CAPÍTULO | 12

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20 de noviembre de 2018.
ROMÁN KING.

Abrí la puerta de nuestra habitación y me llevé una sorpresa al ver a Annika abrazando a Renato. Y eso es muy raro viniendo de annika ya que no deja que la toquemos y ahora hasta mendiga por nuestros toques, con cuidado cerré la puerta tras mi espalda y con mis pies descalzos caminé hasta la cama, antes de poder acostarme me quité la camisa y el pantalón de pijama de cuadros. E hice a un lado las mantas y me acosté con cuidado atraje un poco el cuerpo de Annika hacía mí, al poco tiempo me quedé dormido.

Cuando desperté me dí cuenta de que Annika no estaba en la cama, confundido la busqué en el baño pero ella no estaba ahí. Con pasos rápidos salí de la habitación.

—Annika, cariño dónde estás –la llamé.

Pero no obtuve respuesta de su parte.

Entonces me dí cuenta de algo, en la casa estaban apagadas todas las luces a excepción la de la cocina.

Cuando entré a la cocina me encontré a mi pequeña esposa, ella estaba sentada en una silla y me daba la espalda.

Ella era perfecta y no fue imposible que mi hermano Renato y yo tuviéramos que usar a nuestro favor el secuestro para tenerla únicamente para nosotros.

Todo estuvo bien hasta que a cierta señorita preciosa se le ocurrió la grandiosa idea de escaparse y bueno, ocurrieron ciertas muertes que sólo fueron la cereza del pastel, porque Annika estuvo molesta toda está semana y por eso mi sorpresa al verla acurrucada con Renato.

En silencio caminé hacía ella, con cuidado puse mi mano en su hombro y me reí al ver cómo pegó un brinco.

—¿Qué haces? –Le pregunté después de dejar de reír.

—Estoy comiendo –Hablo ella con la boca llena.

Por dios, esposa mía eso es asqueroso.

—Eso ya vi, ¿pero por que a esta hora? –Volví a preguntarle.

En el reloj del microondas miré que eran las 3:38 de la mañana.

—Porque se me antojo un sándwich, ahora por favor déjame comer en paz –Gruñó ella en mi cara.

Negué un par de veces y me senté frente a ella y la miré comer su sándwich, lo único que nos separaba era la barra.

ANNIKA REED (KING).

En el momento en qué terminé de comer me levanté de la silla y me fui, no me importó dejar a Román sólo en la cocina, en la habitación fuí rápidamente al baño e hice mis necesidades y me lave los dientes y después me fuí a acostar a la cama.

Por un momento el cuerpo de Renato sé puso rígido por mi cercanía pero no me importó, coloque mi cabeza en su brazo que estaba estirado y lo usé cómo una almohada, mi mano la dejé en su abdomen y enredé una de mis piernas en las suyas.

La verdad no se que mierda esta pasando conmigo, me he vuelto mas sensible y no puedo dormir sí no abrazo a Renato.

No pasó mucho tiempo cuando oí la puerta abrirse y a los pocos minutos el cuerpo de Román se pegó al mío y lo oí susurrar.

—Duerme mi amor.

Vete a la mierda, pensé, pero en su lugar respondí.

—Tú también cariño.

Cuando desperté en la mañana sonreí, porque estaba sóla en la cama y me tomé unos minutos más antes de levantarme. En la habitación me encontraba sola. 15 minutos después me levanté de la cama, en el cuarto de baño hice mis necesidades, me lavé los dientes y para finalizar me lave el rostro e hidrate mi piel, mi cabello lo dejé suelto y tan sólo lo cepille, me cambié el pijama por unos jeans de tiró alto, una blusa manga larga color verde militar y de calzado unos converse blancos. Con la sonrisa más feliz que pude encontrar salí de la habitación, tarareando una canción, caminé por el largo pasillo y de uno en uno bajé los escalones hasta llegar a la primera planta.

Lentamente caminé a la sala de estar pero no había nadie ahí, entonces caminé a la cocina y ahí estaban ellos, conversaban en voz baja cómo no queriendo que los escucharán. Por un momento intenté escuchar todo lo que podía, pero no los oía muy bien, lo único que entendí fue algo sobre un vuelo que ya tenían programado.

Uno de ellos sé iba a ir, bueno realmente él único que salía del país era Román ya que Renato siempre se queda conmigo.

Feliz porque sólo estaría con Renato en está casa entré a la cocina.

—Hola chicos, ¿De qué están hablando?  –Pregunte con voz cantarina.

Cómo pude me aguante el asco que sentía y besé de piquito a Renato y al imbécil de Román que en el momento en qué me acerqué me dió unas palmaditas en el culo.

—De nada de lo que tengas que preocuparte mi amor, ahora vamos al comedor para desayunar, Amelia te preparo tu desayuno favorito.

Vaya, gracias Amelia.

—Por supuesto cariño.

Por instinto tomé la mano de Renato y los tres caminamos al comedor, como siempre tomamos asiento en nuestros lugares que ya habían sido asignados, Román encabezaba la mesa, yo a su derecha y Renato a su izquierda.

—Buenos días Señor, señora y joven King.

Que graciosa.

—Buenos días Amelia –le regresé el saludo con una radiante sonrisa.

Después de mi saludo le siguieron los de Renato que fueron educados y por otro lado Román tan sólo asintió.

A los pocos minutos el desayuno fue servido pero rápidamente me cubrí la boca y la nariz, el desayuno se veía muy bien, pero el olor era otra cosa. El desayuno consistía en huevos revueltos, dos tiras de tocino y había pan tostado y varios platillos con diferentes cosas para untarle al pan.

No pude, el olor del huevo mezclado con el del tocino provocó que se me revolviera el estómago y sin poder aguantarme corrí hasta el primer baño que encontré y apenas llegué al inodoro cuando vomité todo lo que había comido en la madrugada.

Sentí como unas manos recogieron mi cabello evitando que lo manchara con mi propio vómito.

—Ya mi amor, pronto pasará.

Por supuesto que sí imbécil, cómo tú no tienes el rostro metido en el inodoro y estás vomitando.

El secuestro de Annika Reed Donde viven las historias. Descúbrelo ahora