Parte 10 - El monte -

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De pronto, mi hermano y yo recordamos el monte, el que recorrían todos los días muy temprano el abuelo Don Eusebio y papá, en busca de ramas secas y demás para que la vieja estufa no se apagara y su fueguito nos abrazara junto a mamá.

Saltamos de emoción al recordar aquellos momentos y fue entonces que Tomás confundido nos guió por el camino que nos llevaría al monte, ya que nosotros no conocíamos el trayecto por ser mamá la que nunca nos dejó ir por miedo a que nos pasara lo de papá, que había desaparecido.

Íbamos corriendo detrás de Tomás, y de pronto ahí estaba el famoso monte, la trampa de nuestro papá. Demás está decir que mi hermano y yo lloramos, a lo que Tomás nos alentó a recorrer el lugar. 

Y allí estábamos tratando de desentrañar el sentido de nuestros tropiezos y desencuentros.

Pero ya en la cima del monte vimos, no muy lejos de ahí un gran campo con un galpón.

Y otra vez la alegría y la tristeza se mezclaban en nosotros, los recuerdos y tantas cosas.

Mi hermano y yo corrimos hacia ese lugar, mientras Tomás nos seguía sin entender que nos pasaba y nos gritaba que tuviéramos cuidado en el camino.

Llegamos a un campo también abandonado en donde un enorme galpón se encontraba prácticamente derrumbado por el paso del tiempo.

Con mucho cuidado entramos y descubrimos aquel galpón en donde Don Eusebio el abuelo acogió y adoptó a nuestra familia.

Y ahí estaba la vieja estufa que nunca se apagaba gracias al abuelo que todos los días muy temprano con papá, iban al monte a juntar ramas y pasturas secas para el fueguito que nos calentaba.

Nos abrazamos mi hermano y yo, y también Tomás se emocionó conociendo nuestra historia. 

Con precaución recorrimos todo el lugar y encontramos algunas astillas de madera vieja y recordamos el olor de aquel tiempo que pasamos junto a mamá, nuestros hermanitos y el abuelo. 

Conmovidos por los recuerdos salimos del viejo galpón. Mi hermano y yo decidimos comenzar una nueva vida junto a Tomás y a Don Alberto su papá, y así dejar atrás los momentos difíciles vividos.

Regresamos a la vieja almacén del pueblo, y ahí junto a Tomás y a Don Alberto, nos acomodamos en la humilde casita que estaba detrás. Vivimos bien rodeados del amor que Don Alberto y Tomás nos dan,  y nos acostumbramos a la tranquilidad del lugar.

Pasado un tiempo Don Alberto enfermó y nos dejó, llevándose con él a mi hermano que no soportó su ausencia, lo invadió la tristeza y todos los recuerdos. Mi hermano nunca se repuso a la falta de mamá y Don Eusebio nuestro abuelo.

Así que acá estoy solo en la humilde casita, mientras Tomás cierra la vieja almacén del pueblo.

Tengo un cómodo almohadón en el suelo para descansar mis huesos, ya estoy viejito.

Están ahí?. Espero que sí, y ojalá les haya gustado mi historia, ó al menos entretenido por un rato. 

Pero que torpe soy, me olvidé lo principal, mi nombre es REY.

Bueno, aquí llegó Tomás así que ya es hora de comer y después a descansar. Y así transcurre mi vida aquí en el viejo almacén del pueblo.

***Fin***

Desde ya agradezco la oportunidad que me dan al leerme y espero que hayan disfrutado la historia ó al menos entretenido por un rato como dice Rey. Gracias, buena vida. 



VIDA de REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora