Capítulo 8: Desaparición (Luke)

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Después de haberse limpiado las lágrimas de los ojos, Jon y yo salimos de la habitación. Helena está en el dormitorio de antes, y ahora Rob está con ella, con cara de estar asqueado.

—Georgiev dice que la Llama llegó aquí hace seis meses, así que no deberíamos preocuparnos por que haya más como ésta— dice al vernos, señalando a la bestia que ahora está boca arriba—. ¿Habéis leído la nota?

Jon se estremece, y yo contesto por él.

—Sí, pero no era nada importante—miento. No necesitan saber lo mal que lo está pasando Jon—. Era una nota de suicidio, nada fuera de lo normal.

— ¿Seguro?—pregunta, pero sé que me ha creído— Es raro que justo aparezcan los nombres de Conant y Jon juntos. Es demasiada coincidencia.

—Tú lo has dicho—respondo—. Pura coincidencia.

Justo entonces suena algo a lo lejos, el sonido de algo cayendo al suelo y rompiéndose. Se me encoge el estómago del miedo. Después miro por la ventana. Las sombras se están alargando, y solo los tejados de los edificios están completamente iluminados.

Tras el sonido lo único que se oyen son nuestras respiraciones.

— ¿Qué demonios ha sido eso?—pregunta Rob con voz temblorosa.

—Vamos—digo, caminando hacia la escalera—. Ya está anocheciendo. Será mejor que nos vayamos a la vez que el sol.

Jon es el primero en seguirme mientras bajo las escaleras. Rob se apresura para no quedarse solo. Helena se queda unos segundos y luego baja también. No se ve ni a Brian ni a McBride por ningún lado.

— ¿Deberíamos preocuparnos?—dice Jon, como si me hubiera leído el pensamiento.

—Espero que no—dice Rob detrás de él—. La lista de cosas por las que preocuparse ya es demasiado larga. Preferiría no añadir nada más.

—Pues no tienes por qué—dice McBride, entrando por otra puerta del pasillo, ya en el piso de abajo. Brian va detrás de él, y nos saluda a todos con la cabeza.

—Bien—respondo yo—. Vamos al coche.

McBride, Brian y Rob salen del edificio, cubiertos todavía por la sombra. Me dispongo a ir tras ellos, pero Jon me detiene. Helena está detrás, y parece también estar esperándome.

—Luke—me dice Jon—. Quiero que te sientes tú delante.

Frunzo el ceño.

— ¿Por qué?

—Quiero que observes y aprendas.

— ¿Aprender a qué?

Lo siento por estar tan lento, pero mi cabeza se ha quedado arriba, con el sonido.

—A conducir, Luke—suspira con paciencia—. ¿Recuerdas lo que te dije en la base?

Asiento serio. Lo recuerdo.

—Vale—dice finalmente, y sale también.

Me vuelvo hacia Helena y ella se abalanza sobre mí para darme un beso. Todo el miedo desaparece al tiempo que nuestros labios se juntan. Al separarnos, me doy cuenta de que está temblando de miedo.

—Oye, oye—digo obligándole a mirarme a los ojos—. ¿Qué ocurre?

Veo que le brillan los ojos debido a las lágrimas, pero sólo es capaz de menear la cabeza, negando. Le pongo los dedos bajo la barbilla y le alzo el rostro suavemente. Le recojo un mechón de pelo por detrás de la oreja. Ella mira durante un momento por encima de mi hombro para asegurarse de que nadie entra en el edificio. Después dice:

La Edad de Arena 2.- El Viaje.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora