Ellipsis «hunhan»

La respuesta es sí.

🎧 A Little Girl - Oh Hyuck.

[11]

Dos autobuses pasan de largo de mí porque vienen petados, y hasta que logro subir a uno se hacen las ocho y veinte. El recorrido hasta el barrio donde queda el bar dura alrededor de treinta minutos, así que para cuando bajo del vehículo, quedan menos de diez para que den las nueve, que es justamente el fin del turno de Sehun.

Solo echar un vistazo a la hora me hace dar un respingo y, con miedo de no lograr alcanzarlo antes de que su turno termine y no volver a tener el valor de buscarlo después de hoy, técnicamente echo a correr en dirección al bar. No queda a mucho más que cinco bloques de distancia y, como soy veloz, no deben pasar ni cinco minutos antes de que llegue al local y lo rodee para dirigirme a la parte trasera, que es por donde sale el servicio.

Sin embargo, en el instante en el que me detengo a unos metros de las puertas dobles, jadeando por aire y limpiándome el sudor de la frente con el dorso de la mano; toda la confianza que Yuri me transmitió se evapora en el aire.

Quizá consiga que me odie un poco menos al ser responsable y disculparme con él, pero luego de verle de nuevo, ¿qué voy a hacer yo? ¿Cómo se supone que lo supere y siga adelante, cuando vengo intentando eso mismo hace meses sin ningún éxito?

Quiero pedirle que se quede. Quiero pedirle que se quede conmigo. Pero no tengo derecho a pedirle nada.

Por la puerta salen un par de chicas que me miran con recelo, y yo decido dejar de caminar en círculos frente a la salida como un perro extraviado. En su lugar, me reclino contra la pared de ladrillos del establecimiento y espero con impaciencia a que Sehun salga.

A las nueve y veinte él todavía no aparece, y empiezo a preguntarme si quizá salió más temprano, o si tal vez me vio esperando y decidió salir por el frente porque me detesta y ni siquiera soporta la idea de verme.

Mi estómago se retuerce y me muerdo las uñas, dejando que mis suposiciones ahoguen cada pedazo de mi determinación hasta hacerla desaparecer y decido que definitivamente no me siento listo y que esto es una mala idea. Me separo de la pared y, con desgana, doy media vuelta y echo a andar en la dirección opuesta, a sabiendas de que una vez llegue a casa voy a arrepentirme profundamente. Pero ya va a ser tarde.

No doy ni diez pasos cuando el chirrido de la puerta me sobresalta. Me detengo, ladeando la cabeza hacia ella. Una parte de mí desea que sea él, y otra espera que no lo sea.Bajo la luz de la farola que ilumina el comienzo azulado de esta noche de finales de marzo, hay un chico alto, de hombros anchos y cintura estrecha, cabello oscuro y un par de ojos que me miran como si creyese estar viendo una aparición.

―¿Hyung?

Durante la media hora que me tomó llegar hasta aquí, recité en mi cabeza cada cosa que quiero decirle. Desde el saludo hasta la despedida, imaginándome variadas posibles respuestas suyas para estar preparado.

Porque me he portado como un niño mezquino con él en el pasado, quiero mostrarle un rostro diferente ahora. Quiero que vea que no estoy jugando. Estoy haciendo lo mejor que puedo por mejorar y ser una persona de la que mi madre y mi hermano puedan estar orgullosos, y esto es parte de ello, también.

Pero en la práctica nada sale como quiero.

De pie frente a él, lo único en lo que puedo pensar es en que le he extrañado con desespero y que me duele allí donde mi corazón ha comenzado a latir a un ritmo vertiginoso. A parte de eso, no sé cómo empezar ni por dónde. No sé si acercarme más a él o si hablarle desde esta distancia, no sé si sonreír, mantener un gesto neutro o echarme a llorar. O salir corriendo.