprendió que no tuviera protecciones, que nos dejara a todos los campeones tan... tan al descubierto, sin zonas endurecidas que pudieran cubrir nuestras partes vitales en caso de un enfrentamiento.

En aquella ocasión, y sin que yo tuviera voz y voto, me recogieron el pelo en una tirante trenza. Miré a mi doncella a través del espejo, preguntándole con la mirada por qué no me lo recogía, como en los casos anteriores.

—Órdenes de vuestra madre.

Luego salió de la zona del dormitorio mientras yo seguía contemplando mi reflejo, consciente de que aquel mono negro con la franja de mi color podía ser una pista determinante sobre la prueba; si no llevaba protecciones quizá significaba que no me esperaba un nuevo enfrentamiento... o que la reina Mab disfrutaba poniendo trabas en nuestro camino.

—Alteza, no se os olvide esto. —La voz de Cathima me distrajo y yo aparté la mirada del espejo.

La doncella me tendía la piedra de energía que me había traído Anaheim, siguiendo órdenes de mi madre. La cogí con un titubeo y la escondí en uno de los bolsillos camuflados que había en el uniforme; el peso de la piedra apretándose contra mi piel a través del tejido me insufló un poco de energía: al menos podía usar mi magia en aquella prueba. No estaría tan desvalida como en las anteriores.

—Vuestro hermano viene hacia aquí —indicó Cathima.

Asentí y subí un poco más la caña de mis botas antes de seguir a mi doncella hasta el saloncito. Allí traté de beber un poco de té de una taza que Cathima había dejado sobre la mesa para mí; mis sorbitos fueron interrumpidos cuando alguien —a todas luces Sinéad— llamó a la puerta con suavidad.

Me despedí de Cathima con un rápido abrazo y salí del dormitorio, topándome con mi hermano en el pasillo. No nos habíamos visto personalmente desde que yo había ido a buscarlo a su dormitorio; supuse que mi comportamiento estaba siendo el esperado, pues no parecía molesto y no me recibió con ningún reproche. Yo tampoco le eché en cara que me hubiera puesto niñeras.

Nos observamos en silencio hasta que Sinéad me hizo un gesto con la cabeza para que nos pusiéramos en marcha; al contrario que la anterior prueba, mi hermano no me guio hasta las caballerizas, sino hasta la entrada principal: allí había reunido a un pequeño grupo de guardias para que nos escoltaran de regreso a la arena.

THE SUMMER COURT | LAS CUATRO CORTES ❂ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora