CAPÍTULO | 08

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Renato dió un pasó hacía atrás pero sin dejar de tocarme, él entrelazó su mano con la mía y comenzó a caminar con dirección a la puerta y yo cómo una niña obediente lo seguí.

—Vamos cariño, iremos a dar una vuelta ya que desesperadamente necesitas luz natural y aire fresco.

Sorprendida por eso sonreí de verdad, Dios santo mi maldito teatro sí estaba dando sus frutos.  Feliz caminé junto a él, pero mi frente se frunció al ver qué no íbamos a la puerta principal en su lugar me llevó por otro caminó que daban a unas hermosas puertas de cristal y ese hermoso paisaje era el mismo que el de la habitación principal pero está vez sí lo estaba viendo en primera fila.

Vaya, la parte trasera de la casa era impresionante y lo más bello era la cantidad de árboles que había.

—Si preciosa, son árboles de manzanas y sí gustas puedo decirle a Amelia que te preparé una tarta de manzana.

Emocionada de escuchar eso asentí demasiadas veces, eso sería increíble por qué de verdad amó la tarta de manzana y ni siquiera me molesté que imbécil 2 supiera eso.

—Entonces preciosa vamos por esas manzanas para tu tarta.

A un lado de la puerta ví cómo tomó una canasta de madera y feliz caminé junto a él, el olor era delicioso y también me gustó sentir la brisa tocar mi cuerpo, sí pudiera me quedaría aquí afuera. Cuando llegamos a la arboleda de manzana aspiré por la nariz el delicioso aroma y me reí por sentir por primera vez y desde que llegué aquí la libertad. Sin importarme nada me solté de la mano de Renato y me atreví a disfrutar de este precioso momento.

Del árbol que estaba frente a mí arranque con un poco de fuerza una deliciosa manzana roja y con ella en la mano me dí la vuelta y miré a Renato, el hombre estaba parado a diez pasos de distancia y feliz le mostré mi dulce y jugosa manzana.

—Muy bien preciosa, ahora hay que cortar con cuidado un puñado más.

Con pasos lentos y sin borrar la sonrisa de mi rostro caminé hacía él y con cuidado deposité mi manzana en la canasta que estaba en el suelo, en el momento en que me enderece ví que Renato estaba parado a escasos centímetros de mí. Una de sus manos fue a parar a mi cadera y terminé pegada a él.

—Así es cómo me gusta verte preciosa, feliz, todos mis malditos días te quiero así de feliz.

Esté imbécil sí que es gracioso, la risa que salió de mí lo hizo sonreír aún más. Sin pensarlo por un segundo me paré de puntillas y presioné mis labios en su mejilla, cuando baje sonreí al sentir que sus brazos me rodearon y su barbilla quedó en mi cabeza.

—Annika, mi amor eres lo más preciado de mi vida.

Por supuesto que sí Renato King, maldito hijo de perra.

Después del ‘cariñoso’ abrazo me senté bajó un árbol manzanero mientras veía cómo Renato cortaba manzanas y las dejaba en la canasta.

—La habitación en donde dormías la podemos convertir en una pequeña biblioteca para ti, ahí podrías pasar el tiempo que quieras mientras lees ¿Te gustaría eso?

Sí voy a pasar un tiempo aquí tengo que tener un espacio sólo para mí y eso lo tengo porque lo tengo.
Por impulso abrí la boca para responderle y tan rápido como me dí cuenta de eso la cerré y asentí en repetidas ocasiones, gracias a Dios que Renato no vió ése pequeño desliz mío.

—Entonces haremos eso preciosa, está noche que llegue Román le hablaré sobre tu pequeña biblioteca y hacer los pedidos mañana en la mañana.

De brinquitos a brinquitos llegué junto a él y de nuevo inicié las cosas, mis brazos lo rodearon, mi mejilla quedó contra su pecho y mi nariz aspiró el delicioso olor de su perfume.

—Preciosa cuidado que estoy sudando, vamos cariño hay que entrar porque hace calor cómo sí estuviéramos en el infierno.

Riendo me alejé de él, Renato del suelo levantó la pesada canasta del suelo y juntos caminamos al interior del verdadero infierno. Ya dentro de la gigantesca casa seguí a imbécil 2 a la cocina y cuando entramos Amelia ya nos tenía servido unos vasos llenos de agua de limón, antes de que yo pudiera hacer un movimiento para tomar uno, Renato sé me adelantó y él tomó los dos vasos y con una sonrisa en su rostro me ofreció uno de ellos.

Yo también le sonreí.

Cuando le dí el primer tragó, por dios casi sé me escapaba un gemido por lo refrescante era la bebida. 

—Amelia por favor prepara una tarta de manzana para Annika.

Con esa orden, Renato me tomó de la mano y apenas pude dejar el vaso en la barra cuando me sacó de la cocina, y me llevó escaleras arriba.

—Lo que queda de la tarde preciosa te voy a consentir, pídeme lo que quieras Annika y será tuyo.

Por Dios, gracias imbécil por preguntar y lo que quiero es irme de aquí.

Cuando la noche llegó, Román atravesó la puerta de la habitación tal y cómo lo había dicho Renato, el imbécil lucía cansado pero en el momento en que sus ojos me vieron en la cama pude ver qué estaba satisfecho de que aún estuviera. Con fuerza tragué el asco que sentía y de golpe cerré el libro que minutos antes estaba leyendo y con elegancia y tratando de parecer sexy salí de la cama y lentamente caminé hacía Román, el hombre no sé había movido de la puerta. Cuando llegué a él le sonreí y sin pensarlo por un segundo me paré de puntillas y presioné mis labios contra los suyos, un simple beso casto.

Sabía que ésto lo iba a lamentar después pero sí quería salir de esté infierno tenía que usar todo de mí, eso también incluía mi voz.

—Bienvenido a casa Román.

El plan que tengo en mi cabeza espero que funcione, la primera parte ya la estoy ejecutando y es ganarme la confianza de todos y la segunda es acabar con todo incluido los cimientos de está puta casa.

El secuestro de Annika Reed Donde viven las historias. Descúbrelo ahora