—No le encuentro ninguna gracia a tu sentido del humor, es pésimo —repliqué, cuidando de apartarme unos centímetros mientras él sostenía mi libro entre las manos como si fuera un objeto de valor incalculable.
Mis mejillas seguían estando coloreadas por la impertinente broma que me había hecho. El libro que se me había caído todavía se encontraba entre las manos de Keiran. Y Keiran seguía mirándome como si se encontrara frente a una extraña clase de animal con la que no se había cruzado nunca antes.
El ambiente pareció bajar de temperatura cuando el silencio se extendió entre ambos. No había respondido a lo último que había dicho y su ceño había comenzado a fruncirse; estaba escrutándome con la mirada y yo era incapaz de moverme. Todo el buen humor del que había hecho gala minutos antes se había desvanecido.
Aquel repentino cambio no terminó de gustarme.
—Tú tampoco eres capaz de superarlo —afirmó con seguridad.
Las manos empezaron a temblarme al entender que estaba hablando de la tercera prueba. ¿Acaso había creído que a mí me resultaría fácil olvidarlo todo? Mis miedos siempre me acompañarían, igual que esa terrible experiencia.
Apreté mis temblorosas manos en puños, escondiéndolas entre los pliegues de la falda de mi vestido.
Keiran tragó saliva y sus ojos perdieron el poco brillo que habían mostrado. Se había quedado atrapado en los recuerdos de la Niebla, podía percibir la agitación de su magia en respuesta a lo que debía tener en mente; el príncipe de Verano se había acercado a mí porque compartíamos un nuevo nexo: la tercera prueba. La oscuridad que nos había asolado durante ella y que había tratado de quebrarnos.
Lo único que buscaba con ese pequeño acercamiento era comprensión y consuelo.
—Todos necesitaremos tiempo para poder recuperarnos —repuso Keiran—. Y tiempo es lo que menos tenemos antes de la última prueba.
Retorcí los dedos contra el tejido de la falda, sin apartar la mirada de su rostro. Tenía una pregunta en la punta de la lengua, pero sabía que sonaría descortés... y quizá desconsiderada. Keiran me había ofrecido una tregua, incluso me había asegurado que no buscaba una amistad o alianza conmigo; no teníamos el suficiente trato para que yo pudiera formularla con libertad.
Era posible que le ofendiera.
Decidí arriesgarme.
—¿Qué puede haber en el fondo de tu corazón para que hubieras estado a punto de...?
Keiran soltó un respingo y el libro tembló en su mano al escuchar lo directa que había sido con aquella pregunta. De manera inconsciente dio un paso hacia atrás, frunciendo el ceño con una expresión sombría en el rostro.
Supe que había hablado demasiado... y que eso no le había gustado en absoluto al príncipe.
—¿Qué hay de ti? —replicó con dureza—. Atticus me contó lo que sucedió mientras estuviste en la arena. ¿Cuál es tu miedo, Maeve?
Me froté los brazos al sentir cómo todo mi vello se erizaba ante mis propios recuerdos. Algo se había roto en nuestro interior tras la Niebla; podía percibir el cambio en Keiran y yo misma era consciente de cómo la oscuridad de mis miedos se había extendido un poco más tras la prueba.
—Vi a mi padre antes... antes de que muriera. —Hundí las uñas en mi carne, reviviendo la decepción que había visto en sus ojos azules cuando me acusó de ser otra persona.
—Pero eso no es todo —adivinó Keiran, con precisión.
Entrecerré los ojos. Que existiera una pequeña conexión entre ambos me inquietaba, que sintiera comprensión hacia él tampoco me ayudaba; la Niebla había dejado una profunda huella en el alma del príncipe heredero. Algo que lo marcaría de por vida.
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THE SUMMER COURT | LAS CUATRO CORTES ❂ 2 |
FantasíaTras su inesperada participación en el Torneo de las Cuatro Cortes, Maeve está dispuesta a seguir adelante, demostrando su propia valía, sin saber que hay ojos inesperados puestos en ella. *** Cuatro Cortes. Un secreto. Una longeva paz. Y un torneo...
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