—¿Qué mierda haces acá? —Preguntó un muy asustado Danny.
—Te dije que vendría... —Respondió de entre las sombras Eduardo.
—Espera... —Danny levantó un poco más las sabanas, tapándose hasta la pera. —¿Fuiste vos?
Eduardo asintió con una sonrisa siniestra.
Con el corazón latiéndole a mil, estiró su brazo con rapidez y prendió la luz que estaba sobre su mesa de noche.
El foco iluminó toda la habitación, pero Eduardo, ya no estaba. La respiración de Danny se oía agitada, se encontraba re cagado, pero, aun así, no podía evitar pensar que lo que acababa de suceder, era parte de su maldita imaginación.
Lanzo un gran suspiro y dejó caer su cabeza sobre la almohada.
Acurrucándose, Danny cerró los ojos, así nomas, sin siquiera apagar la luz, que, por esa noche, la dejaría encendida.
El sonido de la alarma de su teléfono lo despertó, eran las siete y media de la mañana, debía prepararse, pues, lamentablemente, a las ocho, tenía que estar en la escuela.
Se levantó lentamente, quedándose unos segundos sentado al borde de la cama, mirando a la nada, pensando en todo, ahre no.
Bueno. El chabón bajó las escaleras de su nueva casa, que oxea, no era Nueva literal, tenía ya unos años, pero viste que él se mudó y todo eso...
Cuando llegó al comedor, se encontró con su vieja tomando un café con criollos y dulce de leche.
—¿No estabas haciendo dieta? —Le preguntó a su madre mientras se sentaba y tomaba un bizcocho.
—Cállate pendejo...—Ordenó untándole dulce al bizcocho.
El no dijo nada, e imitando a su madre, desayunó y luego de lavarse los dientes —porque ósea, no daba que se lavara los dientes y desayunara, como que se los iba a tener que volver a lavar y alta paja—.
Después de todo eso, camino hacia la escuela por la autopista de la muerte, donde, al llegar dos minutos antes de que sonara el timbre, se encontró a Eduardo, que, al pasar junto a él, le sonrió pervertida-mente.
Danny entró al aula, sentándose en su banco doble, que estaba vacío, pero, entonces... ¿Dónde está Aria? ¿Dónde estaba la nerd que se supone que siempre llega temprano?
Él no lo sabía, pero lo descubriría segundos después, ya que, a sonar el timbre, una muchacha agitada cruzó la puerta, era ella, que se paró junto al banco para saludar a la profesora, que entraría en un instante.
—Buenos días pendejos —La profesora entró en la habitación, caminando con unos tacos muy altos hacia su escritorio, donde, al ver sentados a sus alumnos, suspiró y encendió un cigarrillo mentolado.
La "Profesora Hot" ese día no estaba muy Hot, su pelo estaba despeinado, su ropa se encontraba arrugada y en su cara se notaban unas grandes ojeras, pasó de ser una Jennifer Lopez, a una Mirtha Legrand —igual te re bancamos Mirtha, lo sabes 😉—.
—Hey —La mano de Aria frente a él lo hizo reaccionar.
—¿Qué? ¿Me vas a hablar? —Preguntó el con tono despreocupado.
Aria rodo los ojos y pellizcándolo respondió.
—Apenas salgamos de acá, vamos a ir detrás de Eduardo.
—¡¿Qué?! —Exclamó el, haciendo que la profesora le lanzara un pedazo de tasa.
—Ya me escuchaste boludo —Dijo ella, sin ganas de repetir lo ya dicho.
—¿Se puede saber por qué?
—Creo que ayer estuvo en mi casa... —Danny se heló en su silla, los ojos de Aria mirándolo y sus palabras lo dejaron sorprendido, si ella lo vio, ¿Entonces su sueño fue algo más que eso?
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Las crónicas del cliché ©
HumorYa nada será igual. Prepárense para una historia que les va a dar demasiado cringe. Llena de clichés les traigo una historia de humor argentino que rompe las barreras de todos los géneros. ¿Estás dispuesto a reír conmigo?