RDS24: ¿Dónde está?

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Estoy mirando el teléfono. Simplemente mirando el vídeo terminado que me pedía volverlo a reproducir.

Llevo horas aquí pensando en muchas cosas. Todo lo que he pasado. Todo lo que aprendí y a esas personas que posiblemente sean las últimas personas que alguna vez veré, junto con Mario y su hermana; espero también Javier. He vuelto al principio. He vuelto a ser el inútil del principio de este vídeo. Todo lo que he escuchado de mí por parte de todos los demás ya no está. ¡Exacto! Ya no está. Tengo aquí, en mis manos, la prueba de que puedo hacer muchas cosas, de que puedo resistir mucho, de que puedo sobrevivir. No sé qué versión de mí sea la mejor, pero estoy seguro de que quiero que esta versión sea exitosa. El universo puede tener por seguro que ¡no me voy a dejar!

Al levantarme de golpe, y abrir los ojos, me acabé de dar cuenta de que se ha hecho de noche, y aunque mis lágrimas me dificultan la vista, puedo ver que la luz del pasillo al otro lado de la sala está encendida. Quisiera poder dar gracias a Mario. Sin embargo tengo que salir. Tengo que buscar a Javier y salir de este infierno.

Relleno la mochila con todas las cosas que saqué y por fin me doy cuenta de que junto a ésta está mi otro cambio de ropa, limpio y listo para usarse de nuevo. Me lo pongo y guardo el otro cambio en la mochila. Como no quiero llevarme nada de la tienda de Mario prefiero darme una última cena antes de irme.

Bajo a la planta baja y pretendo hacer una especialidad de Mario, pero no hay salchichas. Voy directo a la tienda a buscar unas cuantas pero está demasiado oscuro. Consigo tocar un frigorífico y lo abro, entonces veo varios tipos de carne empacada pero tomo las salchichas nuevas.

Luego de mi deliciosa última cena preparo todo. Guardo el revolver más grande en la mochila para no gastar sus valiosas balas. Me guardo el pequeño revolver de don David en el bolsillo del pantalón. La escopeta del padre de Jimmy sobresale de la mochila. Me ato ambos sables al igual que hacía antes con uno, pero ahora uno a cada lado.

Cojo la mochila y abro la puerta que da a la terraza. Me despido con una buena mirada y una sonrisa de éste que ha sido mi refugio durante unos cuantos días y agradecido con su, ahora, dueño por guardar su amistad hasta este momento.

Veo que Mario ha puesto un candado a la reja de la terraza, pero no es ningún problema para mí pasar por encima a pesar de que comienza a llover ligeramente. Busco la forma de bajar a la calle hasta que me encuentro en la calle principal, justo donde está la entrada a la tienda de Mario.

Ahora tengo toda la intención de llegar a casa de Javier sin que nadie me moleste. Tengo, en parte, el cuerpo lleno de rabia y enojo. La lluvia, ahora más fuerte, poco me importa ante mi convicción de llegar a mi destino, tanto así que ni me preocupan los celulares de la mochila.

Camino durante varias decenas de metros hasta estar a solo dos calles de la casa de Javier. Recuerdo, por el vídeo, que más o menos por aquí fue donde encontré a los perros. Y si, ahí están.

Por una parte siento un gran terror al ver su carne expuesta con pedazos de pelo adheridos a sus músculos. Estoy a no más de diez metros de ellos, pero siguen entretenidos tratando de romper una bolsa de basura. De pronto un gato baja por una pared e intenta llegar al otro lado de la calle, hasta la casa contraria. Todos, los seis, perros del infierno salen corriendo tras él. Por velocidad el gato es un gran campeón, sin embargo en su fallido intento por subir el húmedo muro cae y todos los perros luchan pasivamente por dar mordiscos al gato.

Al alejarse un tanto continué con mi camino guardando todo el silencio que me fuese posible, aunque con la protección de la lluvia no fue tan difícil. Camino y observo a los perros.

Uno de los perros abandona el intento por comerse al gato y voltea a mí. Me tiene en la mira. Corre con todas las fuerzas que sus pútridas patas le permiten. Saco ambos sables de cada lado con la intención de recibirlo. Justo en el salto que hace para alcanzar mi rostro abanico con ambos sables haciendo que su cabeza se parta en tres partes.

Por lo visto otros cinco abandonan al gato y me miran directamente. Uno por uno comienzan a correr hacia mí. Corro con todas mis fuerzas hasta poder ver a lo lejos la casa de Javier. Como cada perro salió con diferente tiempo cada uno se acerca antes que los demás. Llega el primero y hago lo mismo que con el anterior.

Acabo de realizar un movimiento realmente rápido y sigo corriendo, es como si tuviese fuerza de más. Quizá sea la adrenalina mezclada con algo en los sandwiches de Mario.

Llega el segundo y uso la misma táctica. Solo espero que no sean tan inteligentes como para aprender de eso.

Llega el tercero y uso lo mismo, pero a pesar de que le di éste sigue atacando. Guardo el sable derecho en su vaina y saco el pequeño cuchillo del mango y en un solo movimiento éste entra en la nuca del zombificado animal.

Vuelvo a correr y al mirar un poco por detrás comprendo que con los dos últimos, que están demasiado juntos, no iba a funcionar el mismo truco.

Llegan hasta mí y en el momento en que estos saltan hacia mí me detengo en seco y éstos se ponen al frente. Guardo el pequeño puñal y vuelvo a empuñar mi sable derecho. Ya con ambos sables me aproximo a ambos perros y éstos repiten el movimiento de saltar a mi cabeza. Doy un fuerte corte cruzado con ambos sables y de un momento a otro los dos perros están inmóviles en el suelo. La sangre coagulada con el agua es un espectáculo de índole macabro, pero sí que se le nota una pizca de disfrute.

Por la esquina logro ver que los otros dos perros ya han terminado con el gato y corren a por mí. Ya estoy lo suficientemente lejos y corro a casa de Javier. Lanzo mis cosas al techo y uso la misma técnica. Marco de la ventana, luego, techo.

Cojo de nuevo mis cosas y bajo por el patio. A penas entro a la casa y veo todo apagado. Comienzo a preocuparme un poco. Busco el teléfono celular en la mochila y, al ver que aún funciona, enciendo la el flash de la cámara en continuo y reviso la casa.

Después de unos cuantos minutos de revisión comprendo que estoy solo en esta casa. Ni rastro de Javier ni de nada. De hecho creo que incluso lo que habíamos atrás de comida y demás cosas ya no están. Al parecer Javier solo vino y se llevó lo que pudo a... no sé dónde.

Cargo mis cosas hasta el sillón donde desperté sin recuerdos y dejo todo ahí para ir directo al cuarto de Javier. Me siento en su cama tratando de pensar en qué se le hubiese podido ocurrir. No entiendo a dónde podría haber ido. Me recuesto con todo el sueño del mundo y decido dormir. Espero que sea cierto eso de que la almohada es la mejor consejera.

Zombivlog: Los recuerdos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora