No sabía lo que había que responder cuando alguien daba el pésame. Nunca me lo habían enseñado, nunca había tenido que aprenderlo antes.
Estaba plantada ahí, en medio de un cementerio, con un vestido negro y el pelo recogido de mala manera. Me sentía observada, y era normal. Había muchos motivos para mirarme, y seguramente muchos cuchicheos a mi alrededor. Pero en ese mismo momento no me importaba aquello. Nadie podía venir a incomodarme ni a hacerme preguntas, no en ese día.
Valeria me apretó la mano haciendo notar su presencia y me sentí aliviada. Era como si ella fuera la única persona que me era familiar entre tanto desconocido. La miré de reojo, estaba flamante con su pantalón de vestir negro y su camisa con volantes en las mangas. Se había dejado su rubia melena suelta, la cual caía elegantemente sobre sus hombros, en un alisado perfecto. Llevaba unas gafas negras que ocultaban sus ojos castaños, y el maquillaje justo para cubrir un grano rebelde que había surgido bajo su boca. Todo el mundo veía a mi amiga como un ángel, yo la veía como mi escape para todo.
Yo era todo lo contrario a ella. Mi pelo era castaño cobrizo, un desastre de ondas incontroladas que nunca tenían el mismo aspecto. Mis ojos eran verdes y pequeños, y destacaban en mi rostro redondo y de piel clara. Yo era introvertida, y ella muy sociable. Yo era frágil, y ella desbordaba fortaleza y seguridad. Pero también era alegre y optimista, y por eso ella también me necesitaba a mí.
Instantes después se acercó un señor a darme el pésame. Recordé vagamente que fue vecino de mi familia durante casi toda mi vida. Como seguía sin saber qué decir, simplemente asentí con la cabeza y miré mis zapatos, medio hundidos en la tierra.
Mi madre me miraba desde el otro lado del ataúd. Lloraba.
Miré a Valeria y ella asintió, soltándome la mano con delicadeza. Me dio un beso en la mejilla y se alejó hacia unos árboles que rodeaban el lugar. A diferencia de mí, ella no echaba de menos a su madre, y no deseaba encontrarse con ella.
Cuando estuve enfrente a mi madre, de repente no supe qué hacer. Pero ella abrió sus brazos y le devolví el abrazo. Y entonces lloré.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, desahogándonos juntas, hasta que levanté la vista y vi a alguien mirándome fijamente. Y lo que le diferenciaba del resto de personas que me observaban, era que me miraba la razón de mi huida.
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Un Alma Inmortal #PGP2017
FantasyCuando el amor de su vida decidió que Elena ya no era suficiente para él, ella cogió sus cosas y dejó todo atrás para empezar de cero en otra parte con su mejor amiga. Sin embargo, años después tuvo que volver, y su vuelta trajo reencuentros indesea...