Capítulo 4

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—Pues porque me fui a estudiar a la capital —repuso Amy en un hilo de voz.

Ella era capaz de modificar los recuerdos, pero las emociones que evocaban no. Los sentimientos no mienten, nunca antes lo hicieron y nunca en el futuro lo harían.

—Cierto —dijo Touko intentando volver a respirar, recordar la soledad de sus años pasados le oprimía el pecho dolorosamente.

—Mami, perdón —dijo la chica abrazando a su mamá no permitiendo que se serenara y llorando también—, lamento haberme ido, no lo haré más, lo prometo.

—No digas tonterías, Amy —le reprendió Touko limpiando sus lágrimas con la manga de su suéter—. Eres mi bebé y por supuesto que me encantaría tenerte siempre conmigo, pero vas a crecer y tienes que volar, por eso Shigeru y yo te permitimos irte a estudiar la secundaria a la capital, porque queremos que aprendas a ser independiente.

—Pero... —replicó Amy y Touko puso su dedo índice en los labios de su hija negando con la cabeza mientras una tímida y hermosa sonrisa surcaba sus labios.

—Está bien, nena —habló la mujer—. Puedes irte tantas veces como necesites, pero siempre vuelve a nosotros, porque nosotros siempre estaremos esperando a que regreses. Además, esperamos que algún día vuelvas con ganancia.

Amy miró a su madre son sus ojos grandemente abiertos, negó con la cabeza y, soplando el aire que había estado conteniendo, rió por la ocurrencia de su madre.

—Serás la abuela con los nietos más hermosos del mundo —prometió la chiquilla y volvió a perder la capacidad de respirar cuando escuchó la pregunta de su padre.

—¡¿Cómo que nietos?! —preguntó el hombre casi molesto. Él había llegado a casa y, al escuchar voces en la cocina, no se anunció, pensando en darle una sorpresa a su familia.

—Cosas del futuro, Shigeru san —explicó Touko tranquilizando un poco a su marido.

A pesar de siempre estar tranquilo, y con una sonrisa, cuando las cosas se trataban de su hija no podía mantenerse sereno. Shigeru era un papá celoso.

—Espero que de un futuro muy lejano —dijo casi amenazante el hombre. Amy sonrió complacida, amaba la manera protectora de amar de su padre.

—Lo prometo —dijo la chica abrazándose al cuerpo de su padre. Shigeru la presionó fuerte a sí, sintiendo como algo se removía en su interior. Siempre tuvo miedo de perderla, por eso la cuidaba de todo y, a veces, cuando la tenía tan cerca de sí, de pronto sentía que ella desaparecería para siempre.

—Mejor no te cases nunca —casi suplicó a su pequeña hija. Touko se enterneció por la escena y se unió al abrazo que sus dos personas favoritas protagonizaban.

Natsume entró a la cocina y sonrió discretamente ante tremenda escena. Eso fue hasta que Amy lo descubrió y quiso zafarse de los brazos de sus padres, pero Shigeru no se lo permitió, no soltó a la chica. Fue Touko quien deshizo el abrazo y fue solo para atrapar a Natsume y obligarlo a unirse.

—A este paso la cena no estará lista nunca —dijo la chica empujando a todo el mundo—. Iré por el pan —anunció y Touko amplió la lista de víveres a comprar, además pidió a Takahashi que le acompañara. El chico hizo lo que Touko pedía, lo hizo siempre y siempre lo haría.

»Eso ha sido tan vergonzoso —dijo la chica andando fuera de su casa. Natsume coincidió con ella. Pero a él le había gustado. Nunca había sentido un abrazo tan lleno de amor como ese que había recibido recién.

—Los Fujiwara te adoran —dijo el chico y Amy sonrió plena. Lo sabía y lo amaba.

—Son mis papás —explicó la chica orgullosa—. Gracias por estar con ellos cuando no estuve yo —dijo sonriendo al chico que justo ahora estaba frente a ella.

—Ellos me dieron un hogar, un espacio donde casi nunca me siento fuera de lugar, me dieron un espacio que deseo proteger siempre, por eso no tienes nada que agradecer, he recibido más de lo que he dado —aseguró Natsume y Amy sonrió tímidamente. Esa sensación la entendía bien, también creía dar mucho menos de lo que recibía de los Fujiwara.

—Ellos son lo mejor del mundo —dijo Amy—, es una pena que no pudieran tener hijos...

—¿Qué no pudieran tener hijos?, ¿no eres tú su hija? —preguntó Natsume y Amy le miró aterrada por una fracción de segundo, después de eso sonrió nerviosamente.

—Aparte de mí, digo... estoy segura que mamá encantada habría tenido una decena de niños, pero solo estaba yo.

—¿Quién eres? —preguntó el castaño y la chica le miró confundida. Esa pregunta era bastante peligrosa, porque de trasfondo tenía una sospecha que quizá era la verdad.

—Soy Amy Fujiwara —dijo la chica y sonrió con burla—, ¿acaso tienes fiebre, Takahashi kun? —preguntó andando más a prisa, quitándole la oportunidad de preguntar nada más.

*

Después de la cena la chica se encerró en su cuarto, estaba esperando algo importante y llegó por su ventana.

Una palomilla de papel chocó con el cristal de su ventana y la abrió para ver el papel desdoblarse y convertirse en una mujer hermosa de kimono rosa largo y cabellos completamente oscuros cuyo rostro estaba cubierto con un velo blanco que no permitía ver nada más que la tela. Era un shikigami.

—¿Alguna información? —cuestionó la chica y la shikigami asintió.

—Alguien dijo que tenía toda la información que quieres —informó la dulzona voz de la mujer de la máscara—. Pero dijo que no dirá nada hasta que vayas a hablar con él.

—Pues vamos —pidió la chica poniéndose de pie.

—Amy, no puedes —replicó la dulce voz de la shikigami—. Es peligroso. No puedes jugar en dos bandos. Te lo dije ya, vivir entre dos mundos tendrá repercusiones tarde o temprano.

—No tienes por qué preocuparte de eso —aseguró la chica—. Estos son mis asuntos, si algo pasa asumiré la responsabilidad.

Amy hablaba con seguridad, convencida de sus palabras y sin saber que podía perder mucho más de lo que imaginaba. 


Continúa...

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