Keiran se ofreció amablemente a acompañarme dentro de aquella zona prohibida para cualquier persona que no perteneciera a la familia real. Atticus nos esperaba en el largo pasillo, distrayéndose con los cuadros que decoraban las ornamentadas paredes; Keiran se aclaró la garganta para llamar su atención. Ambos habíamos respetado nuestro espacio personal, manteniendo las distancias entre nuestros cuerpos, y observábamos al príncipe de Verano con la vista recorriendo los trazos de un colorido cuadro que representaba un frondoso bosque.
Atticus se giró hacia nosotros con una media sonrisa y los ojos iluminados por la esperanza. Me removí con inquietud al creer entender a qué se había debido aquella reunión improvisada con Keiran, y que había requerido la participación del propio Atticus: mi prometido sabía que las cosas entre su hermano y yo estaban tensas y había querido que limásemos asperezas. Quizá se lo había pedido a Keiran, intentando que fuera él quien diera el primer paso para que llegáramos a un mutuo entendimiento. O algo parecido.
Keiran asintió, informándole que todo había salido bien y que había sido todo un éxito.
—Lamento haberte robado a tu prometida tanto tiempo —se disculpó, protegiendo a Atticus y fingiendo que todo aquello había sido idea suya.
Atticus se acercó a mi lado, rodeándome con cuidado la cintura con su brazo. Keiran también esbozó una sonrisa y pasó por nuestro lado, dirigiéndose hacia las escaleras que conducían al segundo piso; aún le quedaba otro piso más hasta llegar a la planta donde se encontraba su habitación.
—¿Qué tienes en mente, Keiran? —le preguntó Atticus mientras su hermano subía el primer escalón.
Él nos observó por encima del hombro.
—Darme una larga ducha y quizá ir a echar un vistazo a las caballerizas para vigilar a Mut, me han comentado que han tenido problemas con algunas yeguas —contestó, poniéndose en marcha.
Atticus observó con interés a su hermano, casi reticente a dejar marchar tan rápido a Keiran. La preocupación era palpable y sospechaba que mi prometido no quería dejar solo a su hermano mayor bajo ningún concepto; aún arrastraba lo sucedido en la tercera prueba y Atticus no quería perderle de vista.
Tenía miedo de lo que pudiera suceder, después de haber escuchado al rey de Primavera afirmar que su hijo no volvería a ser el mismo. Había sido para todos los campeones, a excepción de Morgan, tener que hacer frente algo así... sin haber logrado entender la misiva de la reina Mab donde se nos indicaba lo que iba a suceder durante la tercera prueba.
—Podríamos pasar tiempo juntos —probó de nuevo Atticus, reticente a dejar a solas a su hermano—. A Maeve no le importaría. Podríamos enseñarle multitud de cosas...
Mi prometido me dirigió una mirada suplicante, pidiéndome con ella que le siguiera el juego. Recordé la tregua que habíamos acordado Keiran y yo por el bien de su hermano, por el bien de todos; sin embargo, era evidente que Keiran necesitaba pasar tiempo solo para intentar poner en orden lo que hubiera sucedido con la Niebla.
Entendía las dos posiciones.
Pero mi obligación era apoyar a Atticus.
Desvié la mirada hacia Keiran, que había ralentizado sus prisas para huir de nosotros por la escalera. El tono suplicante de su hermano menor parecía haber tenido un mínimo efecto en él, pero estaba esperando una confirmación por mi parte; quizá una prueba de fe para demostrar que respetaba nuestra tregua.
Cogí aire.
—Estaría encantada de contar con tu presencia —me obligué a decir, luego miré a Atticus, que me animaba a continuar hablando—. Sería una experiencia gratificante si ambos me mostrarais las maravillas de la Corte de Verano.
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THE SUMMER COURT | LAS CUATRO CORTES ❂ 2 |
FantasyTras su inesperada participación en el Torneo de las Cuatro Cortes, Maeve está dispuesta a seguir adelante, demostrando su propia valía, sin saber que hay ojos inesperados puestos en ella. *** Cuatro Cortes. Un secreto. Una longeva paz. Y un torneo...
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