Sobre perder el camino.

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―¿Seguro es buena idea traerme aquí? Me han visto tus vecinos.

Chanyeol cierra la puerta detrás de nosotros y se quita los zapatos para dejarlos en el zapatero de la antesala. Espera por mí mientras me quito los míos, luego toma mi mano para instarme a seguirlo dentro del inmueble.

―Piensas demasiado, bebé ―es todo lo que dice.

Park Chanyeol me ha traído a su apartamento.

No hay ningún problema con el apartamento que me ha comprado, la calefacción está funcionando otra vez y la señora que se encarga de la limpieza lo ha dejado impecable como cada semana. Así que no sé porqué estamos aquí, en su casa, cuando podríamos vernos allá, donde nadie le conoce y no hay ningún tipo de riesgo. Pero aquí estamos.

Solo la sala de estar de Chanyeol es lo suficientemente grande como para albergar cien personas sin inconvenientes. El suelo es claro y pulido, la alfombra es suave como algodón y el cuero de los sofás es oscuro y sin una sola mancha ni arruga. La televisión es tan grande que la idea de ir a un cine teniendo una pantalla como esta en casa ni debe pasársele por la cabeza. A nuestras espaldas, la pared es de cristal y permite una vista tan amplia que siento que podría divisar el río Han si entorno lo suficiente los ojos. A un lado, también hay un pequeño bar privado.

En esta casa donde podría vivir una familia entera y apenas cruzarse de vez en cuando, vive él por su cuenta.

Obviamente, yo ya sabía que él tiene mucho más dinero del que yo jamás podría imaginar. De todas formas, no puedo evitar sentirme bastante pasmado.

―¿Quieres beber algo? ―me pregunta―. ¿Agua? ¿Vino? Creo que tengo ese licor de moras que te gusta también.

Me siento sobre el sofá y le sonrío.―Lo último.

Chanyeol trae la botella junto a dos vasos pequeños y me entrega uno. Se quita el saco y desanuda su corbata, lanza ambas cosas sobre el respaldo del sofá y se deja caer en éste con un suspiro de cansancio mientras deshace los primeros botones de su camisa. Se pasa una mano por el cabello, arruinando el orden profesional de los mechones castaños.

Bebo un trago de mi vaso y le observo frotarse la frente con los dedos, como si tuviera una jaqueca.

―¿Día duro?

Chanyeol me sonríe con ojos cansados.―Mi padre no se ha sentido muy bien estos días. Estoy encargándome de parte de sus responsabilidades hasta que su salud mejore, y la presión me está comiendo vivo.

Hago un sonido de comprensión y, con el codo sobre el respaldo y el mentón apoyado en mi palma, acerco a su rostro la mano con la que sostengo el vaso y estiro un dedo para delinear una de las sombras oscuras bajo sus ojos.

―Seguro lo estás haciendo bien ―consuelo―. No seas muy duro contigo mismo.

Chanyeol inclina la cabeza más cerca de mi caricia.―Estuve tan ocupado que no pude hacer tiempo para verte el último mes. ¿Ha pasado algo nuevo?

La verdad, es un alivio que él estuviera ocupado. Durante el último mes me la he pasado yendo y viniendo a mi pueblo para encargarme de la condena de mi madre y todo el extenuante proceso burocrático que eso implica. Apenas he tenido cabeza para nada más.

―Nada nuevo. Sabes que lo mío es la rutina.

Por supuesto, no hablo de mis problemas con Chanyeol. Estoy aquí para entretenerlo y ayudarle a olvidar sus preocupaciones, no para contarle las mías.

Ellipsis «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora