Entré el último en la casa y al verme, me abrazaron todos con fuerza.
- Lo siento, chicos - dije -. He sido un cobarde.
- No te culpo - dijo Óscar.
- A mí me parece normal, no te preocupes - intervino Juanma.
- ¿Normal? - Pregunté.
- Claro. Has perdido a tu familia, nos has traído a un sitio seguro pensando en todos y en cuanto las cosas no salen como se planean, alguien te echa la culpa de todo.
- Visto así...
- Yo soy la que más lo siente - dijo Lucía mirando al suelo.
- Hey, tranquila. Es normal. Estás nerviosa con todo esto. A lo mejor te crees que yo no, pero te equivocas. Además, yo aguanto aún más presión que todos. Soy el jefe y debo ocuparme de que a ninguno os pase nada.
- Por ello te dejamos a ti - dijo Juanma -. Gracias a ti estamos todos a salvo tras lo del instituto y tu abuelo sigue aquí por tu arrojo.
- Si tú no me hubieras ayudado con el muerto, habría acabado como él - respondió mi abuelo muy agradecido.
- Lo tuyo es diferente. Eres mi abuelo, mi familia. Como a Dani o a Lucía, daría mi vida por salvaros a toda costa.
- Lo sabemos.
- Bueno - dijo Santi de repente -, está oscureciendo. Hay que ponerlo todo.
Cogieron mantas y paneles de madera que pusieron sobre las ventanas para evitar que la luz se viera desde fuera y luego la encendieron, quedándome perplejo.
- ¿Cómo es que aún hay electrici-dad? Deberíamos estar sin suministro.
- Pusieron unos paneles solares cerca y mientras Lucía y yo te buscábamos, Óscar y Juanma fueron a empalmar algunos cables que llegan hasta aquí. Por eso tenemos electricidad.
- Muy buena idea. Además la energía se produce por el sol y no nos quedaremos sin energía fácilmente. He de admitir que no me necesitáis tanto.
Todos se rieron con aquello y yo me fui al exterior. Respiré hondo, llenándome los pulmones del cálido aire nocturno propio del mes de Julio. Todo estaba muy tranquilo y las estrellas se veían inmensas. El cielo no parecía el mismo que había visto durante toda mi vida, siempre tan negro y con tan pocas estrellas... Pero en ese momento, todo el cielo estaba lleno de puntos blancos que nos vigilaban, incansables. Me dirigí al garaje y entré en este. Observé mi alrededor en la penumbra, siempre en silencio, y leí las siluetas que formaban todos los trastos que allí se hallaban. Desde las herramientas de mi abuelo hasta los periódicos viejos guardados para ser pasto de las llamas de la chimenea. Cogí uno con cierto cuidado y recelo, creyendo que se rompería si lo manipulaba con mucha brusquedad. Acaricié con suavidad la portada y rememoré unos viejos tiempos que todos sabíamos que nunca habían sido nuestros y nunca volverían. Lo devolví a su lugar cuando de pronto oí un carraspeo detrás mío, por lo que me di la vuelta asustado, pero relajado al reconocer la silueta de mi novia.
- ¿Podemos hablar? - Preguntó.
- Por supuesto.
- Lo primero que quería decirte era que siento mucho cómo me he puesto.
- No te preocupes.
- Sabes que te amo, ¿verdad?
- Pues claro que sí. Y yo a ti más que a mi propia vida, pero si he reaccionado así es porque tengo demasiada presión a mi alrededor.
- Solo debes hacer una cosa.
- ¿El qué?
- Sobrevivir. Sobrevive por mí.
- Lo sé. Y sabes que lo haré.
Sonrió y vino a abrazarme cuando de repente me percaté de una presencia en la puerta, por lo que me acerqué a esta cauteloso y con el cuchillo listo, pero allí me encontré a un hombre armado con un cuchillo que me miraba a través de los cristales de sus gafas con seriedad.
- Lucía, ve a buscar a mi tío.
- Voy como un rayo.
Esperé a que él llegara y fue entonces cuando comenzó la conversación.
- ¿Quién eres? - Pregunté.
- Me llamo Francisco.
- Dame tus armas - dijo mi tío.
- ¿Por qué? - Preguntó indignado.
- Hazle caso - dije enfadado.
Refunfuñó ligeramente, pero accedió a lo que le ordenábamos. Entregó un cuchillo de carnicero, lo que nos descolocó.
- ¿Solo llevas esto?
- Sí, lo juro.
- Déjale entrar.
- ¿Estás seguro, José?
- Por supuesto, Santi.
Abrió la puerta y el hombre entró corriendo. Me acerqué a él y le hablé serio.
- Más te vale no mentir y menos aún hacerle daño a nadie. Como me entere,yo mismo me encargaré de meterte una bala entre ceja y ceja, ¿capici?
Le tendí el cuchillo y él lo cogió despacio.
- Sí.
- Bien.
- ¿Qué eras antes? - Dijo mi tío.
- Era profesor.
- Espera, ¿te apellidas Paniagua? - dije sorprendido. Se me antojaba imposible.
- Sí. ¿Cómo sabes mi apellido?
- Porque yo fui alumno tuyo. Soy yo, José.
- ¿José? ¡Ya me acuerdo! Te di clase en 3° de la ESO.
- Sí. Óscar y Juanma también están. Ve a verles.
- ¿Dónde? ¿En la casa?
- Sí.
- Pues voy a verles.
Él se fue a la casa y me quedé allí fuera a solas con mi tío, aún perplejos.
- ¿Cómo nos habrá encontrado? - Preguntó él.
- No lo sé. Es posible que lleve varios días observándonos.
- Si es así, ¿cuántos más habrá haciéndolo?
- No lo sé. Aunque espero que no sea así - dije.
En ese momento Lucía salió de la casa y se acercó.
- Chicos, la cena está lista.
- Ahora mismo vamos.
- Santi, ve yendo. José, ¿podemos hablar?
- Sí, claro.
Una vez nos quedamos solos, Lucía se aclaró la garganta y me miró a los ojos.
- ¿Qué pasa?
- José, quería pedirte ir a un sitio. Aunque necesito que vengas conmigo.
- Vale.
- ¿Aceptas? ¿Así sin más?
- Sí. ¿Por qué tengo que preocuparme si vas conmigo?
- No, que creía que dirías que no.
- Bueno pues ya sabes la respuesta. Si quieres salimos después de cenar.
- Bien, de acuerdo.
Entramos en la casa y todos ya estaban listos para ponerse a cenar. Antes de comenzar a comer, dediqué unas palabras a los demás.
- Esta es una cena especial. Nos ha encontrado otra persona y esto alimenta nuestras esperanzas de encontrar más supervivientes que nos ayuden ante la difícil empresa de seguir en este mundo infernal. Un brindis por ello.
Todos levantaron sus copas y las chocaron con ganas. Después de esto, nos comimos todo. Cerca de la medianoche, Lucía y yo nos montamos en el I20 y éramos despedidos por Óscar.
Una vez en la carretera que llevaba al pueblo, pregunté.
- Vale, ¿Dónde vamos?
- Quería ir a por unas cosas a mi casa.
- Bien, vale.
- ¿Qué te pasa? Todo te parece buena idea y eso no es normal en ti.
- No me pasa nada.
Lucía frenó de golpe y las ruedas chirriaron por la fricción con el asfalto.
- ¿Cómo que no? - dijo con aquella mirada de "te pasa algo y ambos lo sabemos".
- Como que no me pasa nada.
- José, desde que te has ido al pueblo, no eres el mismo mentalmente. Y eso me preocupa.
- Es que no sé a qué ha venido eso que me has dicho.
- Oh, sé que no debería haberlo dicho, pero es la presión la que nos hace actuar así. Tú lo dijiste. Ven, dame un abrazo.
Se quitó el cinturón y me abrazó con fuerza, pero en ese momento se oyó un golpe en mi ventanilla y vimos a los muertos que se acercaban al coche atraídos por la luz de los faros.
- Písale, Luci.
Arrancó con fuerza y nos llevamos por delante a varios de ellos, pero salimos sin dificultades y continuamos con aquella velocidad (unos 120
km/h) hasta llegar a Valdemorillo.
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MUNDO INFERNAL
Science FictionJosé y Lucía son dos jóvenes novios que han conseguido su título de la ESO y todo augura un brillante futuro para ambos, pero todo va a cambiar en el momento de la celebración, cuando los muertos regresen a la vida. Ahora los dos deben aprender a so...