02- Los hilos rojos se han soltado y vuelto a entrelazar.

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Aquel día era fatal, y Shinou lo había descubierto unas semanas antes. Lo que ocurriría, y al saberlo, inmediatamente busco el motivo, el por qué pasaría aquello, sin tener siquiera una mísera palabra como resultado, por lo que realmente estaba frustrado, hasta que finalmente descubrió el motivo, justamente un día antes de que ocurriera.

Pero tampoco era seguro, es por eso que mando a llamar a Murata, quien dejo de hacer sus pergaminos en donde escribía los acontecimientos sucedidos para la posteridad e inmediatamente se dirigió al "salón" de la sacerdotisa Ulrike, lugar en donde Murata sabía que su rey estaría, y efectivamente así fue.

- Cierra -dijo Shinou al ver a su consorte real entrar.

Murata al ver la expresión seria en el rostro de Shinou se preocupo instantáneamente, era extraño no ver al rubio con su expresión burlona y astuta que lo caracterizaba, así que el motivo por el cual lo llamo debió de hacer sido serio.

Y serlo aún.

De manera ni lenta ni rápida cerro ambas puertas, notando a la vez como un poco de energía se colocaba sobre estas, impidiendo así que pudieran abrirse, cosa que volvió a alertar a Murata, y es que era demasiado, comenzaba a ponerse nervioso. Con paso esta vez rápido y algo torpe en si se dirigió a su rey, mirando el piso fijamente mientras sentía como leves cosquillas recorrían su cuerpo, pero estas misma eran nervios y no le gustaba. Al llegar junto a Shinou alzo su mirada y lo observo tímidamente, notando la expresión seria y casi fría del rubio, y su mirada igual de inexpresiva, haciendo que su cordura comenzara a irse por el caño poco a poco.

- ¿Podrías decirme ya qué ocurre? -murmuro algo impaciente ya, comenzando a frotar con su mano la parte del cabello de su nuca.

- ¿Podrías creerme si te digo lo que ocurre? -pregunto de vuelta para responder le.

Aquella era una pregunta trampa, Ken Murata lo sabía muy bien. Shinou le estaba diciendo claramente que si no le creía seria como burlarse de él, y nadie se atrevería a hacer eso, mucho menos el Gran Sabio, dado que era quien más conocía de cerca al rey. Pero también había notado que lo había dicho porque lo que ocurría era verdaderamente algo extraño, algo anormal y quizás, algo que definitivamente no debió pasar. Aún así puso su expresión seria, alejando levemente los nervios de su ser y miro a Shinou a los ojos, fijamente.

- Te creería -respondió con total seguridad.

Ante aquello Shinou sonrió leve, no logrando poner su sonrisa arrogante pero si pudiendo lograr que Murata se hubiera quedado un poco más tranquilo. Así que al estar ya mucho más "entrado ambos en confianza", el pelinegro se acerco a el rubio aún un tanto precavido y se puso frente a él, para luego levantar su mano y llevarla a la mejilla izquierda del de ojos color zafiro, acariciando la piel en aquella zona con sumo cuidado, amor y cariño, como siempre hacia realmente, y lo miro expectante a lo que el rubio le dijera. Mirándolo a los ojos y demostrándole su confianza y amor en su mirada, totalmente dispuesto a lo que le pidiera, como durante 4.000 años había hecho.

- Lo que ha pasado es que ...algunos de Los hilos rojos se han soltado -dijo, lanzando aquella bomba de información sin tacto alguno.

Aquellas palabras hicieron a Murata abrir los ojos con sorpresa e incredulidad. Aquello ...Aquello era ...

- Eso es imposible -dijo aún manteniéndose escéptico a lo anteriormente dicho- sabes que eso es imposible ...Los hilos rojos del destino duran para toda y en todas las vidas, ya sea pasada, presente o futura, el hilo rojo se mantiene y ambas personas están destinadas encontrarse y amarse por toda la eternidad. Es así como debe ser, son inquebrantables, imposibles de romper y lo sabes -dijo recordando toda la información en referencia a aquel tema, todo lo que recordaba y que iba en contra a lo que Shinou había dicho.

¿Podemos Amarnos Con Libertad? (ConWolf)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora