Consumido por el hastío, vacío, llegué a casa después de clases; el cielo estaba ya oscuro. ¿Quién diría que a mis dieciocho años, casi diecinueve, la cumbre de mis días sería justo esa, en la noche solitaria, silenciosa, atrapante? Las noches blancas, desde hace, al menos, un par de años, no habían sido más que para experimentar mi voluptuosidad; llevarla al límite, al límite que me permite la soledad.
Me encerré en mi recámara y me senté frente a mi escritorio. Ésa fue mi ventana al mundo: el Internet. Acceso a todo el conocimiento humano existente; maravilloso. La música me desconecta. "¿Qué cosa no?"
Esta belleza siempre calmó la sed de mi voluptuosidad, tan ociosa, tan inmortal. Prendí un cigarro, abrí un libro y mientras leía llenaba mi pipa con marihuana; nada mejor para una cima voluptuosa. "¿Luego qué?" Todo el tiempo estaba leyendo, fumando o escuchando música. "¿Qué se supone que debo hacer?" Tenía las mejores calificaciones de la escuela, cumplía con mis obligaciones, ganaba mi propio dinero y poca gente se me acercaba; debía ser feliz en teoría. "¿Será esto lo que, en La Náusea, explica Sartre?"
–Parece que no aprendo –dije para mí. –No soy más que un miserable oropel. ¡No aprendes, Ronaldo! ¿Qué más quieren de mí? Parece que nunca es suficiente. ¡Carajo, no! Es como si buscaran, cueste lo que cueste, una razón para desvirtuarme. ¡No aprendes! Pero, querido oropel, si ya lo dijo Sócrates: Sólo hay una manera para evitar las críticas: no hacer nada, no decir nada y no ser nadie. ¿Por qué entonces me afecta tanto? Según la psicología, soy egocéntrico.
"Tal vez el llevar el cabello tan alborotado siempre, aporte a la cuestión". A nadie le gusta un filósofo, uno de verdad.
ESTÁS LEYENDO
Marginados sin voluntad.
Genç KurguRonaldo conocerá por primera vez a un joven con el que cruce tantas miradas, sonrisas anormales; sucesos probablemente oropeles. Tanta confusión le disolverá su hastío. Nota del autor: Esta obra es un reflejo de mis conflictos y vivencias; no prete...