Esa primavera, Laila no disfrutó ni siquiera de un solo día. Su padre había enfermado y había tenido que dejar incluso de estudiar para cuidar de él. Con tan solo diecisiete años, rogaba a dios no perder también a su padre, ya que hacía dos años había perdido a su madre de una rara enfermedad.
Se había ausentado un buen rato para hornear pan y preparar la merienda, sin embargo, cuando volvió a la habitación de su padre, vio a Lázaro, el amigo de su padre, quién tenía un arma en su mano derecha apuntando directamente a su cabeza y unos papeles en la otra. Escondida tras la puerta escuchaba maldecir, y las suplicas de su propio padre.
-Firma el maldito testamento, quiero que dejes esta estancia a mi nombre, de lo contrario te mataré y luego mataré a tu hija. Sabes que no tengo nada, no tengo ni un centavo y tú estás al borde de la muerte.- Dijo Lázaro a Venicio, el padre de Laila.
- No puedes hacerme ésto, es lo único que puedo dejarle a mi hija. El día que deje este mundo quedará sola, y lo único que le quedará es ésta casa y los recuerdos en ella.- Respondió Venicio con tono suplicante.
- Si no lo firmas, le arruinaré la vida a Laila. Tú eliges.- Dijo Lázaro con una risa victoriosa.
No había opción, si Venicio no firmaba, su hija sufriría, o peor aún, moriría. Si le dejaba la casa a Lázaro, al menos Laila podría ir a la ciudad y quedarse con su tía. Luego de un minuto, sintió el revolver en su cabeza.
-Firma el maldito testamento.- Soltó Lázaro.
- Sólo prométeme que dejarás a mi hija tranquila.- Lázaro asintió con la cabeza sin bajar el arma. Venicio tomó el papel con manos temblorosas y firmó.
-Siempre fuiste un estúpido.- Le quitó el papel de un manotazo.- Tu hija será la única culpable de tu muerte. Me encargaré de que la asesina sea ella, mientras que yo solo seré el amigo dolido y entristecido por tu muerte. Nos vemos del otro lado imbécil.- Dijo Lázaro y disparó.
Al mismo tiempo que Lázaro disparó, Laila no pudo contener un grito desgarrador, las lágrimas, el dolor y el miedo, comenzaron a arrebatar su ser, pero la mirada penetrante de Lázaro, alertó sus sentidos y no hizo otra cosa más que correr.
Salió por la parte trasera de la estancia perdiéndose en la maleza. Lázaro no bajó la velocidad y paraba para disparar. Laila ganó un tramo bastante amplio mientras que él, agitado y ya sin balas, no pudo continuar. Aún así, Laila siguió corriendo, descalza y muerta de miedo. No sentía dolor en sus pies, solo la necesidad de correr lejos del asesino de su padre.
<¿Cómo es posible, que siendo el amigo de mi padre, haya hecho tal cosa?> Pensaba mientras las lágrimas descendían por sus mejillas y el dolor en el pecho se agudizaba.
Dejaba de correr un momento y cuando retomaba un poco de fuerza volvía a correr. El sol se estaba ocultando, lo que daba a entender que había corrido por más de dos horas. Sin fuerzas, lentamente se acercó a un pequeño arrollo para mojar sus doloridos pies, limpiar la sangre de los raspones y calmar la molestia de golpes y ampollas que ya se podían notar.
Levantó la vista, al otro lado del arroyo, divisó un viñedo y una enorme finca a lo lejos. Si tenía suerte, las uvas estarían maduras para comer. Se levantó del suelo y cruzó el arroyo sin dificultad, pasó el alambrado y caminó entre la plantación de vides. Cada parra estaba llena de uvas maduras. El aroma era envolvente y se sentó en el suelo a deleitarse con el delicioso sabor de aquella fruta. No soportó el cansancio, estaba agotada y con el enorme dolor en el pecho por la muerte de su padre, lloró y gritó desconsoladamente. Recostada en la tierra debajo de aquellas plantas, trató de hacer a un lado los dolores en todo el cuerpo hasta que no sintió nada más...
La tenue luz de la luna y la pesadez de sus párpados no dejaban que Laila distinguiera a la persona que la cargaba en sus brazos como si no pesara nada, pero si fuese alguien que quisiera hacerle daño, de igual forma no tenía fuerzas para seguir huyendo. Tenía frío, estaba lastimada, le dolía todo el cuerpo y tenía una enorme tristeza en el corazón por perder a su padre. Lo único que pudo hacer, fue aferrarse al cuello de aquella persona, esperando que tuviese piedad de ella y no hiciera más que ayudarla a descansar al menos.
Continuará...
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FELIZ CUMPLE LAI!!! Aquí esta tu regalo... Espero que disfrutes de esta historia. Sos una de las primeras personas que confiaron su tiempo para leer y apoyarme. Y de éste modo quiero agradecerte ésta gran amistad a distancia... te super kiero, te deseo lo mejor y te mando un beso y un fuerte abrazo en éste dia!!!
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La Finca "Huyendo hacia ti"
Short StoryLaila llega a una finca, escapando del asesino de su padre. Allí se esconde ideando un plan para vengar su muerte. Pero el tiempo en aquella finca, escondida de todo el mundo, le dará una bella amistad con la hija del dueño, al cual, evitan decirle...