Capítulo 11

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Un par de lágrimas cayeron de los ojos miel de Natsume mientras veía algo que no se atrevía a creer era real, pero adoraba.

La descompasada respiración de una chica bañada en sudor retumbaba en la habitación, pero el sonido no era tan fuerte como el retumbar de su corazón que latía intensamente al disfrutar del llanto de su pequeño hijo revolviéndose entre sus brazos.

Amy le miró con ternura, jamás había visto algo tan hermoso. Adoraba la vista de Takahashi sosteniendo lo que parecía su clon en miniatura.

Amy sonrió mientras un montón de lágrimas le empapaban el rostro. Esto era como un sueño. Cinco meses atrás estuvo a punto de morir encerrada en un extraño espacio, pero Natsume y Madara le habían recatado justo antes de que las cosas se pusieran horribles.

Después de esos volvió a la casa de los Fujiwara, donde pasó el tiempo recuperándose y haciendo hasta lo imposible porque su embarazo llegara a término.

El espacio donde fue encerrada estaba consumiendo su energía espiritual, por fortuna ella tenía demasiada, pero su bebé parecía no ser tan fuerte. Por eso el embarazo fue un problema tras otro. Pero justo ahora que al fin veía a su bebé rebosar de vida, no podía más que estar feliz.

—¿Crees que pueda verlos? —preguntó Amy preocupada.

Aunque ella había crecido con un par de padres que la adoraban, de vez en vez la pasó mal debido a que los youkais eran parte de su vida. Natsume lo había pasado mucho peor.

—Sensei dijo que sería improbable —explicó Natsume—, la mayoría de su energía espiritual fue robada aquella vez, por eso puede que no pase, pero no hay manera de estar seguros, aún. Además, según Natori, los bebés son muy susceptibles, puede que, aunque ahora los vea, en el futuro pierda la capacidad.

—Puede que suene mal, pero quiero que su vida sea normal, no como la nuestra —señaló la chica un tanto apesadumbrada—. Lo siento —dijo para Nyanko sensei que fingía dormir cerca de ellos.

—Yo solo deseo lo mejor para ustedes, y lo diferente no siempre es lo mejor —dijo un gato gordo que a veces sonaba un poco sabio.

*

—¡Mamá —gritó el pequeño Hajime corriendo hasta Amy para esconderse detrás de ella—, es un monstruo!

Amy volvió la mirada para encontrar a Hiroyuki, con la camisa de su padre a modo de túnica, siguiendo a su hermano mayor. Sonrió. Ese tipo de monstruos eran los únicos que sus pequeños hijos, de siete y cuatro años, podían ver.

—Un monstruo muy aterrador —dramatizó la peliplata viendo relucir los ojos color miel del segundo miniclon de Natsume—. Necesitamos alguien que nos ayude. Invoquemos a nuestro dragón —dijo Amy y Nyanko sensei apareció entre ellos.

—Es muy poderoso —dijo Hiroyuki fingiendo contener el poder que Nyanko no había enviado—. Debo... traer... refuerzos... ¡Gran señor de las tinieblas, te invoco! —gritó y apareció Natsume con una sábana cubriendo todo su cuerpo.

—Mamá va a matarte cuando te vea —se burló la chica de su marido que se sonrojó pero igual se tiró a abrazar a la chica de sus sueños, con la que ahora tenía una hermosa familia.

—¿Esa es mi sábana? —cuestionó Touko entrando a la sala donde todos jugaban.

Takahashi negó con la cabeza mientras sus dos pequeños hacían lo mismo.

—Se ve divertido, quiero unirme —dijo Shigeru entregando una de las pequeñas de cabello plata, y ojos tan claros como los de su padre, a la chica que de pasada besó la frente. Touko mantenía a la otra bebé consigo.

Ena y Eri eran los nombres de las gemelas de casi un año. Ellas eran las menores de cinco hijos que conformaban la familia Natsume. El hijo restante era una nena preciosa, idéntica a su madre, de nombre Shizu y tres años de edad.

—Está durmiendo —indicó Amy cuando Touko preguntó por la pequeña que no estaba en la sala donde todos armaban un alboroto. Pero la pequeña no estaba durmiendo, ella estaba asomada a la ventana viendo como un pequeño ayakashi intentaba entrar a su casa.

—Vete —dijo la niña—, si no te vas mamá va a llamar al abuelo Madara y va a comerte, mejor vete —pedía sacudiendo sus manos.

De los tres niños mayores ella era la única que podía ver espíritus. Natsume y Amy lo sabían y la instruían, escuchaban y acompañaban en la travesía de pertenecer a dos mundos, deseando ella aprendiera a disfrutar de una hermosa, aunque a veces tenebrosa, vida. La de los youkais y ayakashis.

Las cosas ahora eran buenas y pintaban para ponerse mejor. Porque no hay nada mejor que la familia, y ellos eran ahora una enorme, bella y amorosa familia viviendo feliz día a día.


—FIN—


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