Antes

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La policía entró gritando a la casa. Tiraron la puerta abajo, sumando al ruidoso lío que tenían formado, y agarraron a mi mamá por el cabello, pronto me encontraron a mí (al primer golpeteo, ella me escondió en el closet) y nos empellaron fuera del edificio donde varios ojos se punzaron sobre ambas.

Mi cabeza estaba caliente, no podía entender correctamente lo que ocurría, estaba mareada y confusa. En un principio, pensé que arrastraban a mamá y grité, no por ella, no podría importarme menos esa mujer, pero al momento de empujarla al coche de policía una furgoneta aparcó al lado de este y la mano fría de un oficial me levantó del suelo por el cuello. El fuerte agarre me dejó sin respiración por un par de segundos y el hombre aprovechó para apresar muñecas y tobillos y tirarme dentro de la parte de atrás del nuevo vehículo, haciendo que me golpeara la parte de atrás de la cabeza.

Tosí con fuerza un par de veces para deshacerme de los ríos de baba que el no controlar adecuadamente la mandíbula había producido alrededor de esta. La cabeza me dolía y mi visión no era muy buena, de hecho, una enorme ansiedad me vino, pensé que podría haber pedido la visión por el golpe, o quizás abrí una gran herida, temblaba con piel de gallina pero conseguí arrodillarme a pesar del mareo. Logré escuchar al conductor entrar y sentarse, los sonidos se oían con extraña reverberación, que añadía al dolor de cabeza.

Antes de que el oficial pudiera cerrar la puerta, alguien más lo impidió y abrió de nuevo.

-Su patrulla nos debe algo, señor, le recuerdo que este servicio no es gratis -Una voz joven de acento francés interrumpió el camino del hombre al volante. No pude ver, pero lo reconocí como el hijo del vecino, siendo que aquellos carpinteros eran inmigrantes empujados a Farewell a causa de la guerra.

-Tienes tus prioridades derechas, niño. Tal como acordamos -Me tapé los oídos y apreté los dientes, el sonido metálico del dinero se sentía como si alguien taladrara directamente en mi cabeza.

-Gracias, señor.

-A tí, asegúrate de llamar de nuevo si ves algún otro de estos monstruitos por aquí.

El mayor rió y antes de darle la oportunidad de responder, cerró la puerta con agresividad y puso en marcha el coche.

Weas variasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora