CAPÍTULO | 04

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Después de que me dejaron sola en la habitación me animé a salir de la cama y con pánico me acerqué a la puerta y tan sólo giré el picaporte y maldije internamente cuando no abrió. Resignada me aleje de la puerta y entré al cuarto de baño e hice mis necesidades básicas, en el lavamanos encontré una pasta dental y un cepillo de dientes nuevo, con precisión lavé mis dientes y al final me dí una ducha de agua fría.

Después de que termine de ducharme cubrí mi cuerpo con una toalla de color rosa pastel, le quité el seguro a la puerta y salí del cuarto de baño y me acerqué al armario, las puertas corredizas las deslice y me sorprendí mucho al ver qué el armario estaba llenó de ropa de mujer, cada prenda aún llevaba su etiqueta. Con curiosidad tomé de la percha un vestido blanco y por un segundo temí que pudiera desmayarme de nuevo.

El vestido que yo sostenía era uno igual al que yo tenía en casa, con miedo saqué del armario otra prenda y también era una que yo tenía en casa. Por Dios, estos bastardos ya me habían estado observando y mi secuestro no fue por accidente como yo lo había pensado antes.

Ellos planearon mi secuestro, esos hijos de mierda me arrebataron mi vida, me arrebataron lo poco que yo tenía. El miedo que sentí cuando desperté sé esfumó en un párpado y fue reemplazado por la irá.

Me sentía tan enojada que con fuerza apreté las prendas.

Cuidado Annika, recuerda el plan, pensé y cómo pude calmé la irá que sentía. En mi rostro plasme una sonrisa. 

—Tu puedes –le susurré a mí reflejo en el espejo del baño.

Ya un poco más calmada me vestí con un conjunto de ropa interior de encaje blanco y el vestido blanco, mi cabello lo recogí en una cola de caballo alta. Y salí del cuarto de baño, recogí lo poco que había ensuciado incluyendo la cama y pacientemente me senté en un sofá que daba directamente a la ventana, la vista de la ventana era un hermoso jardín con flores de todo tipo y un enorme árbol y a lo lejos sé podía ver el inicio del bosque. Lo único que evitaba que la vista fuera más hermosa era la horrible reja en la ventana.

No supe cuánto tiempo pasó hasta que la puerta de la habitación se volvió a abrir, pero ni siquiera le dí importancia, tan sólo crucé mis piernas, y mis manos las dejé en mi regazo mientras miraba la libertad que volveré a tener. 

—Bonita te he traído un regalito –escuche a Renato. 

Con emoción fingida volteé y por encima del hombro lo miré, está tarde Renato vestía un pantalón de vestir, una camisa de botón de color blanco y unos zapatos. El hombre sé colocó frente a mí y se arrodilló.

—Espero y te guste, porque lo compré especialmente para ti. 

Por un momento no toque la caja que Renato dejó con delicadeza en mi regazo, la caja era un poco larga y de terciopelo rojo. 

—Vamos cariño no seas tímida –Renato habló emocionado.

Con una sonrisa en mi rostro tomé la suave caja y al abrirla un jadeó se me escapó, un maldito collar de perlas descansaba en la caja, ésto valía más que el departamento donde vivía.

Con rapidez cerré la caja y la empujé a su pecho. Enseguida negué con la cabeza. No, yo no podría aceptar eso. 

Renato sonrió de lado y volvió a dejar la caja abierta en mi regazo.

—Es para ti bonita, acéptalo por favor. 

Dios, sí nos hubiéramos conocido en otras circunstancias me hubiera enamorado de él, pero en la situación en la que estamos no será posible, aunque mi plan es aparentar que estoy locamente enamorada de él. 

Con elegancia Renato sé puso de pie, de la caja de terciopelo rojo tomó el hermoso collar.

—Ahora bonita, despeja tu cuello para poder colocar el collar.

Con mi mano izquierda apreté la caja con fuerza y con mi mano derecha levanté la coleta y con absoluta delicadeza Renato colocó el collar en mi cuello, y sentí que pasaron horas cuando él dejó de tocarme.

—Te ves hermosa Annika. 

Espero no verme como una idiota haciendo ésto, pero logré que las mejillas sé me pusieran rojas y una tímida sonrisa apareció en mi rostro.  

Y sin pensarlo ni una vez me arrojé a sus brazos cuando se sentó a mi lado en el sofá, Renato por un momento se puso rígido por la sorpresa, pero tan rápido como apareció se esfumó y sus brazos me rodearon. 

No lo voy a negar, Renato olía muy bien. Con tal de poder irme de esté infierno haré lo que sea necesario y sí tengo que usar mi cuerpo lo voy a hacer, aunque por dentro me esté muriendo.

—Prometo hacerte feliz bonita, con nosotros nunca te hará falta nada.

Sus palabras sé podían escuchar sinceras viniendo de él, pero para mí eran más que basura. Basura que aprovecharé sin pensarlo. 

En un movimiento de su parte me ví sentada en su regazo y sorprendida por esa acción lo miré y me tragué las ganas de insultar a esté hijo de la gran mierda.

Pero en su lugar me reí, y me termine acostando sobre él, mi barbilla descansaba en su pecho. 

—Quiero escucharte, háblame por favor Annika.

Para que supiera que sí lo había escuchado moví un poco la cabeza, por un momento desvíe la mirada al ver a Román en el mismo lugar que hacé unas horas. Pero está vez no sé fue de la habitación en su lugar caminó hacía nosotros. 

Para que viera que no era una cobarde no desvíe mi mirada de él, y me puse rígida cuando se sentó en el lugar donde yo estuve hacé poco. 

Tomé una respiración larga cuando sentí su toque en mi espalda baja, Renato tampoco sé quedó atrás. 

Tú eres fuerte Annika, me repetía una y otra vez cuando los monstruos hicieron más que tocarme, me aguante las ganas de llorar cuando ellos abusaron de mí. 

Aunque nunca dije NO, lo que ellos me hicieron fue una violación.

El secuestro de Annika Reed Donde viven las historias. Descúbrelo ahora