Parte 7 - Don Alberto -

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Desesperados mi hermano y yo, corrimos hacia el almacén del pueblo, dónde tal vez encontraríamos las respuestas que estábamos buscando.

Ya en la puerta del almacén y con mucha ansiedad y algo de miedo, entramos.

Un galpón enorme con muchos trastos viejos y un sin fin de mercadería de todo tipo, necesaria para el trabajo de campo, es lo primero que vimos en ese lugar. Un hombre mayor, con sus arrugas bien ganadas por el paso del tiempo, detrás de un viejo y macizo mostrador de madera asomaba y nos miraba.

Al vernos se acercó a nosotros, y detrás de sus anteojos, vimos mi hermano y yo, cierta tristeza en sus ojos, que nos sorprendió.

Me llamo Don Alberto, nos dijo acariciándonos la cabeza, soy el dueño de esta vieja almacén. Hace años que aquí llegué y me afinqué, nos contaba aquél hombre de cabellos blancos y manos duras producto del trabajo de toda su vida.

Hoy en día somos pocos los paisanos que quedamos por estos lados,  todos gente de trabajo y de campo, seguía con su relato Don Alberto. 

Hasta que entra un muchacho en aquella almacén, al que Don Alberto lo llama Tomás.

Ven Tomás, dice Don Alberto, éste es mi hijo nos presenta y para nuestro asombro, Tomás nos conoce a mi hermano y a mí, pero nosotros no a él. ¿Cómo es eso?.  

Tomás nos contó que veía cuando, mi hermano y yo acompañábamos a los patrones del campo del cual nos habíamos escapado.  Claro ahí recordamos la escena, mi hermano y yo íbamos a visitar a nuestra familia a la estancia que está cruzando la vieja almacén del pueblo; mientras los patrones hacían sus compras regresando luego todos juntos.

Ah sí sí, dijo Don Alberto, ahora me acuerdo hijo tienes razón, y enseguida se sentó en una vieja silla llena de polvo junto a nosotros, y comenzó a contarnos lo que había sucedido en aquella estancia, que estaba cruzando la vieja almacén del pueblo.

Y así empezó su relato Don Alberto:  Al dueño de la estancia se le habían muerto su mujer y el único hijo del matrimonio, en un accidente que ocurrió con un tractor, en la misma estancia.

Mi hermano y yo, seguíamos ahí al lado de la silla empolvada en la que Don Alberto estaba, y no entendíamos demasiado,  pero queríamos descubrir que había pasado con nuestra familia, además también se encontraba Tomás asintiendo con la cabeza el relato que hacía su papá.

Una mañana, continúa Don Alberto, el pequeño salió corriendo de la casa al campo en busca de su padre, el dueño de la estancia, y éste,  que era quien manejaba en ese momento el tractor, no lo escuchó por los ruidos de la máquina. El pequeño seguía corriendo muy cerca de las ruedas de aquel tractor, y en un segundo pasó lo peor. 

El dueño de la estancia inmerso en su trabajo y con el ruido del tractor, nunca escuchó a su pequeño que lo llamaba y no lo vió debido a la altura de la máquina, por lo que lo arrolló con las ruedas del tractor.

A quien si vió, fue a su mujer que venía corriendo en forma desesperada detrás del pequeño hacia donde estaba él trabajando con el tractor. Al verla apagó la máquina, y no entendía que sucedía al escuchar el grito desgarrador de su esposa, la que a unos metros antes de llegar hasta el tractor, se desplomó debido a tremenda escena que acababa de ver.

***

Están ahí?. Falta muy poco para el final. Gracias, buena vida.








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