El fin de semana siguiente, más precisamente el viernes luego de asistir a clases, un vuelo a mi pequeña ciudad natal me esperaba. Lo cierto es que Sarah me aclamaba y yo la extrañaba lo suficiente como para ceder ante su petición. Aterricé pasadas las cinco de la tarde, justo cuando ella ocupaba un pequeño espacio del gran aeropuerto con los brazos abiertos anhelando un abrazo.
No esperaba encontrarme con una Sarah tan susceptible, llevaba muy mal el tema de mi estadía a kilómetros de distancia y todo lo que eso conllevaba. Todo el tiempo buscaba de justificar sus dudas e inseguridades con hipotéticos argumentos.
—¿Crees que esto funcionará? —preguntó en un momento, pareciendo decepcionada por algo que sólo existía en su mente.
Nos encontrábamos recostadas en la cama, ella tenía su cabeza apoyada en mi panza y charlabamos mientras comíamos chocolates que recién habíamos comprado.
—Sí, ¿por qué no? —acaricié su cabello.
—No lo sé, el noventa y cinco por ciento de las relaciones a distancia no funciona.
—La nuestra es especial —intenté convencerla. Yo realmente creía en que, si poníamos voluntad, funcionaría y cuando quisieramos acordar estaríamos viviendo juntas otra vez. Aunque también entendía su punto: a veces las circunstancias te superan.
—¿Y si conoces a alguien allí? Y dejo de gustarte o simplemente te cansas... No puedes asegurarme que eso no ocurrirá —parecía una niña asustada hablando.
—Lo dices como si enamorarse de alguien fuese tan fácil, Sarah... Deja de torturarte tanto y disfruta que hoy estoy aquí.
—¿Hoy? —alzó su cabeza para mirarme fijamente. —Ya no vendrás tan seguido, ¿cierto?
Le lancé una mirada fulminante que ella entendió a la perfección. —Ya cállate, por favor.
El sábado dormimos hasta el mediodía y a la tarde visitamos a la familia de Sarah. Se acercaba la noche y su ánimo iba disminuyendo. Cenamos unas ricas pastas en la casa de mis padres y más tarde decidimos pasar el rato solas, caminando por la ciudad tomadas de la mano.
—¿Te gusta tu vida allá?
La miré ante su repentina pregunta y pensé un momento antes de responder, sabía que sacaría conjeturas que nada tenían que ver, por lo que debía tomarme el cuidado de medir mis palabras antes de hablar.
—Recién van dos semanas, creo que es muy pronto para saberlo.
—Pero ya has conocido mucha gente nueva, otro entorno, un nuevo ambiente... ¿Eso te está gustando?
—Sí, yo qué sé. Normal —traté de no alimentar sus inseguridades con una palabra de más.
—Es extraño.
—¿Qué cosa?
—A ti nunca te ha gustado rodearte de tanta gente y, sin embargo, ahora estás todo el tiempo con tus nuevos amigos...
—¿Todo el tiempo? —no la dejé acabar su frase. —Los conocí hace una semana, Sarah.
—Sí, pero has pasado mucho tiempo con ellos en esta semana y pareces muy a gusto con eso.
—¿Y... eso tiene algo de malo?
Suspiró con pesadez, molesta por sentirse así de vulnerable. —No, sólo... tengo miedo.
Y yo lo suponía.
El domingo estuve arriba del avión ni bien amaneció; cuando aterricé, Levi y Brenton me estaban esperando. Pasé lo que restó del día en casa con ellos dos, entre charla y más charla supe la historia del grupo tan unido que conformaban.
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Confusión
RomanceA Ellen le han otorgado la beca que tanto esfuerzo le costó para perfeccionarse como bailarina y coreógrafa en una de las más prestigiosas academias de danza del país; y ese es el primer gran paso hacia su mayor sueño. Pero para cumplirlo debe mudar...