Sin más nos abrazamos mi hermano y yo, lloramos y mirando al cielo le pedimos a Don Eusebio, nuestro abuelo, que nos guiara de vuelta al pueblo donde nuestra familia estaba.
Otra vez la noche nos encontró perdidos y desorientados, confundidos y agotados. Nuevamente el frío de la noche se hacía sentir y la falta de agua y comida también. Al costado del camino que recorríamos, encontramos unas piedras y un árbol que nos serviría como reparo para nuestro descanso.
Nos acomodamos mi hermano y yo, y mirando nuevamente a las estrellas rogábamos poder volver a ver a nuestra familia, que tampoco ellos sabían nada de nuestro paradero.
A la mañana siguiente, un tibio aire y una llovizna escasa nos despertó. Habiendo descansado un poco, retornamos al camino que nos acercaría a mamá y a nuestros hermanitos, y en silencio comenzamos a caminar.
Pero ése día iba a ser especial...
Están ahí? No quiero cansarlos, pero bien vale la pena llegar hasta el final de la historia. Bueno dónde estaba?, ah sí sí, en...comenzamos a caminar.
Para nuestra sorpresa por ese camino que íbamos, volvió a pasar Juan el camionero. Al vernos otra vez nos rescató del camino, y no entendía que hacíamos ahí. Pero enseguida se dió cuenta que seguíamos perdidos sin saber como volver con nuestra familia.
Juan, el camionero, transportaba mercadería cargando y descargando en las almacenes de los distintos pueblos. Mi hermano y yo, ahí estábamos en la cabina del camión con Juan, contentos de volver al pueblo anterior que nos acercaría a mamá.
Bueno, pasado un tiempo se veía a lo lejos un pueblo muy tranquilo, con poco movimiento por esas horas de la mañana.
Llegamos y con alegría mi hermano y yo, recordamos ésa fachada de la antigua almacén dónde tiempo atrás, acompañábamos a los antiguos patrones, dueños del campo del cuál nos habíamos escapado.
Cruzando a unos metros de ésa almacén estaba la estancia dónde mamá y nuestros hermanitos nos estarían esperando preocupados por no saber de nosotros dos.
Sin más, llorando de alegría nos despedimos de Juan el camionero, agradeciéndole su ayuda, que fue decisiva para que pudiéramos regresar a nuestro lugar.
Mi hermano y yo, corrimos como nunca, al encuentro de nuestra familia.
Ya en la entrada de la estancia nos llamó la atención el abandono que allí se veía.
Corrales vacíos, animales ausentes, silencio absoluto y, cuando creíamos que mamá y nuestros cuatro hermanos estarían esperándonos, constatamos con lágrimas en los ojos, que ese hogar estaba vacío.
Después de recorrer toda la estancia nuevamente nos envolvió la desazón y la tristeza, y ya sin ánimo y vencidos nos tiramos sobre la tierra y por largo rato ahí quedamos, como despojos. Necesitábamos saber, algo que explicara aquél panorama desolador que ya nos sobrepasaba.
Dónde estaba mamá y nuestros cuatro hermanitos?.
Que había pasado con la familia dueña de la estancia?.
Dónde estaban las personas que allí trabajaban?.
Que pasó con los animales?.
Eran muchas preguntas para nosotros dos que ya a esa altura no teníamos más respuestas. Todo estaba sucio y abandonado, era desolador el paisaje de aquella estancia.
En eso mi hermano y yo nos levantamos como rayos, los dos tuvimos el mismo reflejo, ir a la almacén a buscar las respuestas.
***
Falta menos para el final de la historia, espero que me sigan leyendo. Gracias, buena vida.
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VIDA de REY
Historia CortaUn galpón enorme y frío, y una vieja estufa que nunca se apagaba. Don Eusebio, el abuelo y nosotros los pequeñitos junto a mamá. Aquel día, sería decisivo en nuestras vidas, ya que papá...