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—Te extraño, Sarah. No te imaginas cuánto deseo que estés aquí —sostenía el teléfono contra mi oreja, mientras en la otra mano llevaba tres bolsas de supermercado. Me paré frente al ascensor y esperé a que baje.

—Yo también, mi amor. Te necesito... Anoche me toqué mirando una foto tuya en bikini —dijo lo último en un tono de voz muy bajo y sonando divertida. Mi cara enrojeció como si otra persona hubiese escuchado también, ella era tan liberal y literal que se le hacía imposible evitar ese tipo de comentarios pese que a mí me incomodaban mucho.

—¡Sarah! —me quejé.

—¿Qué? Es la única manera de sentirte cerca —se defendió. Las puertas del ascensor se abrieron y yo me adentré en él.

—Pero no me lo cuentes.

—¿Cuándo vendrás a visitarme? Ya van casi dos meses que no nos vemos —cambió de tema.

—No lo sé, estoy complicada con el tema del dinero. Aún no he conseguido un empleo que coincida con mis horarios y mis ahorros se van agotando —suspiré—. Podrías venir tú, Levi no tendrá problema —sugerí con ilusión.

—No puedo ir por el trabajo, lo sabes.

—Pide el día libre, Robert te lo dará.

Robert era el jefe de Sarah, ella trabajaba en una tienda de ropa de lunes a sábado, por lo que no disponía de mucho tiempo libre entre eso y sus estudios.

—No puedo.

—¿Por qué? —fruncí el ceño mientras salía del ascensor y caminaba hacia la puerta blanca del apartamento.

—Porque no puedo.

—Pero dime por qué no puedes.

Bufó, pareciendo darse por vencida ante la disputa. —Porque ya le avisé que debía dármelo para la fecha de tu cumpleaños.

—¡Oh! ¿En serio? —dije emocionada.

—Sí, no quería decírtelo aún pero como siempre tu insistencia no me ha dejado opción.

—Faltan tres meses para mi cumpleaños —de repente me sentí decepcionada al pensar en eso.

—Ya lo sé, pero Robert sólo me dará un día libre y he preferido tomármelo para tu cumpleaños así lo paso contigo. ¿No quieres?

—¡No, sí que quiero! Pero... aún falta mucho para eso, haré lo posible por ir antes.

—Sí, por favor —suplicó.

Sostuve el teléfono con mi hombro para liberar mis manos y así poder buscar las llaves. —Me pone muy feliz saber que vendrás y conocerás mi nueva vida aquí.

—A mí también —dijo, aunque su voz sonó poco convincente.

—Debo dejarte, estoy frente a la puerta del apartamento con las manos ocupadas y no puedo abrir —expliqué—, pero luego hablamos. ¿De acuerdo? Te quiero.

—Está bien. Intenta no colgarte y llama pronto, por favor.

—Lo haré —puse los ojos en blanco aunque sabía que Sarah tenía razón.

Últimamente no hablábamos tan seguido y ella hacía dos días estaba intentando comunicarse conmigo, pero yo encontraba las llamadas perdidas y luego olvidaba devolvérselas, sin tener en cuenta lo paranoica que se volvía.

—Adiós.

Corté la llamada y lancé el celular dentro del bolso para poder encontrar las llaves y entrar de una vez. Cuando por fin lo hice, choqué con la imágen de un Levi sin camisa abrazando a una Hannah desconcertada en el sofá, parecía como si acabaran de separarse a causa del ruido de la puerta al abrirse.

ConfusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora