EPISODIO | 01

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13 DE JULIO, 2018.

Con los audífonos puestos limpié cada rincón de mi desastroso apartamento, con la Universidad y el trabajo es imposible que lo pueda mantener limpió todos los días. Ya con el último plató limpió, secó y acomodado en la alacena puedo decir que mi apartamento está impecable y hasta el suelo brilla de lo limpió que se encuentra.

Por unos segundos me recargue en el refrigerador y bebí con fervor la fría y deliciosa agua de la botella, en éste momento estoy tan sedienta que me bebería el agua que saliera por el grifo. Satisfecha dejé de nuevo la botella a medió beber en el refrigerador y al darme la vuelta me quedé inmóvil, un hombre vestido completamente de negro me estaba mirando, por el pasamontañas que le cubría el rostro no podía saber quién era.

El hombre es tan alto que tuve que levantar la cabeza para poder verlo, la música en mis oídos se reproducía como sí no hubiera un hombre completamente desconocido en mi apartamento. Por un rato nos miramos fijamente sin hacer ningún movimiento, lo único que me separaba del peligro era la mesa para cuatro personas. Con fuerza me pegué a un más al refrigerador cuando el hombre ladeó su cabeza para un lado.

Ese movimiento de cabeza puede ser el indicador de que me está diciendo algo y por temor a que me pudiera hacer daño levanté la mano izquierda y con un débil jalón me quité los audífonos de los oídos, cada fibra de mí cuerpo tiembla de miedo y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

Aún con el temor en mi sistema, forcé el tono de mi voz y le hablé al desconocido.

—En la sala de estar está mi carter…

Las palabras murieron en mi garganta cuando el hombre avanzó hacía mí.

En un estúpido movimiento de mí parte le arrojé mi móvil y los audífonos, estás cosas le golpearon en el pecho logrando que él se detuviera. Con esa minúscula distracción corrí por el caminó libre que dejó el desconocido, pero no pude salir de la cocina porque terminé estrellándome con otra persona, que minutos antes no estaba.

Con terror negué con la cabeza, al verme atrapada.

—No, por favor no me hagan daño.

Por los agujeros de su pasamontañas pude ver cómo su mirada se desvío de mí, para ver por encima de mi hombro.

—Ella me gusta hermano, es perfecta para nosotros.

Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

—Lo sé, ni siquiera ha gritado por nuestra presencia.

Ellos hablaban cómo sí yo no estuviera en medio.

—Por favor –rogué una vez más.

Los ojos del nuevo enmascarado volvieron a verme y por unos minutos sólo se me quedaron mirando.

Me volví loca cuando algo me cubrió la nariz y la boca, con fuerza peleé por mi vida. Esa cosa tenía un olor muy fuerte, que comenzaba a marearme.

—No pelees, sólo respira y relájate.

Eso fue lo último que escuché y después todo se volvió negro a mi alrededor.

Cuando desperté sentí que la cabeza me iba a estallar, el dolor era cómo sí un camión me hubiera pasado por encima.

Sin abrir los ojos me llevé las manos a la cabeza y comencé a masajear donde sentía el dolor.

—Por Dios, siento que la cabeza me va a estallar –me quejé en voz alta.

En la cama me dí la vuelta, dispuesta a volverme a dormir pero sentí algo diferente en la cama en la que me encontraba, está era muy dura para mi gustó. Lentamente abrí los ojos, y tuve que parpadear unas cuantas veces para que el sueño sé fuera de mi sistema, lo primero que ví fue un techo completamente diferente al mío, confundida me senté en la cama dándome cuenta del entorno que me rodeaba y que no me encontraba sóla en la habitación.

Frente a mí había un tipo joven que vestía completamente de negro, su ropa oscura no ocultaba el abultamiento de sus músculos. Su mirada era fría, tan fría que me hizo sentir incómoda y me cubrí con la sábana hasta la barbilla, el miedo que sentía era algo que no sabía cómo explicarlo.

Cómo el tipo no decía ni una sóla palabra y con su mirada aún puesta en mí tuve que desviar la mía, en su lugar me dediqué a observar la habitación y me dí cuenta de que era completamente blanca e incluso los muebles lo eran a excepción de la enorme pantalla que estaba detrás de ese tipo.

La habitación parecía la de un hospital, con la diferencia de que no había nada eléctrico que lo indicará.

La boca la sentía tan seca que me costó pasar saliva y tuve que pasar la lengua por mis labios.

—A tu lado está la mesita de noche con una botella de agua y una aspirina para el dolor de tu cabeza Annika.

Cada uno de mis músculos tembló al escuchar mi nombre salir de sus labios, no entendía nada y estoy bastante segura de que no conozco a este hombre de nada.

No necesité forzar mi cabeza para recordar que diablos me había pasado porque de golpe lo supe, los recuerdos que me faltaban se unieron al rompecabezas.

Y su voz la recordé.

No, ésto no me puede estar pasando a mí, tal vez todo es una confusión y buscaban a otra persona.

—Sí me dejan irme no diré nada, lo juro.

El hombre frente a mí sonrió, de forma elegante se levantó de la silla y caminó hasta ponerse a mí lado.

—Querida no hicimos la parte del secuestro por nada, nunca podrás irte de nuestro lado.

Podía sentir las lágrimas en mis mejillas, me negaba a aceptar eso.

—Por favor, haré lo que sea pero déjenme ir a casa.

Cada minuto que pasaba el dolor de cabeza se volvía más intenso y me costaba respirar.

Giré la cabeza cuando la puerta de la habitación se abrió y por ella entró otro chico con una charola en sus manos, el chico al verme despierta caminó rápidamente y dejó a los pies de la cama la charola.

—Hola, lamento sí mi hermano te ha asustado.

Me reí, ésto no era real.

—Estoy en mi habitación, duermo en mi cama y todo lo que está pasando ahora es una pesadilla,  y tengo que despertar ahora.

En mi interior sabía perfectamente que no era una pesadilla y que realmente estos hombres eran reales.

Y grité hasta que sentí el dolor en mi garganta, todo era real y no una pesadilla.

Ambos se me echaron encima y me inmovilizaron utilizando la fuerza bruta.

—Calmate Annika, no queremos lastimarte.

—¡Aléjense de mí hijos de perra!

El de ropa oscura me agarró con una mano la cabeza y con la otra me sostuvo el mentón y con total delicadeza me giró la cabeza a la izquierda dejando mi cuello a la vista.

—Por favor, no –suplique, —Seré buena, pero no me hagan daño.

Entré en pánico cuando sentí un pinchazo en el cuello.

—Descansa pequeña Annika, en la mañana todo estará bien.

El secuestro de Annika Reed Donde viven las historias. Descúbrelo ahora