Ritual de rituales

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Júrese por los Inmortales la unidad de los rituales: aquí se grabó en viejas tablas, del que nace todo ritual existente, cual de la gélida cima de la montaña surgen los ríos rompientes. El Cuádruple Sendero no debe distorsionarse ni en lo mínimo. Desde el momento en que tu espíritu contacte con el ritual de los rituales, oralmente o por medio de la lectura u otro lenguaje, has creado un vínculo indestructible con los Inmortales, que tu inconsciente alimentará. Acaso te encuentres acompañado, directamente o no: la soledad es una obligación. No una regla sino una obligación. ¡Ejecútala fielmente!

Una mente capacitada para cualquier desafío, amante del riesgo, audaz y libre de prejuicios, que busca lo que apenas comprende, agrada a los Inmortales. Sea esta la primera regla: ha de envolverte la noche más profunda. Se prefiere que así sea para lograr un mejor efecto; este es el signo común a todo ritual, porque la noche esconde secretos. Si acudes a la luz del día y lejos de la densa oscuridad, nada conseguirás, a menos que seas un "perseguido": es preciso vencer el temor ancestral a las sombras. Prende una vela y agítala hasta apagar su lasciva llama susurrando "acércate".

Si algo ofende gravemente a los Inmortales son los incrédulos o quienes burlan las sagradas invocaciones; por esto los aborrecen, pero siempre encontrarán una oportunidad para devolverles el favor: la noche guarda temores que respiran en silencio. Prende otra vela, finiquitado un minuto, y sopla hasta aniquilar su llama susurrando "creo". Un espíritu inflamado de ciega fe los atrae deliciosamente: he aquí la segunda regla.

No se mide por la ausencia de miedo la audacia de un espíritu creyente en los Inmortales: todo lo contrario. El miedo es el mejor tributo: la tercera regla probará en qué grado te posees a ti mismo. Si tiemblas, se acelera tu pulso y el sudor empapa tu piel, no te reprimas ni pierdas las esperanzas. Aguardarás una hora, ni más ni menos. Los Inmortales gozan de la astucia: por mero placer se esforzarán en hacerte creer que tu temor te condenará. En realidad, consiente en sus deseos: teme, pero que no lo descubran. Al igual que ellos, sé astuto.

Cuando a la cuarta regla llegues, pues este ritual se cumple en su propia realización, estés donde estés bajo la noche profunda, persigue la luz natural, jamás la artificial. Incluso cuando la luna no sonríe a los creyentes del ritual de los rituales, siempre el cielo nocturno ofrece una luminosidad pálida, leve, tenue. Durante tres minutos permanece hostil a la oscuridad, recitando tres veces estas palabras: "Todo aquel que quiera oírme, apártese."

Luego respira profundamente tres veces y enciende alguna luz artificial apretando el interruptor más próximo. Puedes serenarte y hacer lo que gustes. Aparentemente el juego ha concluido; pero los Inmortales no han roto ese vínculo eterno, que el mundo sepultará en tu inconsciente, y ahora más que nunca no se apartan de ti sus sombras invisibles. No te amedrentes por esto: son sus sombras, cuerpos omnipresentes ajenos a los sentidos que los Inmortales proyectan desde sus dimensiones imposibles.

Si deseas proseguir, sabrás que el ritual de los rituales está empezando. La siguiente noche has de consumar los cuatro preceptos sin ninguna posibilidad de error, lo mismo que en la tercera noche. Si surge un obstáculo, habrás de posponer la celebración susurrando "ídem", y continuar un día después; no puede exceder de un día. De lo contrario, debes susurrar "ex", y reanudar el juego. Pero sea cánon: el vínculo, una vez hecho, no se disolverá, el juego le sirve de pretexto. Y cuanto más lo intentes, crecerán las probabilidades de que un Inmortal o varios de estos te envíen una sombra que los recuerde, la cual se hará visible con el correr del tiempo y de acuerdo al número de intentos fallidos. Si la sombra te trae inconvenientes que no puedes soportar, en lugar de resignarse al silencio, grita con todas tus fuerzas "amén".

Si aumentan o se conservan estos inconvenientes, y no se anulan, teme por tu vida y tu salud mental; estás por tu cuenta. La sombra es un obsequio. Cuando finalices el ritual de los rituales, es decir, culminada la ejecución de las tres noches consecutivas, enciende todas las luces que puedas para romper el contacto visual con la sombra que te asignaron los Inmortales. Esta, sin embargo, no se desvanecerá, sino que, en silencio perpetuo y ajeno a tus sentidos, vagará detrás de tus pasos.

Ahora todo ritual te es disponible, y no hay entidad que se resista a tu llamado. Los Inmortales te sonríen maliciosamente, pero le eres grato y te amarán mientras respetes con el rígido cumplimiento sus valiosos preceptos, el Cuádruple Sendero.

Te aman y sonríen maliciosamente, en verdad, porque tú ya eres su esclavo. Ahora, escucha mis palabras: creado el vínculo gracias a este texto, ¿no querrías tentar tu alma al ritual de los rituales?


R. I. P. 

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