Capítulo 16

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El siguiente capítulo lo actualizaré cuando llegue a los 80 votos igual que el anterior. Con eso actualizo más rápido, casi nunca actualizo 2 veces a la semana. Si llega hoy o mañana los votos, actualizaré por la misma.

Están emocionados por este capítulo, pues deberían.




Peeta comenzó a besar mis labios suavemente, sin prisa. Su lengua acarició mis labios como la mía hizo con los suyos. Mis manos se quedaron en su cuello abajo de su cabello ensortijado mientras que las suyas recorrían mi espalda, cintura y cara. Sus manos no se quedaban tranquilas, se las notaba ansiosas.

Mis manos dejaron su cabello para quitarle aquella bata, en ningún momento nos dejamos de besar mientras desprendía aquella prenda de su cuerpo. La bata cayó a nuestros pies dejándolo a Peeta solo en bóxer.

El viento soplaba con fuerza golpeando los ventanales del dormitorio. Se escuchaba la lluvia y los truenos cada vez más fuerte.

Llevé nuevamente mis manos a su pelo y empecé a masajear su cabeza, recibí un gemido como respuesta. Todo fue subiendo de tono cuando nuestros besos dejaron de ser tiernos para pasar a necesitado y hambriento, nuestras lenguas peleaban en una batalla en mi boca que sabíamos nadie ganaría. Sus manos fueron bajando a mis caderas y su boca a mi cuello. Mientras tanto de mi boca salían sonidos que nunca antes había emitido delante de Peeta, pero que eran la única manera de expresar lo que sentía, a través de mi cuerpo. El éxtasis, placer que me embargaba ante sus caricias, ante él. Podré haberme desnudado ante otros hombres, podrá ser que me hayan tocado, pero jamás he sentido ni una minúscula parte de lo que Peeta me hace sentir. Y eso que solo eran besos subidos de tono y manos atrevidas.

Mis manos comenzaron a recorrer su pecho esculpido y duro, acaricié piel a piel, ganándome más gemidos en respuesta de su parte.

-tienes mucha ropa-me dijo al oído, su aliento caliente hizo estremecer mi cuerpo.

-pues que esperas...mi panadero-le susurré.

Por primera vez en años, desde que salí del distrito lo llamaba así. Era mi apodo hacia él cuando estábamos solo los dos. Sus manos avidez comenzaron a sacarme la ropa. De un momento a otro mi sostén desapareció. No me dio vergüenza, peor aún ganas de taparme. Apegué mi pecho al suyo. Ambos gemimos al contacto sobre nuestros labios. Mis pezones se pusieron erectos ante la piel helado de Peeta. Podía sentir como mi pecho se apretaba ante su torso. Estaba tan excitada y deseosa de él. Peeta gruñó y me hizo arquear la espalda. Su boca se adueñó de mis senos, mandando sensaciones de a todo mi cuerpo. Sentí como mordió al chupar, un gemido largo salió de mis labios llevando su nombre en él. Mi cara se enteró en su cabellera al igual que estaban mis manos, aspiré su olor, aquel olor varonil y excitante.

Podía sentir como mi temperatura aumentaba y como reacción mis bragas se sentían aun más mojadas. Mi feminidad latía, latía ser llenada por él.

Mis pantalones desaparecieron y de un momento a otro me cargó para que envolviera su cintura con mis piernas. Nuestros sexos se rozaron y aunque solo la ropa interior nos separaba me excité mucho más, los sonidos más hermosos salieron de nuestras bocas productos del roce.

Su masculinidad estaba apegada en mi feminidad. Podía sentir su calor y sabía que él sentía del mío, además de toda su longitud.

Un fuerte estruendo nos hizo mirar a la ventana. Un rayo iluminó todo el cielo, por la misma, la habitación se quedo sin luz y asumí que era en toda la casa. Peeta me miro, despertando de aquel trance de pasión, dudando ante lo que íbamos hacer.

Dolorosa Traición-TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora