Capítulo 10 (editado)

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CAPÍTULO  10

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CAPÍTULO  10

Alejandra

Una suave brisa cálida, me invita a abrir los ojos, pero donde estoy ahora mismo, acurrucada, resulta que estoy muy cómoda y me niego a ello.
Esa suave brisa persiste y aunque no me resulta molesta, no logro recordar si anoche cuando me acosté, la ventana estaba abierta o no.
Un agradable cosquilleo recorre todo mi cuerpo, y puedo oír una suave respiración que tamborilea en mis labios. Estoy tumbada, sobre algo cálido y duro; de pronto lo recuerdo, el cuerpo de Ian.
Lentamente abro los ojos, lo primero con lo que me encuentro es con unos labios, me doy cuenta, que esa cálida brisa es la suave respiración de Ian rozando mi cara. Estoy tan cerca de sus labios, esos labios que me llaman y que piden ser besados con anhelo y mimo. Me remuevo un poco y descubro que a diferencia de cómo nos acostamos, me encuentro totalmente tumbada sobre Ian.
Sus fuertes brazos me rodean por la cintura, situando una de sus manos, peligrosamente apoyada en el límite donde la espalda, deja de llamarse así e inmediatamente, me sonrojo. Veo que nuestras piernas están enredadas entre sí. Nuestros cuerpos se tocan en todos los lugares correctos y un sentimiento de timidez, me invade sin poder reprimirlo. Vuelvo la vista de nuevo a la hermosa cara de Ian. De pronto Ian abre los ojos, unos ojos somnolientos que brillan con fervor y hace lo que estaba deseando hacer yo, unos minutos atrás. Me besa, suave y lento, saboreando cada recoveco de mi boca, cada centímetro de mis labios, ya ligeramente inflamados por la presión de sus labios sobre los míos.
Cuando nos separamos para recuperar el aliento, reposo mi frente contra la de Ian, puedo oír su agitada respiración, mientras no me pierdo ni un ápice, del brillo de sus ojos verdes, que me devoran con la mirada y de forma vertiginosa, una sensación que últimamente es demasiado familiar para mí, se instala en mi cuerpo y me sonrojo. Siento que desde que Ian apareció en mi vida, no paraba de sonrojarme por todo.
Él es el único capaz de hacer eso, con él presente, me vuelvo demasiado sensible a cada uno de sus movimientos, sus gestos, y miradas, en definitiva, cualquier cosa que tenga que ver con él, y no sé por qué. Eso es uno de los misterios de Ian, que se van acumulando a marchas forzadas.
No sabía qué decir, no sabía qué hacer y digo lo único que se me pasa por la mente.
— ¿Desayunamos? —, pregunto tímida. Sí, es un recurso un tanto estúpido, pero es lo primero que se me ha pasado por la cabeza, para levantarme de ahí, sin tener que reconocer que realmente no quiero levantarme de ahí. Me encontraba tan a gusto tumbada sobre Ian.
— Claro, te haré mi especialidad.
— ¿Cocinarás para mí? — Exclamo sorprendida.
— No esperes gran cosa—, admite sonrojado—, puedo hacer, sin quemar, bacon con huevos fritos, para lo demás de la cocina soy un desastre.
— Bueno, acepto tu bacon con huevos fritos — le doy un pico y me levanto.
Unos fuertes brazos me hacen girar, una vez que atravieso la puerta de la cocina, sé que es Ian, ya que, somos los únicos que estamos en mi casa.
Sus manos recorren mi cadera y trazan un sendero hasta mis muslos. Me levanta con una facilidad que aún consigue sorprenderme, haciendo que rodee con mis piernas sus caderas. Me sienta en la isla de la cocina, deposita un beso en la punta de mi nariz y me deja ahí, mientras veo cómo comienza a preparar el desayuno.
Lo miro y antes de poder realizar mi queja, me interrumpe.
— Yo prepararé el desayuno Ale, no se admiten quejas.
Comienza a caminar por toda la cocina, se mueve por todo el espacio como si estuviese más que acostumbrado a estar en el. De forma eficaz, localiza todos los utensilios de cocina que necesitará, para preparar un delicioso desayuno. Reconozco que mirar en silencio a Ian mientras cocina, me resulta realmente entretenido. Verlo como se mueve con soltura controlando todo a la vez. Minutos después, un olor extremadamente exquisito inunda toda la planta baja de la casa y mi estómago comienza a proferir pequeños gruñidos, lo que hace a Ian reír. Si no fuese porque sé que es imposible, pensaría que tan solo este rico olor, ya alimenta de solo olerlo.
Ian sirve dos grandes platos, cargados con el elaborado desayuno sobre la mesa. Así que me dispongo a bajar de la isla, hasta que sus manos me lo impiden, éstas rodean mi cuerpo para pegarme al suyo, mientras nuestros labios se buscan nuevamente, y llevarme en brazos hasta una de las sillas sin abandonar mis labios. Una vez que estoy sentada, Ian se coloca en la silla de al lado y me invita a comenzar. Cuando me meto el primer tenedor en la boca, Ian me mira expectante.
— Está delicioso.
— ¿Te gusta? —. Pregunta, con una sonrisa que baila en sus labios.
— Me encanta —. Contesto sin vacilar.
Nuestro desayuno continuó en completo silencio, Ian se quedó un rato más pero después de eso se marchó.
Ahora estoy terminando de arreglar mi casa para que esté bien limpia, cuando llegue mi madre de su viaje de trabajo. Ya que me había llamado, para informar de que su regreso se adelantaba y estará en casa esta misma noche. Ya tengo ganas de verla. Ni a mi madre ni a mí nos gustaban mucho los viajes de negocios, pero eran necesarios para poder pagar, la montaña de facturas, que se presentan cada mes sin demora. Tampoco somos grandes fans de las largas ausencias por su trabajo, pero era "lo que le tocaba", según suele decir.
Sé, que, como yo, se siente insegura cuando me tiene que dejar sola en casa, sobre todo después de la desaparición de mi padre el año pasado. Fue un golpe para ambas, sobre todo para mamá. Aún recuerdo los primeros tres meses, fueron los peores, se negaba a dormir, se negaba a comer, solo quería salir en su búsqueda, sólo repetía una y otra vez, "él no nos dejaría". Las noches que lograba dormir algo, lo hacía después de caer rendida de tanto llorar, se despertaba gritando en medio de ataques de ansiedad, llamando a mi padre, y eso me rompía el corazón. Mientras que yo sufría terribles pesadillas y lo que la psicóloga escolar llamó, trastorno post - traumático, que se traducía en una horrible sensación de que me vigilaban constantemente.
Mamá trabajaba las horas necesarias para asegurarnos algo de dinero, sino, sé que ella misma lo hubiese buscado las veinticuatro horas del día si fuese necesario. Lamentablemente, la colaboración de los vecinos del pueblo, comenzó a escasear demasiado pronto. La gente comentaba a nuestras espaldas, no tan disimuladamente como ellos creían, que quizá se hubiese marchado, yo, por mi parte, empecé a apartar a mis supuestos amigos, conforme los rumores y habladurías, aumentaban en cantidad y tamaño. La gente puede soltar absolutas barbaridades y estupideces cuando el tema no le afecta directamente, algo que descubrí por las malas, eso y mis verdaderos amigos, Kate, Nora y Todd, los que no me fallaron.
La ausencia absoluta de pruebas, hacía poco a poco quebrantar nuestras escasas esperanzas y obligaba a las autoridades del pueblo, a disminuir la cantidad de agentes designados a su búsqueda. Lo único que sabíamos era que mi padre, después de traerme a casa en coche, de casa de Kate, recibió una llamada de un amigo y tuvo que irse a altas horas de la noche, lo que no se podía verificar, porque el teléfono de mi padre, no lo encontraron por ninguna parte. Mi madre, incluso contrató de su propio bolsillo, un investigador privado. Solicitamos la factura del último mes para ver si podíamos, aunque sea, descubrir ese último número que llamó a mi padre, pero una mujer, no muy agradable cabe añadir, nos afirmó que era imposible, porque dicha factura se había " destruido por un error " y que la compañía telefónica no se hacía responsable de ello. Algo que hizo saltar todas las alarmas y logró ser categorizado como "nueva pista".
"Nadie mandaría destruir, algo que no fuese importante para el caso" — dijo el jefe de la comisaría y aumentó, de nuevo, los agentes designados para la búsqueda de mi padre.
Después de días de búsqueda que se convertían rápidamente en semanas angustiosas, sin nuevas pistas, más que la dichosa llamada que nos llevaba a un callejón sin salida. Localizaron el coche de mi padre, abandonado entre los árboles, en la parte más oculta y profunda del bosque. El viejo Ford Fairlane de 1965 de mi padre, estaba totalmente destrozado, el parabrisas delantero hecho añicos y todo el interior del coche reventado por, lo que parecían, garras de animal, que rápidamente, los agentes atribuyeron a los coyotes o lobos que habitan la zona, después de tanto tiempo "abandonado". Una gran abolladura, ganaba protagonismo en el techo del coche destartalado, que en mejores momentos fue el bebé de papá, su orgullo, pero que cuando llegó a manos de la policía, no era más que chatarra inservible, ya que, al poco tiempo, tampoco nos resultó de ayuda para avanzar en la búsqueda de mi padre.
La búsqueda pronto llegó a un "punto muerto", como lo llamaba la policía. Lo único bueno de ese hallazgo fue, que hizo que los rumores cesaran. Aunque eso no impidió a Noah, hacer de las suyas para arrebatarme mi "posición" en la escuela y quedarse con la popularidad que tanto deseaba. Cosa que se lo agradecí de manera silenciosa, toda esa atención no era esencial para mí y desde luego, ni la quería, ni la necesitaba y mucho menos la echaba en falta. Noah no lo sabía, pero sin quererlo me había ayudado, a fin de cuentas, descubrí quienes eran mis verdaderos apoyos gracias a eso.
Meses después de que cesaran la búsqueda policial, "por falta de nuevas pruebas y nuevos casos de alta prioridad", aún no nos recuperábamos del terror que sentíamos. Lo intentaba ocultar y sé que mi madre también, pero yo se lo notaba, la conocía. Cada vez que llamaban a la puerta, veía su expresión de terror puro, era algo corto, apenas una fracción de segundo, ya que inmediatamente intentaba sonreír, pero muchas cosas la delataban.
Manos y piernas le temblaban, el pecho le subía y bajaba a un ritmo exaltado y la vena del cuello ocupaba dos veces su lugar, por no hablar del hábito que asumimos de respirar profundamente, al menos cinco veces, antes de abrir la puerta.
Ahora, un año después de la desaparición, seguimos igual, sin ninguna pista además de la dichosa llamada, del dichoso "amigo" de papá y el coche destrozado. Lo que peor llevo es la ausencia total de pistas, es desesperanzador, pero no logro acallar esa sensación dentro de mí, de que todo irá bien y que mi padre, por absurdo que parezca, nos cuida desde dónde sea que esté.
El sonido de la puerta abriéndose, me libera de la carga de mis pensamientos y recibo con un abrazo a mi madre, quien aparece con la gran maleta que yo misma le había ayudado a hacer, hace apenas dos noches para su viaje.
— ¡Mami! —, me lanzo de un salto a dónde se encuentra, dándole apenas tiempo para cerrar la puerta de la entrada y girar lo suficiente para no caer de bruces contra el suelo, a causa de mi inesperado recibimiento.
— ¡Vaya!, tendré que irme más veces, para tener este recibimiento —, bromea mi madre, devolviéndome el abrazo.
— Ni se te ocurra, te ato a la cama—. Mi madre solo ríe ante mi comentario y sigue con el abrazo.
— ¿Has cenado? —, pregunta mi madre comenzando su camino hasta la cocina. Se gira y me mira curiosa.
— ¿Eh?
— ¿Si has...?
— Si perdona—, no la dejo terminar, por un momento me había quedado ensimismada, pero la había escuchado perfectamente—. No he cenado, pero preparé, pollo con patatas fritas para cuando llegases.
Nos fuimos a la cocina a comer la rica cena que había preparado, tras unas cuantas horas poniéndonos al día, de lo que había pasado los últimos dos días y medio en las que, por cierto, no mencioné la espectacular noche que pasé con Ian, aunque solo hubiésemos dormido. Ni los primeros minutos después de que parara lo que estaba sucediendo entre nosotros, en los que estuve muerta de vergüenza, y, por tanto, no le contaría el maravilloso despertar del día siguiente.
Lo que, si le conté, es la fiesta que tuvimos en casa de Noah, a lo que mi madre respondió poniendo cara de desagrado. Mi querida madre es el bastión de la expresividad, ya que absoluta y completamente todo lo que se le pasa por la cabeza o siente, se le nota al momento, por más que lo intentase corregir ella por años, pero a mí eso me encanta. Si le gustabas o no, te creía o no…, solo tenías que mirar su cara para saberlo. Incluso teníamos una broma entre los tres, que menos mal que no jugaba al póker, sino se arruinaría.
— Ja, ja —, no reprimí las gigantescas carcajadas que me acechaban y salieron sin descanso—. ¡Qué cara mami! — le dije en respuesta, a una pregunta que no había formulado, pero claramente se veía que se la hacía, “¿de qué demonios te ríes?".
— Es que no soporto a esa chica.
"Únete al club"— pensé.
— ¿Por qué fuiste a su fiesta?
— Porque Kate quería ir—, su cara era el reflejo de la incertidumbre—, porque Todd, tenía que ir—, me apresuré a explicar, haciendo resaltar la palabra "tenía", lo que mi madre pareció comprender, ya que no continuó preguntando—. Además, no queríamos dejar sola a Nora, ella no soporta las compañías de su hermana.
Mi madre me miró con comprensión y una pequeña sonrisa de aceptación, sabía que, si soportaba tanta idiotez, por parte de Noah, es porque adoro a Nora. Luego de eso, nos fuimos cada una a nuestro cuarto después de limpiar los platos de la cena.
Aunque ahora, pasadas varias horas de aquello, solo puedo recordar la cara de mamá cuando hablábamos de Noah y reírme bajito, para no despertarla. Después de todo, ella sí que se ha logrado dormir. Miro al techo, fijamente y en silencio, temiendo que hoy será otra de las largas noches en las que, no lograré dormir más que un par de horas, o ni eso, debido a las perturbadoras pesadillas que se repiten noche tras noche. Decido levantarme, viendo que no lograré conciliar el sueño, e ir a por algo de picar.
Armada con una bolsa de doritos y un vaso gigante de cola, regreso a mi cuarto en completo silencio, evitando pisar el tablón del tercer escalón desde abajo, que cruje, debido a los años que tiene la casa, con un ágil salto, que bien podría haber sido de una habilidosa gimnasta. Sin derramar, absolutamente nada, del contenido del gran vaso, llego victoriosa a mi cuarto sin hacer ruido y cierro la puerta tras de mí.
Me recuesto en la banqueta de ventana que hay en mi habitación, la parte que más me gusta de mi cuarto, recordando lo mucho que me encabezoné en tenerlo y que finalmente, había logrado que mi padre hiciera una "pequeña reforma" en mi cuarto para construirlo para mí, en menos de un día. Recuerdo ese día, me levanté mirando molesta mi ventana, pensando en cómo se vería si se pudiese llevar mi idea a cabo, horas más tarde, cuando llegué de clase, ahí estaba. Justo como lo visualizaba en mi cabeza, y mis padres me esperaban sentados en el, con cara de satisfacción.
Desde ese momento se convirtió en mi lugar, dónde devoro libros, dónde pienso y desde dónde tengo unas vistas fabulosas. Contemplando el paso de las horas, veo como el azul oscuro, casi negro, cielo nocturno va transformándose, convirtiéndose en una mezcla diferente de colores, según amanece.
                                                       
(…)

Es increíble cómo transcurre el tiempo, han pasado cuatro semanas desde la noche que Ian durmió en mi casa, después de la fiesta en casa de Nora.
Cuatro increíbles semanas en la que, mi relación con Ian, ha dado un gran avance y en las que, sorprendentemente, he logrado dormir mucho mejor. Algo que, por muy raro que parezca, me dice que es cosa de Ian.
El lunes siguiente a la fiesta, la cara de Noah era un cuadro, al darse cuenta que le había salido el tiro por la culata cuando intentó hacerme pensar, que estaba teniendo algo con Ian. Me hubiese gustado grabarla en vídeo, cuando nos encontraba por los pasillos cogidos de la mano.
En esas cuatro semanas, Ian y yo, apenas nos habíamos separado, parecíamos ambos el reflejo del otro, donde el uno iba, también iba el otro y viceversa. Salimos varias veces al viejo cine del pueblo, "Lost trees", incluso hicimos un pequeño picnic sorpresa, que preparó Ian, cerca de un pequeño estanque, oculto en el bosque y que hasta ese momento era desconocido para mí. Un suspiro sale sin control de mis labios al recordar lo romántico que fue aquello. Creo que estoy totalmente perdida en Ian, se ha metido bajo mi piel con una asombrosa facilidad y no quiero sacarlo de allí.
Mi mirada se desvía al reloj que se encuentra en mi mesita de noche, y me sorprendo al ver que acaban de dar las doce de la noche y que aún me queda mucho por preparar. Me encuentro ahora mismo, arreglando la mochila para la semana que pasaremos de excursión en la montaña Luna azul. La cual se llama así, por la extraña propiedad de la piedra de dicho terreno, que aporta a la montaña ese color. ¡Estoy deseando que llegue el amanecer! Aunque, ahora que lo pienso, podrían haber elegido una mejor hora para marchar, ¡qué madrugón!

(…)

Un incesante pitido, me avisa que ya es hora de despertar, miro con rencor, los números rojos del despertador que marcan las cuatro y cuarto.
Me levanto con un suspiro de agotamiento y me dirijo al baño, me doy una ducha rápida y bajo a la cocina, donde me espera mi madre vestida con un pantalón vaquero ajustado, una blusa negra y americana marrón. Emito un pequeño silbido y se gira sonriente.
— ¡Alejandra! — dice tímida. Me deja una taza humeante de café en las manos.
— Estás muy guapa mami —, digo ignorando su timidez y le agradezco por el café.
Desayunamos en un cómodo silencio mientras que reviso mentalmente que no me falte nada de lo que el profesor había puesto en la lista. Y sí, lo tenía todo.
— ¿A qué hora tienes que estar en el instituto? — pregunta mamá después de lavar el plato y vaso que ha utilizado para su desayuno, inclinada sobre el fregadero de la cocina.
— El autobús sale a las cinco y media y hay que estar unos quince minutos antes.
— Mmm—, dice mamá mirando el reloj de la cocina—, tendríamos que ir saliendo ya, si quieres llegar a tiempo. ¿Estás lista? — pregunta mirándome. Le pegó en último sorbo a mi café y lo recojo todo.
— Sí, estoy lista.
Cojo mi mochila y salimos por la puerta, hoy mamá me llevaría a clase para no tener que dejar mi coche en el instituto, la semana que estaría fuera del pueblo.
Cuando llego al instituto, me despido de mi madre con un beso, bajo del coche y arranca el motor, tras desearme un buen viaje y decirme lo típico de toda madre que se precie, “pórtate bien, obedece al profesor y ten mucho cuidado”. Una vez que doy media vuelta, me recibe una visión a lo lejos, de un Ian devastadoramente guapo, vestido con una camiseta de manga corta blanca que se le ajusta perfectamente a su musculoso cuerpo.
En seguida imágenes de la noche en la que dormimos juntos, vienen a mi mente y un suspiro se escapa de entre mis labios.
Veo que Ian se gira y sé que me ha visto cuando una sonrisa se extiende por su preciosa cara. No puedo dejar de fijarme en lo bien que le cae el pantalón por las caderas, mientras hace su camino hasta mí. Nada más llegar a dónde me encuentro, envuelve mis caderas con sus brazos y me besa. Un beso lento, ardiente y cargado de un sentimiento, amor.
— ¿Vamos, preciosa? — dice cuando separa nuestros labios lentamente y doy un pequeño asentimiento a pesar del temblor que reina en mi cuerpo.

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El amor de la luna #wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora