Cansada
de intentos fallidos,
de simulacros,
de actores de relevo,
estoy cansada
y no hablo de perder el aire,
el aliento,
sino de ese cansancio
que te vacía la mirada,
que te enfría hasta
la más dulce caricia,
ese que al amanecer se reduce
a ese momento,
a ese segundo antes de estar
despierto del todo,
ese bendito espacio
en el que no eres,
en el que más allá de tus párpados
no existe razón alguna
para darse vuelta,
darle la espalda al mundo
y seguir durmiendo.
Siento hastío
de los "deberías",
de la superioridad ilusoria,
del camino correcto de las cosas,
pero aún más de los silencios
que dejan otros,
del suspiro triunfal
al ponerse la última prenda
y del "gracias" que todos olvidamos,
porque después de todo
portarse mal
no significa
perderla decencia.