Capítulo 2

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—¿Y ese albino quién es? —Le preguntó Danny una vez más, a su compañera.

—Eduardo Sánchez, pero todos le dicen Eduard —Respondió la joven en voz baja.

—Eduard —La rubia detrás de ellos habló. —Te guardé un lugar —Agregó empujando a la mina que tenía a su lado.

Danny inmediatamente llevó la vista al frente, justo a tiempo para ver como el pálido sonreía pícaramente y entraba al aula.

El pibe pasó junto a ellos, y fue en ese instante que Danny olfateó un terrible hedor.

—¡Pisaste mierda gil! —Le gritó al mismo tiempo que Eduard se sentaba.

—Cállate pelotudo —La profesora golpeó el banco con su puño cerrado, haciendo que todos miraran al frente y Andrés se sentara.

Y fue así como el silencio absoluto duró por al menos, tres minutos, pues, la profesora, con sus dos tacos altos, se levantó y comenzó a explicar algo que a Danny le chupaba un huevo.

Gracias a Dios, el timbré sonó y todo salieron, literalmente, corriendo del lugar.

Danny acomodó la tira de su mochila sobre su hombro y luego, caminó hasta el comedor donde vio algo que lo llenó de rabia.

Andrés y sus amigos estaban molestando a su compañera de banco, tirando sus libros al suelo y riéndose de ella.

El juntó sus puños cerrados y con bronca, se acercó a ellos.

—¿Qué haces pelotudo? —Le gritó a Andrés empujándolo con ambas manos.

El pibe se sorprendió, miró a sus amigos y luego, se acercó a Danny, quedando frente a frente.

Danny podía sentir su aliento a chicle de frutilla, el sabor para los putos, por lo que, por segunda vez, lo empujó.

—¿Te haces el picante? —Andrés finalmente habló. —Te espero a la salida del jardín, ahí vamos a arreglar las cosas.

Danny rio.

—No necesitó arreglar nada con un villero como vos —Bufó. —Quiero que dejen de joderla —Añadió mirando a la joven, quien estaba acomodando de nuevo sus libros.

—¡Eso jamás! —La rubia detrás de ellos apareció, exagerando la palabra "Jamás" como actriz de telenovela.

—No sabía que las gatitas salían tan temprano —Comentó Danny rodando los ojos.

Pero ella no se ofendió, sino todo lo contrario, la rubia le guiñó el ojo y antes de que Danny pudiera decir otra cosa, sacó un bolígrafo del medio de su sostén y se acercó a él.

—Llámame —Le dijo escribiendo su número en la mano del muchacho.

—Salí de acá —Andrés la corrió del medio, acercándose nuevamente a Danny, pudiendo oler su aliento a frutilla.

—No vá a queré metete con la Banda del Perreo —Amenazó el chabón de pelo largo, el mismo que ahora, tenía la camisa con cinco botones desabrochados.

—¡Eso! —Añadió el pibe bien vestido.

—No me interesa como se llamen, no me interesa quienes son o lo geniales que se creen, pero si no dejan de molestar a esa chica les prometo que arruinaré sus vidas —Danny habló, con un tono frío, uno de mafioso.

—Uy mira como tiemblo —Comentó nuevamente Andrés riendo.

—Van a aprender a respetar —Comenzó Danny tocando con su dedo índice el pecho del villero. —Arrodíllense y pídanle perdón —Añadió.

Las crónicas del cliché ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora