Capítulo 10

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La Primera Guerra Mundial Shinobi, el suceso más sanguinario en el mundo desde la Guerra de Clanes. Sangre, dolor y pérdida. Mito y Madara, los primeros Jinchūriki de Konoha, un sacrificio de habilidad mental, reclusión social e infundir miedo en las personas. Sólo algo las podía llenar y mantener feliz: El amor. 

Konohagakure no Sato después de que Madara se volviera uno con el Kyūbi, empezó a obtener ventaja. El nívea se movía por la voluntad de proteger a su familia, el amor que le tenía a ellos. Por donde iban sus pasos, un rastro carmesí lo seguía. Mito protegería la Aldea que le había dado cobijo y a sus amigos. Ella era más piadosa que el Uchiha, pero aún no podía evitar tener su propio camino rojo. 

Y en la Aldea, Hashirama Senju tenía que dirigir y luchar. También proteger a su hija y hermano. Tobirama estaba cerca de ver por fin al fruto de su horrible pasado. 

Fue llamado el Día Escarlata del País del Fuego. No por las pérdidas de ninjas de la Aldea Oculta entre las Hojas. Fue por el error de los demás países el de atacar cuando todos sus ninjas más fuertes estaban cerca. Más en específico, atacar al Hokage y su familia. 

Mientras Tobirama estaba siendo atendido en su parto por su hermano, ninjas trataron de matarlos en el hospital. Otros trataron de secuestrar a Tsunade. Esto provocó el descontrol de Mito y de Madara, convirtiéndose en una rara versión de sus bestias con cola. Izuna fue el guardián de su sobrina y de su hijo. Disfrutó destazar a todos aquellos malditos que trataran de destruir a su sangre. Ambos en el hospital, una siendo cuidada por las enfermeras y el otro en los brazos de su madre. 

Y aquel día, cuando el rojo de sus ojos lo vio, lo amó instantáneamente. Ese pequeño era un completo Uchiha, pero sabría que no tendría su maldad. Y afuera del hospital, dos contenedores humanos estaban descontrolados asesinando ninjas a diestra y siniestra, restos de personas volaban por doquier debido a la masacre que estaban formando. Cuando volvió a amanecer, ambos estaban tirados en el piso inconscientes. Hashirama los rescató pero la vista de toda Konoha y el bosque que los rodeaba en sangre pura lo hizo abrir los ojos de forma enorme, todo ya había pasado. La guerra la ganaron ellos gracias a ambos Jinchūriki, y sólo faltaba tener en su poder uno más.  

Tobirama tenía en sus brazos al pequeño Uchiha, le acariciaba la mejilla mientras varios pensamientos se le venían encima. 

— Jamás serás como él. Tú crecerás y serás lo mejor que pudo haber salido de mí. Y yo sé que tú me vengarás. Tú, mi amado hijo. Me amarás como siempre lo soñé y quise. Prometo jamás abandonarte y siempre cuidarte. Moriría por ti, viviría por ti —Acurrucó al recién nacido en su pecho, quitándose parte de la bata para poder amamantarlo. 

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Hashirama entró al cuarto de Tobirama después de lograr estabilizar a Mito y Madara. El moreno sonrió al ver la hermosa escena de su hermano junto a su hijo en el pecho, ambos dormidos. Pero sabía lo que seguiría, tendría que condenarlo a vivir junto a un Bijuu en su interior. 

Tomó al pequeño Kagami en sus brazos, trasladándolo a una sala para el cuidado del recién nacido. Izuna en ese momento entraba por aquella ala del hospital, su ropa llena de sangre y una sonrisa sádica en el rostro. Vislumbró al Senju con sus ojos, notando que llevaba cargando algo o alguien; al sentir su chakra soltó su espada y corrió hasta su cuñado. 

— ¿Puedo cargarlo? —Preguntó pero al recordar lo sucio de su ropa, suspiró viendo a Hashirama —. Mejor no, ya recordé mi estado. Pero quiero verlo —El mayor destapó parte de la cobija, dando a ver al pequeño. 

— Es un varón muy sano, seguro en un futuro será buena cabeza del clan Uchiha. Cuídalo mucho y a mi hermano también —Dijo Hashirama. Izuna sólo pudo asentir. 

Das Sie Blau Werden [IzuTobi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora