Capítulo 2

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–¿Puedes llevarme a casa? Tengo que prepararme para ir a trabajar.

Antoine asintió y fue a pagar, pero Noa y Amil se la jugaron y Noa le cobró a Amil.

–Gracias, enana.

–Me debes una.

Antoine llevó a Amil a casa y pese a las insistencias de Amil de ir andando a su trabajo, Antoine le llevó en coche y se quedó sorprendido al ver donde tenía que trabajar Amil.

–¿Tan mal estáis de dinero?

Amil asintió cabizbaja.

–Entiendo que ahora no quieras saber más de mi. Gracias por esta tarde, Anto. Me lo he pasado genial. –Amil besó la mejilla del francés y se bajó del coche.

Amil entró al club, donde se puso su ropa de trabajo y suspiró para ver si alguien había pagado por estar con ella.

–Toda la noche. –le dijo su jefe.

Amil abrió los ojos como platos. Lo máximo que alguien había estado con ella habían sido tres horas, y casi no había podido aguantar.

–Habitación 7. –completó el hombre.

Amil entró a la habitación y se sorprendió más al ver a Antoine ahí.

–¿Qué haces aquí? –preguntó Amil, aún en shock.

–Supongo que aprovechar la noche. –Antoine sonrió de lado y le hizo un gesto a Amil de que se tumbara a su lado.

Antoine le abrazó con delicadeza y dejó un beso en la cabeza de la pequeña.

–No vamos a hacer nada que no quieras, petite.

–Has pagado. Estás en tu derecho.

–No me va este rollo de pagar para tener el cuerpo de una chica. Me gusta hacerlo por sentimientos. He pagado porque no me gusta que toquen lo que es mío. –Antoine rió en el cuello de Amil.

–¿Cómo que lo que es tuyo? –preguntó Amil divertida.

–Venga ya, sabes perfectamente que estamos hechos el uno para el otro.

–Demuéstramelo. –Amil mordió la oreja de Antoine.

(...)

–¿Por qué no nos conocemos mejor? –preguntó Antoine acariciando el pelo de Amil con delicadeza.

–Vale. Empiezo yo. ¿Cuántos años tienes?

–26, ¿y tu?

–20.

–Aparentas más.

–Me lo dicen a menudo. –rió Amil. –Aunque es algo que no deberías decirle a una chica.

–Tu eres diferente. Se que no te vas a ofender.

Amil golpeó su pecho sonrojada.

–¿De dónde eres? –preguntó Antoine.

–No... No me acuerdo. ¿Tú?

–De Mâcon, Francia. ¿Alguna vez has tenido novio?

–Llevo trabajando de esto... Desde los trece años. Noa no sabe nada. Piensa que trabajo de turno de noche en una fábrica. ¿Y tú?

Por la mente de Antoine, pasó Erika, su novia, pero rechazó esa imagen.

–No. No tengo novia.

Amil sonrió, pensando que Antoine era el adecuado, y se durmió en los brazos del francés.

La noche siguiente, Amil esperaba la visita de Antoine, pero no llegó. Quien llegó fue un habitual, Verratti.

–Lo de siempre, pequeña.

(...)

Amil despertó adolorida. Verratti siempre era muy brusco, y desde pequeña había tenido problemas de espalda.

–¿Estás bien? –le preguntó Noa.

–Sí, ayer me caí. –dijo Amil tocando su espalda.

–¿Y estas marcas? –preguntó por las muñecas rojas de Amil.

–La máquina de ayer, que no iba del todo bien.

Noa asintió y preguntó.

–¿Me acompañas a la chocolatería? Necesito ayuda. Hoy es fiesta y habrá mucha gente. Además, varias de mis compañeras se han cogido el día libre.

Amil asintió, contenta de poder ayudar a Noa sin mentirle.

Fueron a la chocolatería, que rápidamente se llenó.

Amil vio entrar a Antoine con otra chica. Intentó pensar que podía ser su hermana y cuando se acercó a saludar, vio como empezaban a besarse.

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