Al día siguiente muy temprano, antes de llevar al pequeño rebaño de ovejas al corral, apenas amaneciendo, mamá y Don Eusebio fueron juntos en busca de papá. Mis cinco hermanitos y yo quedamos dormidos junto al fueguito ténue de la vieja estufa, en aquél frío y enorme galpón donde estábamos.
Recorrieron el monte con cuidado buscando en lo alto y a los costados del mismo. Bajaron al pueblo cercano, que se encontraba al otro lado del campo donde vivíamos, es decir al pie del monte, el monte dónde papá y Don Eusebio todos los días muy temprano iban en busca de ramas y pasturas secas para que el fueguito de la vieja estufa nunca se apagara.
Era temprano todavía, en el pueblo unas pocas personas caminaban por el lugar, a las qué Don Eusebio y mamá preguntaron por papá, si alguien lo habría visto, con la esperanza de alguna respuesta favorable esperaron la respuesta correcta, y no fue así. Ni rastro de papá, nadie sabía nada de él.
Siguieron recorriendo el pueblo un rato más, pero fue en vano, ya que no encontraron nada que explicara lo acontecido con nuestro papá.
De pronto mamá lo apuró a Don Eusebio, nosotros estábamos solitos en aquel enorme y frío galpón. Nos habían dejado durmiendo y bien arropados, pero ya hacía rato, así que emprendieron el regreso al galpón, cruzando nuevamente el monte con la esperanza de encontrar a papá.
Mis hermanitos y yo vimos volver sólos a mamá con el abuelo Don Eusebio, envueltos en una profunda tristeza y enorme desazón, con la angustia de no saber realmente que pasó.
Desde ese día, Don Eusebio y mamá no son los mismos. A partir de ese momento, nada fue lo mismo. El abuelo empezaba a derrumbarse, poco a poco, y mamá vivía muy triste, aunque a nosotros no nos hacía faltar nada, pero papá no estaba.
El abuelo trabajaba mucho, mamá con nosotros estaba muy ocupada y poco podía ayudar a Don Eusebio con las tareas del campo. Mamá pocas veces iba al monte a buscar ramas, pasturas secas para la vieja estufa, el abuelo no quería y todo lo hacía él.
Pero el abuelo fue enfermando, lentamente ya no podía trabajar tan duro como era su costumbre. La ausencia de papá lo estaba matando, pero a mamá y a nosotros nos mentía, decía que había comido mucho y le dolía la panza, ó que estaba cansado, ó que un resfrío se estaba apoderando de él. Y así cada día pasaba más tiempo en su cama, hasta que llegó el día que no se levantó. Temblaba como una hoja y un sudor frío envolvía todo su cuerpo.
Mamá nos pidió que nos quedáramos junto al abuelo, mientras ella iba en busca del doctor. Tenía que cruzar el monte y bajar al pueblo, ahí atendía el doctor. Pobrecita mamá corría desesperada. En el pueblo la conocían a mamá y sabían que iba poco por ahí, así que cuando la vieron se dieron cuenta que algo pasaba en aquél frío y enorme galpón. Así es que, además del doctor acompañaron a mamá dos parroquianos del pueblo amigos de Don Eusebio, nuestro abuelo. Rápidamente llegaron todos en la camioneta del doctor, pero...
***
Aquí seguimos contando historias. Hasta la próxima. Gracias, buena vida.

ESTÁS LEYENDO
VIDA de REY
NouvellesUn galpón enorme y frío, y una vieja estufa que nunca se apagaba. Don Eusebio, el abuelo y nosotros los pequeñitos junto a mamá. Aquel día, sería decisivo en nuestras vidas, ya que papá...