CAPÍTULO | 05

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15 DE JULIO DE 2018

En toda la noche no pude pegar un ojo, cuando ellos terminaron conmigo tuve que sonreír, besarlos y hacerme la dormida mientras me acurrucaba con Renato. En algún momento de la noche sentí a Román besar mi hombro y después él abandonó la habitación.

Cómo pude y sin querer despertar a Renato salí de la cama, mil veces mierda el cuerpo me dolía a horrores y más mis partes bajas, en el momento en que entré al cuarto de baño cerré la puerta con seguro, las primeras lágrimas sé deslizaron por mis mejillas.

—Por favor Dios no me castigue por lo que hice –suplique en voz baja.

Con un poco de miedo miré mis piernas y lloré aún más cuando miré un poco de semen que se iba deslizando por mis piernas.

Por dios, no.

Tan rápido como pude tomé de un estante una toalla pequeña y la mojé con agua y con cuidado limpie cada maldito rastro de semen. Sin pensarlo tiré al bote de basura la toalla con semen y con cuidado me lavé el rostro, mientras lo hacía pude escuchar que tocaron la puerta y al no recibir respuesta de mi parte escuché la voz de Renato.

—Cariño ¿Estás bien?

Con cuidado sequé mi rostro, lavé mis dientes y al final usé el inodoro, en todo momento me tomé mi tiempo e ignoré a Renato. Al final me miré al espejo y lo único que ví fue mi reflejo, el reflejo de una chica muerta en vida.

Y lo único que sentí al verme fue repugnancia.

Mi cuerpo desnudo lo cubrí con una toalla y en mi rostro coloque la sonrisa de una chica feliz y entonces abrí la puerta para ver a Renato frente a mí, en su rostro había preocupación y gracias a dios ya se había vestido.

—Me asusté al no verte en la cama cariño, pero eso es lo de menos ahora. ¿Te duele algo?

No imbécil, no me duele nada. Tú y el idiota de tu hermano me usaron como una maldita muñeca de trapo.

Quise decirle eso, pero en su lugar tan sólo asentí.

—Lo lamento cariño, Román y yo debimos haber sido más cuidadosos contigo. Pero no te preocupes en un momento te traeré unas pastillas para aliviar tu dolor pero primero toma una ducha para que te sientas un poco mejor.

Todo ésto lo hago para poder escapar, pienso, mientras acercó mi mano derecha a su rostro y con suavidad acarició su rostro.

—Háblame cariño, dejá que escuché tu voz por favor.

Nunca hijo de perra.

Su mano cubrió la mía y por un momento él la sostuvo ahí, sus ojos se cerraron.

Mi voz sólo sería mía, eso será lo que nunca me van a quitar.

Cuando los volvió a abrir una sonrisa apareció en sus labios.

—Haré lo que sea cariño para volver a escucharte hablar, ahora preciosa toma la ducha.

Cuando Renato me dejó sóla cerré nuevamente la puerta con el seguro. Con rapidez me quité la toalla y entré a la ducha y con fuerza me limpie cada parte de mi cuerpo. Me sentía sucia, aún podía sentir sus manos sobré mi cuerpo. Cuando me sentí lo suficientemente limpia salí de la ducha y me cubrí el cuerpo con la toalla que minutos antes había usado. Al abrir la puerta me encontré a Amelia acomodando las almohadas en la cama, las sábanas habían sido cambiadas por unas limpias.

—Hola Annika, el joven king te ha traído estás pastillas para el dolor y está botella de agua.

Qué vergüenza, lo más seguro es que ya sabe lo que pasó sobre esas sábanas.

Con una sonrisa de agradecimiento aceptó las pastillas y la botella de agua.

—El señor y el joven King son buenas personas, una vez al mes hacen donaciones benéficas.

Me reí, ésto sí que es gracioso. Desde que llegué aquí no me había reído tanto que incluso me dolía el estómago.

Son tan buenas personas que me sacaron de mi apartamento sin mí consentimiento y abusaron de mí.

—Un sonido, eso es bueno, el señor King me informó que usted comerá en el comedor de ahora en adelante, en 10 minutos sé servirá el almuerzo –hablaba Amelia, mientras doblaba las sábanas sucias.

Entonces fue ahí que miré mejor, en la cama había un vestido de seda negro y unos tacones altos del mismo color que el vestido.

—Oh, el señor King ordenó que usted sé pusiera eso.

Vaya, ahora también decidirá cómo vestir.

Muy bien señor King, me voy a vestir cómo tú quieras.

Al acercarme por completo a la cama ví que también había unas bragas de encaje negro.

—Ahora me retiraré, sí me necesita estaré en la cocina.

En el momento en que estuve sola en la habitación cerré la puerta con el seguro y con disgusto me vestí, el cabello lo volví a recoger en una cola de caballo. Al final me puse los zapatos altos. En ningún momento me animé a mirarme al espejo.

En el momento en que estuve presentable salí de la habitación, con pasos lentos bajé los escalones, tuve que tener mucho cuidado al bajar ya que él vestido era pegado, me quedaba como segunda piel.

Sin necesidad de verme al espejo sabía que me veía muy bien.

Al bajar el último escalón me quedé ahí, mi mirada estaba puesta en la puerta y por un momento sé me pasó por la mente caminar hacia allí y escapar de nuevo pero muy en el fondo sabía que no lo iba a lograr.

En mi lugar dí un respingo al sentir una mano deslizarse por mi cintura, después sentí el calor de un pecho contra mí espalda.

—No lo creo señorita –Roman habló en mi oído.

Respiré profundo y sonreí cómo una estúpida enamorada y cómo pude me dí la vuelta hasta quedar frente a él.

—No sé qué es lo que estás planeando Annika, pero controlate. Porque nunca vas a volver a escaparte y sí te tengo que encadenar a la cama juro que lo voy a hacer bonita –su palabrería terminó con un beso forzado.

El secuestro de Annika Reed Donde viven las historias. Descúbrelo ahora