[5]
Cuando el bus finalmente se detiene frente a nosotros recuerdo que, como siempre tomo taxis, no me he traído conmigo el pase de transporte.
Entretanto esperamos a que un par de ancianas suban primero, tiro de la sudadera de Sehun para obtener su atención y, sintiéndome un tanto cohibido, farfullo:
―Olvidé mi pase en casa.
Sehun me mira, una de las esquinas de su boca se curva ligeramente. Sus dedos rodean mi muñeca, el toque de su piel es tibio y agradable, y casi parece mitigar el frío de noviembre sobre la mía. Sin decir nada, nos dirige dentro del vehículo.
Luego de que pague por ambos, nos movemos al fondo. Por esta hora está petado de gente, así que no hay ningún asiento disponible y nos mantenemos de pie, uno al lado del otro, apretados con el resto de los pasajeros como en una caja de fósforos.
Ambos nos sostenemos de la barra sobre nuestras cabezas con los brazos opuestos, y debido a ello mi meñique está técnicamente pegado al suyo. Yo podría mover la mano para acabar con eso, porque espacio en el pasamanos sobra. Él también podría. Pero ninguno de los dos lo hace.
Algunas paradas más tarde, el asiento frente a mí se desocupa y yo codeo a Sehun con insistencia, señalando el asiento disponible con el mentón.
―Siéntate.
Él niega con la cabeza.―Estoy bien, siéntate tú.
Yo también niego, tironeando de su brazo y empujándolo por los hombros para que se siente.―Deja de actuar como si no sintieras cansancio, has estado de pie todo el día.
Sehun alza los ojos desde su posición, sentado frente a mí, y cuando le devuelvo la mirada rehuye de ella como un crío enfurruñado. Desde esta altura se ve muy joven, sus mejillas se ven suaves y sus pestañas son largas y oscuras. Apenas tiene veintidós años, me recuerdo. Si se lo mira con la suficiente atención, aún mantiene la sombra de la inmadurez en muchos de sus rasgos.
El asiento a su lado termina por vaciarse también y me siento junto a él. El movimiento del vehículo provoca que su hombro roce el mío de a ratos, al igual que su rodilla, y de pronto recuerdo el atractivo de los autobuses que tanto odié la mayor parte de mi vida.
Sehun es, además de amable y hermoso, muy atento. Cada vez que algún estudiante parece estar teniendo problemas con las cosas que carga, él ofrece sostenerlas por ellos, ya que está sentado. De esa forma, este chico que no se ha tomado un descanso desde la madrugada, ahora se sienta incómodamente para ayudar a otros.
Él es frustrante. Es tan educado y considerado que hace que uno no se decida entre golpearlo o alabarlo. Por suerte, el trayecto no es tan largo como para que yo ceda a mi deseo de reñir con él por ser innecesariamente amable.
Una vez bajamos, Sehun se queda de pie en la acera con las manos dentro de sus bolsillos, meciéndose un poco sobre los talones. Me dirige una sonrisa imprecisa.
―¿Tengo algo en la cara?
Inclino la cabeza, confundido.―No, ¿por qué?
―No has dejado de mirarme desde que dejamos el bar.
Parpadeo, apartando la vista de inmediato y soltando un bufido.―Tonterías... ¿Por qué estás tan relajado? ¿No tienes un trabajo al que llegar?
Sehun, por alguna razón, no deja de sonreír durante todo el camino. Y, aunque la noche es fría y húmeda, yo siento el rostro y las orejas inexplicablemente calientes.
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Ellipsis «hunhan»
Fanfic❝ Luhan elige sus intereses románticos dependiendo de un factor particular. El interior. ... de sus billeteras, claro. Su atención y afecto son un par de cosas que no entrega en vano, y es de esta forma que obtiene una vida repleta de lujos, comodid...