Parte 14

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La tierra de los elfos se encontraba en silencio, un silencio respetuoso y temeroso, Clarissa y Bran se levantaron al mismo tiempo con miradas sorprendidas. Un gran y majestuoso león avanzaba a paso lento por las celestes calles, donde todos y cada uno de los elfos se arrodillaba a su paso. Cuando Aslan llegó hasta Clarissa y Bran ellos cayeron de rodillas frente a él, con la cabeza inclinada .
-Arriba, mis preciados lideres -ordenó Aslan-. He venido a facilitarles la llegada de su ayuda.
-¿Señor? -preguntó Clarissa levantándose lentamente con ayuda de Bran.
-Tu ejercito a crecido, los Narnianos que se salvaron han sabido ocultarse, pero no estarán solos, mi reina -explicó el león-. Han de llamar a los antiguos soberanos.
-Caspian tenía el cuerno, él debió de haberlos llamado -le dijo Clarissa jugueteando nerviosamente con los dedos-. Él los llamó, ¿por qué no están aquí?
-Si los antiguos reyes estuvieran en Narnia, la noticia de su llegada habría llegado hasta nosotros -dijo Bran mirando a Aslan.
-Nada sucede del mismo modo dos veces -dijo Aslan simplemente-. Ahora los soberanos no llegaran mediante el llamado, ellos tienen que encontrar la forma de entrar, al igual que Jadis y sus tropas.
-¿Encontrar la manera? -Clarissa palideció- Eso podría llevarles años.
-Si, podría, pero en su mundo cuentan con ayuda, ellos solo deben encontrar el camino, y lo harán más rápido si tú, mi reina, les envías un mensaje.
-¿Cómo puedo hacerlo?
Aslan dio dos vueltas por la pequeña mesa en que se encontraban, suaves rugidos escapaban de su garganta, sopló y un viento cálido lleno el lugar, una hoja del árbol más cercano cayó a los pies de Clarissa con suavidad y ella se inclinó a tomarla.
-Recítalo -ordenó Aslan.
Clarissa miró con detenimiento la hoja y se dio cuenta que había letras marcadas a fuego en una antigua lengua narniana, ella respiró y se puso a recitarlo tres veces.
-Ahora, da tu mensaje -murmuró Aslan.
Clarissa cerró los ojos, dejando que los recuerdos de cuando tuvo que dejar el castillo la invadieran, también los recuerdos de los últimos días llegaron a su mente.
-Ayúdenos -murmuró-. Ayúdenos, por favor, han tomado Narnia, secuestraron al príncipe de Archenland y tienen cautivo a Caspian. Por favor. Los necesitamos.
Después de ello una nube de humo blanco apareció en el aire frente a ella, suaves murmullos escapaban de ella, y entonces se desvaneció.

•●Potter●• •●Pevensie●•

-¡Cuidado! -gritó alguien en medio de las calles de Hogsmeade.
-No fui yo -respondió otra voz.
Una pequeña niña, de no más de nueve años, que iba pasando por allí se detuvo con los ojos abiertos como platos mientras buscaba a los dueños de esas voces.
-¿Ves lo que haces, Fred? Ya asustaste a la niña.
-Si no me hubieras pisado...
-Que yo no fui.
La niña seguía buscando a los dueños de esas voces, dueños invisibles, y entonces salió corriendo.
-Eso es, no hay nada que ver aquí -dijo Fred.
-No nos puede ver, Freddie.
-A eso me refería.
La crujir de las ramas a su paso, era lo único que delataba su presencia. Fred y George entraron en un callejón antes de hacerse visibles de nuevo.
-Según el mensaje, Hogwarts ahora tiene mayor protección que antes -dijo George mirando su galeón de oro.
-¿Crees que sepan de los pasadizos? -pregunto Fred.
-Creo que Seamus nos lo hubiera hecho sabes -contesto George-. Tenemos que llegar a la sala de menesteres sin que nos detecten, ya allí veremos la manera de sacar a todo el E.D.
Se quedaron en silencio revisando cada parte de su atuendo, esperando que no se les escapara algún color llamativo.
-El hecho de que Merlín este allí me hace sentir nervioso -dijo George.
-A mi también, hermano, el tipo podría descubrirnos en un abrir y cerrar de ojos.
Ambos se miraron y empezaron a reir.
-Burlar al mago más poderoso de todos los tiempos será un gran logro -sonrió Fred.
-Deberíamos de agregarlo a nuestra biografía antes de morir -estuvo de acuerdo George.
Ambos iban vestidos completamente de negro, solo su cabello y su pálida piel resaltaba, llevaban guantes y botas de escalar del mismo color. Se miraron con una sonrisa antes de ocultar su cabello con un gorro negro.
-Esto es como una misión imposible de agentes secretos ninjas -dijo George sacando su varita.
Fred le sonrió mientras ambos agitaban sus varitas volviéndose invisibles.
-¿Listo, Fred?
-Listo George.
Mientras avanzaban George se quedó paralizado al escuchar a su hermano canturrear, para después ver como algunas flores eran aplastadas y como barriles rodaban por la calle.
-Fred -lo llamó.
-¿Qué?
-Se supone que debemos entrar sin ser detectados, ¿recuerdas?
Fred no respondió.
-¿Sabes que no puedo verte asentir con la cabeza, verdad?
Ambos empezaron a reír mientras juntos, hombro con hombro (para así saber donde se encontraban), comenzaban a caminar directo a Honeydukes. La tienda se encontraba relativamente vacía, los únicos clientes eran personas que vivían en Hogsmeade.
-Quisiera llevarme algunas paletas ácidas -murmuró George.
-O algunas babosas de gelatina -lo apoyó Fred.
-¿Crees que noten si les falta algo?
Se quedaron en silencio sonriendo, aunque ninguno estaba seguro de si el otro sonreía también. Avanzaron lentamente por los pasillos buscando y llenando sus bolsillos con dulces. No sin antes volverlos invisibles también, ya que, supieron, sería raro ver dulces flotantes.
Después de unos minutos siguieron caminando hasta el sótano, una vez dentro ambos se volvieron a hacer visibles, mientras que prendían sus varitas.
-Le mandaré a Seamus un mensaje, diciéndoles que llegaremos dentro de poco -dijo George.
-Dile que manden a alguien a buscarnos a la estatua -dijo Fred mientras entraba en el túnel.
George asintió y escribió rápidamente el mensaje antes de lanzarse detrás de su hermano.

Harry Potter y la última batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora