Capítulo 38

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—Zoey. ¡Zoey! —gritó Jenna para Zoey dejara de bailar y le prestara un poco de atención y cuando lo hizo prosiguió a hablar — ¡Necesito ir al baño!

—¡Vamos! —dijo empujándola suevamente.

Después de estar cuarenta minutos bailando y bebiendo, por fin el momento de evacuar el alcohol llegó. Jenna necesitaba orinar. Caminaron hasta el baño de mujeres pero había una cola larga de mujeres frente a la puerta, esperando su turno. Sacó su celular y le envió un mensaje a Alex, se había olvidado de avisarle que ya estaban en la fiesta.

—Jenna, iré a sentarme en la barra ¿sí? Estoy muy pero muy mareada —apenas podía balbucear las palabras con claridad.

—Está bien, pero no te muevas de ahí —le advirtió Jenna.

Zoey simplemente afirmó con la cabeza y caminó entre la multitud, la cabeza la estaba matando, el piso parecía que estaba respirando, no podía pisar con seguridad. Cerró los ojos para no caerse y siguió caminando pero las personas que bailaban la golpeaban con sus espaldas haciéndola haciendo que se tambaleara. Estaba por caer si no fuera por una mano que la sujetó ya estaría en el suelo con la cara estampada en el suelo.

—Hey, cuidado —escuchó una voz femenina, la dueña de la mano que la estaba sujetando por la cadera. Abrió los ojos para mirarla.

Era una pelirroja preciosa, llevaba minifalda y un escote que era el mismísimo paraíso. Sus ojos azules la miraban con ternura y simpatía mientras que los de Zoey mostraban sorpresa.

—Lo siento mucho —se disculpó Zoey, avergonzada, no sabía lo que había pasado, quizá chocó con la pelirroja. No tenía idea.

—¿Estás sola? —preguntó amablemente, sonriéndole.

Zoey negó con la cabeza.

—Estoy con mi amiga. Está en el baño.

—Te llevaré para que te sientes en la barra ¿está bien?

—Ahí era a donde iba —dijo sonriendo.

La pelirroja simplemente sonrió de nuevo y la llevó agarrándola de la cadera y la mano para que no perdiera el poco equilibro que le quedaba. Al llegar a la barra, todas las butacas estaban ocupadas y amablemente le pidió el asiento a un hombre quien cordialmente aceptó en salirse de ahí al ver en el estado que se encontraba Zoey.

—Soy Verónica —se presentó, al fin.

—Bonito nombre. Soy Zoey —dijo estirando su mano, apenas, hacia ella. Estaba que moría ahí mismo por la borrachera que se traía encima.

—El tuyo también —sonrió de lado y apretó suavemente su mano para luego llevarlo a su boca y depositarle un beso suave por encima de sus nudillos.

Zoey no perdió tiempo, dio la vuelta la mano y su palma quedó pegada en la mejilla de Verónica, la acarició suavemente y la atrajo hacia sus labios, deleitándose en ese beso. Ambas estaban hambrientas. Sus lenguas estaban inquietas, jugando una batalla en la cual nadie saldría vencedora. Verónica pasó sus manos sobre los muslos descubiertos de Zoey y los apretó con fuerza, clavando sus uñas largas y rojas. Zoey gimió de dolor y placer, pero no la apartó.

Que fácil era olvidar a una mujer con otra mujer.

—¿Estás sola? —le preguntó Zoey entre besos, quería llevarla a su casa ahora mismo.

—Vine con un amigo —le respondió, lamiéndole el cuello y dejando pequeños mordiscos que hacían que Zoey tuviera pequeñas descargas de placer.

LA ASISTENTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora