CAPÍTULO 2: Greta

8.6K 783 103
                                    

Un terrible dolor en la espalda hizo que Laila despertara. Se encontraba en un lugar pequeño con la luz del día queriéndose colar por la ventana. Se levantó a penas, ya que los dolores en todo el cuerpo y más aún en sus pies, no se lo permitieron. Mientras acomodaba la visión, comenzó a recordar de a poco lo que había vivido. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Qué debía hacer?

-Señorita, ¿se encuentra bien?- La sorprendió la voz de un muchacho. Aún no podía acomodar su garganta para responder, pero se hizo entender moviendo su cabeza.-Le traje algo de comer y un anti-inflamatorio.- Sonrió el jovencito.

Tomó el vaso de jugo, pero  no quiso comer. En su cabeza solo revoloteaban imágenes de lo ocurrido y eso desató el nudo que llevaba en su garganta, por lo cuál las lágrimas comenzaron a emanar, mientras los sollozos se adueñaban de su cuerpo. El muchacho no sabía que hacer, hasta que llegó una mujer entrada en años. Ninguno trató de calmarla, solo esperaron a que se calmara.

- ¿Que te sucedió muchacha?- Preguntó la señora.- Estás herida, Mateo te encontró en medio de la plantación desmayada.-

-Lo siento, pero no se dónde estoy, y debo irme antes de que me encuentre.- Dijo Laila con desesperación queriendo levantarse de la cama.

-No debes moverte, tienes tus pies muy lastimados. ¿De donde eres? ¿Necesitas que demos aviso a algún familiar? ¿De quién estás huyendo?- Preguntó la Señora.

-No tengo a nadie. Lo perdí todo.- Dijo Laila con frustración mientras lloraba.- Mataron a mi padre y el asesino se encargara de encontrarme y matarme. Soltó entre sollozos cubriendo su rostro con sus manos.

Tanto la mujer como el muchacho no sabían exactamente que hacer o que decir, así que solo la dejaron que soltara la angustia que llevaba dentro.

-Lo siento mucho.- Dijo Laila mientras secaba sus lagrimas y comenzaba a comer.

-Niña, aquí estarás a salvo, mientras que nadie mas sepa  que estás en éste lugar, nadie te encontrará.- El muchacho la miró temeroso.- Soy Amelia, ama de llaves de esta finca. Trabajo hace muchos años y él es...-

-Mateo, soy el que se encarga del establo y los caballos.- Sonrió el muchacho, quien no parecía ser mas grande que Laila.

-Mi nombre es Laila, soy del bajo Palomar. Vivo... mejor dicho vivía en una estancia con mi padre, La Magnolia.- Dijo con un nudo en la garganta.

- ¿Desde ahí has venido muchacha? ¿Te das cuenta que podrías haber muerto en medio del monte? Escucha, necesitas descansar y nosotros volver a nuestros labores. Aquí estarás a salvo, solo Mateo viene al establo. Si el dueño o su hija necesitan un caballo se lo pedirán a él, no entra nadie mas a éste cuarto.- Dijo Amelia.- Más tarde vendré a traerte algo de merendar.- Sonrió y Laila asintió.

-Muchas gracias, soy una completa desconocida, aún así me están ayudando y eso no tiene precio.-

A medida que pasaron los días, Laila fue recuperándose de las heridas y sin confiarle a Amelia y Mateo sus planes de cobrarse venganza por la muerte de su padre, continuó en La Finca. Al ponerse el sol, salía del establo y recorría la plantación de Vid, sabía que el dueño era un hombre solitario y algo amargado, pero ¿cómo no estarlo? si había quedado viudo hace cuatro años. Tenía una hija, de la cual nadie hablaba muy bien por su carácter. Aquella Finca, era un lugar hermoso, enorme, pero cada pensamiento la llevaba a su padre, a Lázaro y a sed de venganza. Quería matar al asesino, así tuviera que ir presa y perderlo todo, pero no dejaría que ese hombre se quedara con el lugar que había vivido toda su vida.

Cuando volvió al cuarto en el establo, se sorprendió al ver a una niña parada en la entrada de éste. Golpeaba su pie derecho contra el piso enfadada, como si hubiese estado esperando por horas. Era tarde para correr y ocultarse, la niña había visto a Laila y no podía salir corriendo.

-Necesito mi yegua.- Soltó la niña.- Ahora, muévete.-

- Pero yo no... Es muy tarde para que ande sola por ahí.- Quiso convencer a la niña.

-No te estoy preguntando, te estoy dando una orden, mi padre te paga por trabajar, no por hablar. Si no me traes a la yegua ensillada hablaré con mi padre para que te despidan.-

-Esta bien señorita, ya se la traigo.- Dijo asintiendo con la cabeza. Ni siquiera sabía cuál era la yegua entre los seis caballos que habían allí. Comenzó a mirarlos uno por uno, y fue el caballo color Blanco el que más le llamó la atención. Trató de ensillar como pudo y se la llevó.

- ¿Cuál es tu nombre? ¿Dónde está Mateo?- Preguntó la niña con prepotencia.

-No lo sé, supongo que estará por cenar.- Dijo Laila evadiendo la primer pregunta.

- ¿Y tú qué haces aquí, desde cuando contratan mujeres para hacer éste trabajo?-

-Disculpe mi atrevimiento, pero que seamos mujeres, no quiere decir que no podamos hacer el trabajo de un hombre. El tiempo le mostrará, lo que una mujer es capaz de hacer. El hombre tiene fuerza en su cuerpo, nosotras en la cabeza. Somos capaces de mucho si nos lo proponemos.- Dijo Laila con seguridad. La niña sonrió y subió a su caballo, su mirada ya no mostraba soberbia.

-Lo voy a tener en cuenta.- Dijo y pico a la yegua para que comenzara a andar.

- Greta, Greta. No te atrevas a salir. Ven de inmediato.- Gritó Mateo, quién venía corriendo gritando su nombre, pero la niña le mostró su dedo medio, le sacó la lengua y siguió su camino.- Eres de lo peor. Te odio.- Gritó agitado, llegando al lado de Laila.

-Lo siento, es que amenazó con ir a decirle a su padre.- Se defendió Laila.

-Es una maldita manipuladora. No la soporto.- Dijo Mateo mirando hacia donde la niña de cabello oscuro se perdía a todo galope.- No la soporto.-

La Finca "Huyendo hacia ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora