A pesar de quedar pendiente una última prueba, el rey Oberón no perdió oportunidad de alardear de su habilidad como anfitrión. Decidió celebrar un par de ostentosas fiestas con la excusa de evitar que el ánimo de todos sus invitados decayera hasta la llegada de la última prueba, que seguía siendo un misterio; Sinéad me comentó en voz baja que todo aquello se trataba de una cortina de humo: el rey de Verano estaba allanando el camino para cuando su hijo ganara el Torneo.
Todo el mundo parecía haber dado por supuesto que el Campeón sería Keiran, pues sus resultados en las anteriores pruebas le avalaban como el candidato con más posibilidades. Y eso enorgullecía hasta límites insospechados a su padre.
El príncipe, por el contrario...
Había podido comprobar cómo el estado de Keiran no mejoraba. Su tez permanecía de un enfermizo color ceniciento a conjunto con unas profundas ojeras; las sonrisas que dedicaba a su público solían ser tensas o demasiado forzadas. Nunca se quedaba mucho tiempo cuando las jovencitas le salían a su paso para intentar interceptarlo y llamar su atención.
Incluso tenía la sospecha de que había empezado a evitar a la gente.
El humor de Atticus también se vio afectado por el repentino cambio de comportamiento de su hermano mayor. Nos veíamos la mayor parte del tiempo en la biblioteca y yo dejaba a mi prometido con la cabeza metida entre sus libros —el único consuelo que parecía encontrar tras ver el lamentable estado en el que se encontraba Keiran— para poder conocer mejor los rincones de aquel lugar y, aunque no quisiera reconocerlo en voz alta, para investigar más de cerca el misterioso tapiz. La pequeña anécdota que había contado Keiran sobre su abuela y las historias prohibidas que solía contarle de niño me habían llamado mucho la atención.
Aquella misma mañana, siguiendo nuestra habitual rutina, dejé a Atticus en la mesa, enfrascado en otro voluminoso libro, para proseguir con mi infructuosa investigación del tapiz; en mis anteriores intentos había tratado de repetir lo sucedido la primera vez que lo vi, pero la cara oculta no había vuelto a mostrárseme.
Respiré hondo cuando me situé frente al tapiz, contemplándolo con el ceño fruncido. El mapa que mostraba me resultaba familiar, pues había crecido estudiando copias exactas junto a los profesores que la reina Mab había designado; sin embargo, había uno distinto. Ese tapiz escondía un mapa secreto.
Y yo quería volver a verlo.
Apuntalé bien mis pies en la alfombra que había bajo ellos y tomé aire con cuidado. Alcé las palmas con claras intenciones: las apoyé sobre la tela, notando la aspereza contra mi piel; recorrí con mi mirada los trazos que delimitaban las distintas cortes y mi mirada se quedó clavada más tiempo de lo normal en la parte que pertenecía a la Corte de Invierno.
Inspiré hondo y cerré los ojos, intentando concentrarme. Sentí la magia que rodeaba el tapiz... una magia que me cosquilleó en la yema de los dedos, despertando mi propia magia; apreté los dientes para contener el gemido que pugnaba por escapárseme ante el terror de perder el control de nuevo.
Había seguido el consejo de Sinéad y no había usado la otra magia. Sin embargo, el tapiz estaba consiguiendo hacerla emerger, como si fueran dos viejas amigas que se reunieran después de mucho tiempo.
El cosquilleo aumentó, además de una extraña calidez que parecía proceder de mis propias palmas.
Apreté con más fuerza mis mandíbulas al abrir los ojos y toparme con el otro mapa, el que se mantenía escondido bajo una capa de magia. Aparté mis manos del tejido, contemplando boquiabierta el tapiz secreto; recorrí las líneas de texto que no podía entender y estudié la disposición que mostraba el mapa.
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THE SUMMER COURT | LAS CUATRO CORTES ❂ 2 |
FantasyTras su inesperada participación en el Torneo de las Cuatro Cortes, Maeve está dispuesta a seguir adelante, demostrando su propia valía, sin saber que hay ojos inesperados puestos en ella. *** Cuatro Cortes. Un secreto. Una longeva paz. Y un torneo...
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