Las cosas fueron fluyendo, simplemente sucedieron. De pronto comenzamos a hablar, luego solo te sentaste a mi lado a ver la tarde pasar, cada vez más cerca, disimulando. Las miradas que guardaban una promesa, los pequeños roces entre tu mano y la mía, o tu hombro y mi hombro. Esa sonrisa que aseguraba problemas, esa magia que rodea el exterior. Ese comienzo que dio paso a la aventura, esa primera mirada donde ninguno de los dos imaginaba lo que vendría después. Esa noche, esa decisión, el que estuvieras ahí, el que me sentara a tu lado, el que me miraras a mi, el que te mirara a ti, el que continuáramos hablando, el que comenzáramos a tomar confianza. Esa risa, esa voz, esos gestos. Mi mano con tu mano, ese brillo travieso provocando esa esperanza reluciente. Esa promesa prescrita de manera extraña. Estas caras tristes convertidas a felices. El mundo fluyendo, la vida corriendo la gente durmiendo, nosotros riendo. Toda una historia, página a página, hasta el final. Simplemente fuimos esa historia de tan somas una noche, no ocupamos mas. Durante ese tiempo toqué las nubes, aunque después me desplomase desde las alturas, aunque por un momento logre sentir lo que era estar allá arriba...