Te abro la puerta,
para que pases sin tropiezo,
como quien llega para quedarse
y te sonrío,
para que no dudes en dar
otro paso hacia mi cuarto,
para que no tengas cautela alguna
al desordenarme las sábanas,
o los pensamientos;
pero te dejo las llaves,
te las meto en el bolsillo trasero,
por si consideras que este frío
es insoportable,
que te congela
hasta las puntas de los dedos,
por si mi respiración contra tu nuca
no es suficiente,
por si mis letras
vacías,
heridas,
no te llegan,
no te llenan;
para que puedas, en fin,
salvarte.