Capítulo 14: Leones y Hienas (Jon)

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Al principio apenas son audibles, pero, a cada segundo que pasa, percibo que se acercan. Son pisadas blandas sobre el suelo de piedra.

Al mirar a cada uno de mis compañeros, veo el miedo en sus ojos. Nadie responde a mi pregunta pero sus rostros lo hacen por ellos.

Nos quedamos todos mirando hacia el interior del edificio, que está en penumbra, a pesar de que la mujer de las cicatrices apunta hacia allí con su linterna.

Entonces aparecen, docenas de hienas evolucionadas. Van tan rápido que apenas hay tiempo de reaccionar. Por suerte, ya teníamos las armas en las manos.

-¡Rob, McBride!-grito-. Subid al coche.

Ni siquiera me molesto en asegurarme de que entienden mis palabras, puesto que yo mismo ya me he puesto en pie sobre el capó del vehículo. Ni siquiera me doy cuenta de que lo he hecho hasta que les grito.

Ambos se suben al techo, y McBride no duda en disparar, como todos los que tenemos armas de fuego. Luke incluso dispara una bengala, prendiendo a más de un animal. Pero eso no los detiene.

Rob está detrás de mí, apuntando con una pistola de 9 milímetros. Dispara una y dos veces, y veo que dos hienas más caen con sus balas.

Se ha formado una línea defensiva en la puerta de entrada a lo que parece ser una recepción. Allí Helena, Luke, Brian y la mujer de las cicatrices disparan a diestro y siniestro. Sin embargo, los animales no dejan de avanzar, lo que les hace retroceder.

Estoy a punto de saltar del capó del coche para ayudarles con la bayoneta de mi fusil cuando oigo algo a mi espalda.

Me doy la vuelta y veo a unas bestias iguales a las que vimos en el otro edificio, al ir en busca de Rob. Deben de habernos seguido hasta aquí.

-No... jodas-murmuro, mientras intento evitar que el miedo me paralice-. ¡Rob!-grito, sin siquiera volverme hacia él-. ¡Ayúdame con esto!

El aludido acude corriendo a mi lado, y los dos nos quedamos justo al límite de la sombra del edificio, viendo cómo los animales se acercan a nosotros. Están demasiado lejos como para disparar con certeza. Mientras esperamos a que lleguen, le digo a Rob:

-Coge munición de mi mochila. La necesitaremos.

Él asiente serio y abre mi mochila. En otra situación no se lo habría permitido jamás, pero no es momento de ser quisquilloso.

Sólo tarda un par de segundos en volver a cerrarla, con una caja de munición en las manos. La coloca entre los dos.

Observamos cómo los leones se van haciendo cada vez más grandes a medida que se aproximan. Evito pensar en lo que está pasando a mi espalda. No podemos hacer mucho por ellos ahora.

Cuento cuántos animales vienen. Son sólo diez. Una buena noticia, comparado con lo que se nos viene por detrás.

-¡Ya, dispara!-ordeno cuando considero oportuno.

Los dos abrimos fuego, y tenemos que realizar unos pocos disparos hasta que los primeros leones comienzan a caer.

Rob acaba con su cargador y rápidamente toma el siguiente. Yo hago lo mismo unos segundos después.

Acabamos con todos los leones menos dos, que siguen corriendo en dirección a Rob. Se lanzan los dos sobre él a la vez, y yo me abalanzo sobre uno de ellos, tirándolo al suelo junto a mí. Al instante, el animal se pone sobre mí para morderme el torso, pero interpongo el arma en su camino. Sin embargo, sigue empujando, a pesar de que uno de los laterales de su cara empieza a chorrear sangre al cortarse con la bayoneta.

La Edad de Arena 2.- El Viaje.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora