Capítulo 7

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—Me alegra que decidieras quedarte con nosotros —dijo Touko ayudando a acondicionar una habitación para la chica.

La shikigami, que cuidaba a Amy se había encargado de crear la ilusión de que los padres de la chica murieron en un accidente y, al ser la novia de su querido hijastro, no la dejarían sola.

—Gracias por recibirme —dijo la chica—, no creo que estuviera lista para dejar el pueblo.

—Está bien —señaló la mujer—. De mi gusto te alojaría toda la vida, pero al menos debes quedarte hasta que termines la preparatoria. Ya decidirás que hacer después.

Amy asintió. Poder quedarse un poco más en esa casa en serio que le hacía bien. Aunque estaba bastante restringida, Shigeru había puesto algunas condiciones demasiado tontas, pero dignas de él cuando fue su padre. Los chicos no tenían permiso de estar pegados en ningún momento, y de preferencia no debían quedarse solos.

A Natsume y la chica no les generó molestia alguna, ellos en realidad no tenían ese tipo de relación. Pero lo cierto es que ahora ella tenía plena confianza en ese chico que le ayudó en su peor momento. Además había podido confirmar algo que sospechaba, ese chico también podía ver Youkais.

Natsume también confirmó lo que sospechaba, aunque en su caso estaba un tanto equivocado, la chica no solo veía Youkais, al parecer era uno de ellos.

*

—¿Entonces ella dejó de ser Youkai? —preguntó Nyanko sensei a la un poco conocida shikigami.

—Lo hizo —dijo la mujer—. Ella dejó de ser Youkai cuando nació. Se convirtió en humana cuando, intentando protegerla, Mai la puso en el cuerpo del bebé humano.

—Creía que se calmarían cuando me atraparan —indicó el gran Madara en la forma de ese gato feo—. No creí que seguirían tras de ella. Pero al menos no estuvo sola.

—Nunca estuvo sola, me encargué de protegerla, y los Fujiwara estuvieron siempre a su lado. Cuando Mai se fingió humana ellos le abrieron las puertas de su hogar y yo borré toda huella de ella en el mundo youkai. Entonces convirtió a su hija en humana y la dejó al cuidado de los Fujiwara haciéndoles creer que era su hija.

—No debiste devolverle sus recuerdos, ella habría estado bien siendo Amy Fujiwara —reprochó el gato.

—No fue mi decisión —explicó la shikigami—, Mai lo dispuso de esa manera. Supongo que quería que te encontrara y te liberara, para que la protegieras.

—Tú la estás protegiendo, ¿no?

—Lo hago, sí. Pero no me queda tanto tiempo. Soy la sombra de una ayakashi muerta, ¿cuánto más crees que viviré sin poder alimentarme?

—Y al final las cosas siguen pasando como querías que pasaran.

—¿Crees que lo que yo quería es morir mientras mi esposo era sellado y mi hija se convertía en un simple ser humano?

—Tienes razón —concedió el gato—. ¿Vas a despedirte de ella?

—En un par de años —señaló la shikigami—. Cuando ella no esté tan dolida por haberlo perdido todo. Entonces deberás decirle quién eres y cuidarla como lo he hecho hasta ahora.

Madara asintió. Esa mujer era el fantasma de una mujer que amó con toda su vida, esa humana era la hija de ambos, una cría que él recién conocía y que perdería antes de estar satisfecho de amarla.

Los humanos eran criaturas efímeras y débiles, que desaparecían en un suspiro. Haber convertido a su hija en humana, más que protección, le sonaba a castigo, un castigo para él por no ser lo suficientemente fuerte para protegerlos a todos.

Madara sonrió al pensar en ello, los Ayakashis eran seres tan malévolos, hacían daño incluso a aquellos a los que amaban solo por desquitar su ira.

—Hola, Nyanko sensei —dijo la chica dejándose caer en el suelo cerca de donde el gato estaba tirado.

Nyanko sensei no respondió, en lo posible evitaría que esa chica descubriera quien era él, y eso era más fácil de lograr si no interactuaba con ella. Pero ella no parecía que le permitiría hacerlo, lo supo cuando se dejó caer recargando su cabeza en el estómago del gato.

»Dicen que los gatos absorben las malas energías —explicó ella sin atender a los maullidos de la gran bola de pelos debajo de ella—. ¿Puedes hacer que deje de doler? —preguntó y Nyanko sensei dejó de moverse al sentir unas gotas cálidas atravesar su pelaje.

—Nya —hizo mirando al frente, perdiéndose la sonrisa de esa chica que miraba al techo pero sintiendo aún como sus lágrimas le mojaban.

«Lamento que seas una humana —pensó Madara—, pero creo que lamentaría más que hubieses sido Ayakashi»

Era cierto que perderla seguro le dolería, sobre todo teniendo en cuenta que ella era la hija de un amor que en serio creyó era para siempre. Pero la hija de dos poderosos Youkais habría tenido muchos problemas siendo un indefenso bebé.

Nyanko sensei no se movió más y sintió como la chica se quedó dormida después de mucho llorar.

A punto de quedarse dormido también, escuchó la puerta correrse y se encontró con la enternecida mirada de un hombre que, por muchos años, había sido el padre de su hija.

Shigeru levantó a la chica del suelo y la llevó hasta la habitación que era de ella. Nyanko sensei lo siguió y se sorprendió al congeniar con la expresión de ese hombre. Ambos eran el padre de esa chica que se sentía tan sola como nunca se había sentido.

—Hagámosla feliz, gato chan —pidió Shigeru acariciando la cabeza de uno que, en sus pensamientos, pedía lo mismo al hombre. 


Continúa... 

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