Si supieras
cuánto me salvan tus pestañas,
que en su rizo al batirlas
me despojas de cualquier duda o pesar,
que me llenan la mirada de nubes
y de aleteos el corazón,
¿y qué decir de esa noche estrellada
que se asoma en tu cuello?,
de cómo adoro jugar a formar constelaciones con mi boca,
de cómo en el proceso la brisa entre tus labios
inunda mis oídos y alborota mi cabello,
que entonces te me antojas tormenta
y mojas todos mis intentos de salvarte,
que me dejas con la dulce derrota tu abrazo
y tu nombre colgando en la punta de mi lengua
- qué forma la tuya de desarmarme -.
Cuánto te quiero así,
con el arte floreciendo
entre tus dedos y los míos.