Niños 》Jihan

Neunzehnte

Shiho corría por toda la casa porque su papá al fin había llegado a la casa después de unos cinco días. Parecía no cansarse, pues cada vez que Joshua la veía pasar frente a la mesa tenia la sensación de que aumentaba su velocidad.

Saemin solo reía al ver como su hermana hacia, según su opinión, semejante estupidez mientras la observaba de lejos desde el sofá con el teléfono en mano, grabando sus payasadas.

Jeonghan sin embargo tenía mala cara, lucía cansado y malhumorado, cosa que sucedía cada año bisiesto. Pero eso no impedía que estuviese feliz de volver a su casa, pues eso era lo que estaba sintiendo en aquel instante y ese estado no le iba a impedir disfrutar del tiempo con su familia.

Dejó sus bolsos a un lado, los cuales contenían nada más y nada menos que ropa, y fue directamente hacia donde estaba su esposo. Lo saludó con un beso en la mejilla y pasó sus brazos alrededor de su cintura para luego descansar su cabeza en el hombro de Joshua.

— Ah...—suspiró y cerró los ojos, con una sonrisa en los labios— Extrañaba estar contigo de esta forma.

— Si te digo todo lo que extrañé hacer contigo, no terminaría —soltó una risa y acarició las manos de Jeonghan— Creeme que es una lista muy larga.

— Pues tal vez más tarde tenga tiempo de escuchar todos los items que están escritos en tu lista.

— Te quedarías dormido al comienzo.

— Tal vez sea verdad —dijo levantando su cabeza para dirigir su mirada hacia su cara.

— Vamos a salir a cenar? —preguntó dándose medie vuelta, apartando las manos de Jeonghan de su cintura para juntarlas con las suyas— O prefieren pedir algo? Porque la verdad es que no tengo ganas de cocinar, para nada.

— Entonces voy a ir a comprar algo y vuelvo en seguida —dijo mientras jugaba por los dedos del americano.

— Estás seguro?

— Por qué preguntas?

— Luces cansado, por eso nada más.

— Estoy bien, amor —sonrió tocó la punta de su nariz, Joshua dio un pequeño saltito.

Después de unos minutos de discutir sobre aquella situación, Joshua cedió, dejando a Jeonghan salir a comprar algo para la cena.

Jeonghan ni se inmutó en cambiarse, pues hace unas horas que había llegado a su casa y tampoco había tenido tiempo de cambiarse, así que aún estaba presentable para salir a la calle. Observó por la ventana, las nubes estaban pintadas de color gris y el sol estaba cubierto por las mismas, creando un ambiente melancólico a lo que correspondía la ciudad.

— El tiempo cambió, así que lleva un paraguas y no tardes mucho, si?

El americano se encontraba un poco preocupado, pues en el pronóstico del día no se anunciaba ninguna lluvia o tormenta. Y la naturaleza amenazaba con dejar caer rayos por todos lados.

— Hay un paraguas en el auto, no? —Joshua asintió— Pues usaré ese entonces.

Se mordió el labio inferior, pues tenia un mal presentimiento. Quería decirle que de repente la habían entrado unas tremendas ganas de cocinar, pero muy pocas veces se ofrecía en ir a comprar algo. Tal vez quería comprarle algo a las niñas en secreto, o tal vez quería comprarle algo a Joshua.

Jeonghan era capaz de ir solo, sólo para hacer eso.

— Bien, ya me voy —anunció tomando las llaves del auto de una alta mesa que se encontraba hacia un lado de la puerta.

— Ten cuidado

— Lo tendré, cariño. No te preocupes.

Uno salió detrás del otro y Joshua se quedó parado frente a la puerta, esperando que Jeonghan saliera de la cochera con el auto. Ese presentimiento de que algo malo iba a suceder aun estaba presente y debía admitir que tenía miedo de que ese presentimiento sea referente a Jeonghan.

Un auto de color negro salió de la cochera y se estacionó frente a donde se encontraba Joshua. Quien sabe cuando Saemin también había salido, pues ahora se encontraba de pie al lado de su padre.

— A donde vas, pá? —le gritó, pues si hablaba desde donde estaba probablemente no la escucharía.

— Voy a comprar algo para la cena —contestó con un tono de voz normal ya que la niña se había acercado al auto— Esperenme dento, si?

Saemin asintió y volvió junto a Joshua, quien seguía de brazos cruzados observando el auto fijamente, tomó su mano y trató de guiarlo hacia el interior de la casa.

— Espera, quiero ver cuando tu padre se va —dijo Joshua seriamente.

Jeonghan le guiñó un ojo acompañado de un beso en el aire, luego volvió a arrancar el motor para apretar el acelerador y hacer que el auto comenzase a avanzar.

— Algo no esta bien...—se dijo Joshua a si mismo.

Vio como el auto se estacionó unas cuadras adelante, pues el semáforo que estaba en aquella esquina irradiaba un fuerte color rojo. Cuando el mismo se puso en verde, el auto volvió a avanzar.

Fue cuando supo que debió haber impedido que Jeonghan saliera de la casa.

Para Joshua todo transcurría en cama lenta, ver como el auto de color grisáceo avanzaba a la vez que una camioneta, de un tamaño mucho más grande que el auto gris, realizaba la misma acción, con la diferencia de que el segundo aparecía de la nada del camino que se encontraba a la derecha, para luego producir un choque entre ellos, fue una de las peores cosas que pudo haber visto en su vida.

El transporte que utilizaba Jeonghan dio una, dos y tres vueltas, a pesar de la distancia en la cual se encontraba el americano pudo notar que el vidrio trasero del auto estaba completamente triturado. El auto estaba de pie, pero probablemente el piloto se encontraba igual de mal que el vidrio que se encontraba observando Joshua.

Quiso moverse, pero las piernas no le hacían caso. Su cerebro parecía no mandar las ordenes correctas porque lágrimas estaban cayendo por sus mejillas pero las piernas seguían sin realizar un sólo movimiento.

Sintió como sudor comenzaba a caer de la nada de su frente y sus manos comenzaban a temblar.

Sin saber cómo, una pequeña piedra fue a parar justo en su rodilla.

Y fue ahí donde supo que no era real.