Tobirama llegó a casa adolorido mientras presentía el chakra de su hermano y de su cuñado. Estaban dormidos, lo podía apostar, necesitaba sacar de ahí una crema para el dolor, que había preparado Hashirama para aliviar medianamente los golpes y hematomas.
Pero esto era peor que eso, su trasero seguía sangrando un poco, al menos agradecía su condición de doncel, que le había permitido lubricarse su entrada en la violación, sino, hubiera sido mucho más complicado.
Entró al cuarto, viendo a ambos dormidos profundamente mientras se movía lentamente por este. Pero su hombro fue tocado, volteando a ver y notando a Hashirama despierto, Madara se estaba levantando pero el mayor lo tapó, haciendo que siguiera dormido.
— Tobirama, es extraño que entres sin pedir permiso antes, y más a esta hora -Dijo Hashirama extrañado, pero se levantó con una sonrisa leve—. ¿En qué te puedo ayudar? —Preguntó manteniendo esa sonrisa.
— No es nada hermano, sólo venía a buscar tu crema. Tú sabes, a veces a los donceles nos duele la espalda —Mintió, no iba a decir que lo violaron fuertemente en el bosque y que el culpable era el hermano de su esposo. Era simplemente la mayor vergüenza que podían sufrir, y sería un peligro para la estabilidad de la Aldea. Siguió buscando hasta encontrar la crema—. Ya la encontré, no los molesto más —Dijo en un tono neutral, pero tenía cierto deje de tristeza.
— ¿Seguro? Sabes que puedes contar conmigo, está bien. Buenas noches Tobirama —Dijo el mayor mientras el menor caminaba hacia la puerta, viendo a este con su cara neutral.
— Adiós hermano, descansa —Dijo cerrando la puerta y yendo a su cuarto, mordía su labio a casa paso.
Cuando llegó a su aposento, mordió su labios mientras lloraba levemente, unas cuántas lágrimas de vergüenza, de humillación, de repulsión. Había sido violado, lo había disfrutado, había llegado a un orgasmo de esa manera tan indecente.
Se quitó los pantalones y bóxer, abriendo las piernas, notando el estado de su entrada. Estaba demasiado roja, ardía, todavía expulsa cierta cantidad de sangre. Tomó la crema, untando levemente en los bordes de esta, sintiendo como le ardía a mares. Ahora cerró estas, centrándose en su espalda y vientre, sobando levemente mientras aguantaba las ganas de suicidarse, o de matar a alguien.
¿Por qué a él? ¿Acaso tenía la culpa como insinúa el azabache? No lo sabía decir exactamente, Izuna tenía razón de estar enojado. Casi lo mata, hizo que sus hermanos se hayan casado, le dejó un trauma emocional y le trastornó de forma psicológica, si tenía razón de estar enojado. No sabía que decir.
Por otro lado, el azabache estaba recostado en su futón mientras tenía su katana en la mano. Recordaba perfectamente la pérdida de su virginidad que había sucedido hace poco en el bosque. Tobirama era un doncel precioso, le daba placer. Pero no sentía ningún amor por él, no podía, simplemente era un sexo apático. Sólo era el orgasmo y la sensación de poseer a alguien lo que permitía al Uchiha recordar a aquel albino.
El que le robó toda su maldita felicidad, podría haber hecho suyo a su hermano. Podría tenerlo a su lado, ser su doncel, ser su esposo. Amarse y seguir con el linaje puro Uchiha, hubiera sido un niño muy poderoso la criatura que pudieron haber engendrado. Pero se quedó en posibilidad. Haría pagar al culpable cada día de su vida.
Ahora Tobirama le pertenecía y sabía que el Senju no podía hacer nada, ¿el segundo líder del Clan Senju violado por un Uchiha? Sería tan vergonzoso, tan hilarante. No podría vivir el menor de la vergüenza mientras él se vanagloria de la tremenda violación de la que fue ejecutor.
Cerró los ojos, mañana tenía nuevas ideas para el menor.
Ahora, caminaba por aquel lugar tan extraño para él, era de noche. En la mañana luego de recuperarse de su dolor, se deliberaba en sí ir o no. Izuna le daba ahora terror, esa comadreja era totalmente impredecible. Pero sólo se dedicó a suspirar, llegando al lugar deseado. Tocó la puerta, oyendo un pase al otro lado.
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Das Sie Blau Werden [IzuTobi]
RomanceUn error, una alianza. Casi una muerte. Esto servirá para manipular a la persona que más amas, a tal punto de provocarle sumisión mental. No hay perdón, sólo tratos de redención. No hay ganador, ni perdedor. Ambos están en las justas. Nada es seg...